Autor: Pr. Julio César Barreto
Interrogar es un arte. Entendiendo esto como el talento, habilidad,
destreza que se tenga para hacer bien algo.
Hay una finalidad, un objetivo que se busca, por medio del interrogatorio.
¿Cuál es ese fin? Encontrar las causas
de un hecho, hallar la verdad.
Interrogar para obtener respuestas no todas
las personas lo dominan. Hay quienes se
especializan en este arte del interrogatorio. Jesús les planteó a sus
discípulos algunas preguntas que los confrontaron. Un ejemplo de ello son
estas:
1.- ¿Quién dicen los hombres que soy yo? (Marcos 8: 27-28)
27 Jesús y sus seguidores
se fueron a los pueblos de la región de Cesárea de Filipo. Cuando iban por el
camino, Jesús les preguntó a sus seguidores:
— ¿Quién dice la gente
que soy yo?
28 Ellos contestaron:
—Algunos dicen que eres
Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que uno de los profetas.
2.- ¿Y ustedes quién dicen que soy? (Marcos 8: 29-30)
29 Les preguntó:
—Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
Pedro le respondió:
—Tú eres el Mesías.
30 Entonces Jesús les advirtió que no se lo dijeran a nadie.
El énfasis que el Señor
le colocó a estas preguntas nos revela que “Jesús” estaba interesado, en que
sus discípulos estuviesen muy conscientes de quién era realmente Él. Se puede conocer a alguien (al menos) de 3
modos, cada uno distinto al otro:
-
Referencialmente
-
Biográficamente
-
Personalmente.
En este tiempo presente tanto como en el
pasado, se hace necesario que estemos firmemente convencidos en nuestra mente y
nuestro corazón, de la persona de Aquel que nos amó y nos redimió con su sangre
preciosa. La vida eterna nos va en ello. Veamos lo que “Jesús” dijo en su oración
al Padre:
“Después de que Jesús dijo estas palabras, miró al cielo y
dijo: Padre, ha llegado el momento. Da honra a tu Hijo para que él pueda darte
honra a ti. 2 Le diste a tu Hijo autoridad sobre todo ser
humano para que el Hijo le dé vida eterna a todo el que le has enviado. 3 Esta es la vida eterna: que ellos te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo a quien tú enviaste”.
(Juan 17: 1-3)
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