lunes, 5 de abril de 2021

La botella en el desierto



 Un hombre se encontraba perdido en el desierto; si no encontraba un poco de agua en lapso de unas horas, su único destino sería la muerte. Por suerte llegó a una vieja cabaña, casi desecha por el fuerte sol, sin ventanas ni techo, dentro del lugar encontró una pequeña sombra en donde acomodarse y descansar un poco del sol fatigante.


Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba de agua, muy oxidada, aparentemente hacía muchos años que esta se encontraba allí y por lo que se veía ni una gota de agua había salido de ella en mucho tiempo.

Fatigado por la sed y casi sin fuerzas se arrastró hasta donde estaba la bomba y moviendo la manivela comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía. Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado había una vieja botella, La miró, la limpió de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: – «Usted necesita primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar».

El hombre quitó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de agua… ¡Totalmente llena! De pronto se encontraba en medio de un dilema: si bebía el agua calmaría su  sed y sobreviviría por un par de horas, pero si la vertía en la bomba probablemente obtendría agua limpia y fresca del fondo de pozo, y pudiera tomar toda la que desease, o tal vez no, tal vez la bomba no funcionaría y el agua de la botella se desperdiciaría. ¿Qué debía hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese agua fresca… o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas instrucciones poco confiables, escritas no se cuanto tiempo atrás?

Al final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia… Agua fresca, cristalina. Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió otra frase: «Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente».


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Al Maestro con cariño