sábado, 18 de julio de 2015

¿Sabes que significa: “He peleado la buena Batalla”? - AELR





 Por: Pr. Julio César Barreto



 Quizás usted habrá escuchado o leído muchas veces el  texto que dice:

 “Porque no tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades,  contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes…”
                                           (Efesios 6:12).

 En este artículo (sin ánimo de entrar en contradicciones) quiero compartirles que si tenemos una lucha contra carne y sangre. ¿Cómo es eso? ¡Veamos!

Cabe plantearnos algunas interrogantes y hallar las respuestas en las Sagradas Escrituras, para comprender de qué se trata este asunto. Por ejemplo:


¿Tiene el cristiano una Batalla?

Definitivamente todo creyente tiene en esta tierra una batalla. Desde el mismo momento de nuestra conversión a Cristo, nos hacemos conscientes de nuestra lucha. Por esa razón Pablo escribió a Timoteo y le dijo:

“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Timoteo  4:7)

Esta batalla es permanente (durante toda nuestra vida terrenal).


¿Contra quién o quienes es la Batalla?

En primer lugar es necesario  reconocer, que toda  nuestra lucha (generalmente hablando) es en realidad  tal como lo dijo el  Apóstol  Pablo:

“Porque no tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades,  contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes…” (Efesios 6:12).



 Por otra parte es importante también apercibirnos  que los instrumentos que utilizará Satanás para  confrontarnos, en más de una ocasión serán humanos.

El diablo (definitivamente) es malo y le gusta hacer su trabajo sucio; acusar, tentar, robar, matar, atemorizar,  para poner a prueba a los creyentes. Un ejemplo (entre tantos) lo encontramos reflejado  en hombres de Dios como: Job (Job Caps. 1 y 2) y Pedro (Lucas 22:31).

  “Respondiendo Satanás a Jehová dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.

  Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová…”

En cuanto a Pedro, Jesús le advirtió lo siguiente:

“…Simón, he aquí Satanás os ha pedido  para zarandearos como a trigo; Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. (2 Pedro 22: 31-32)

Pablo escribió (inspirado por el Espíritu Santo) y dijo que su lucha había sido (también) contra:

-          Falsos hermanos   (2 Cor. 11:26)
-          Contra los enemigos de la Cruz de Cristo (falsas doctrinas) -  Filipenses 3:18

La carne (nuestra naturaleza humana caída), es un enemigo de cuidado, contra ella es también nuestra batalla.  Pablo en tal sentido dijo:

 “Porque lo que hago, no lo entiendo;  pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago… Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mi, pero no el hacerlo… ¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos Cap. 7)

En base a este planteamiento del Apóstol Pablo, surge inevitablemente otra pregunta:

¿Cómo ganar esta Batalla?

La respuesta la encontramos en los siguientes textos de las Sagradas Escrituras: 

“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1 Tes. 5: 23-24)

Si bien es cierto que deberíamos hacer todo nuestro mejor intento, por mantener a raya nuestros antiguos y dañinos bajos instintos,  es más cierto aun que sin la ayuda, el poder de Dios (nuestro Padre Celestial), jamás podremos lograrlo. De ahí la gloriosa exclamación de Pablo:

              ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro! (Rom. 7:25).




Nota: Este artículo puede ser reproducido, con la única condición de que se reconozca su autoría y contenga un enlace que lleve al original.

1 comentario:

Libres de la aflicción