No nos cuesta recordar cuándo y dónde nos casamos, pero a veces olvidamos el por qué nos casamos. Dios creó a Eva porque sabía que Adán se sentía solo e incompleto. Por lo tanto, si el propósito del matrimonio es la cercanía, el enemigo del matrimonio es la distancia.
Los problemas surgen cuando esperas que tu cónyuge satisfaga todas tus necesidades. ¡Eso sólo lo puede hacer Dios! Un hombre preguntó a su amigo: ‘¿Cómo es que nunca te has casado?’ El amigo le respondió: ‘Porque estaba buscando a la mujer perfecta’. ‘¿Y nunca la encontraste?’ Insistió el amigo. ‘Sí la encontré, ¡pero con tan mala suerte que ella también estaba buscando al hombre perfecto!’ La Biblia dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (Efesios 5:25).
¿Puede haber un matrimonio perfecto? No, pero cuando dos personas deciden darse completamente el uno al otro, se acercan bastante a la perfección. En una encuesta entre miles de parejas casadas, éstas son las principales razones que aludieron como causa de su infelicidad:
1) No estaban de acuerdo en muchas áreas.
2) No sabían cómo se sentía el otro.
3) Se decían cosas hirientes.
4) No se sentían amados.
5) No se sentían valorados.
6) No tenían a nadie en quien confiar.
7) Tanto el marido como la mujer creían que estaban dando más que el otro.
8) Apenas se elogiaban.
9) Deseaban más afecto.
10) No había comunicación.
Ahora bien, puesto que Dios creó el primer matrimonio, una buena forma de empezar a cambiar las cosas es hablarle a Él del tuyo.
“LOS SABIOS TIENEN RIQUEZAS Y LUJOS” (Proverbios 21:20 NTV)
Una de las causas más comunes de la ruptura matrimonial son las finanzas. Se cuenta de un monaguillo que durante una boda pasaba el plato de la colecta en la iglesia. Cuando uno de los invitados no quiso dar nada, le dijo: ‘Entiendo cómo se siente señor, pero el padre de la novia necesita el dinero’. Hablando en serio, la razón primordial de divorcio en estos días es el dinero. Es bastante curioso, dado que ahora tenemos mucho más que en generaciones pasadas. ¿Dónde radica el problema, entonces? En pocas palabras: en nuestro estilo de vida. Cuanto más tenemos, más queremos y más estamos dispuestos a endeudarnos para conseguirlo. Cuando las cosas van bien, esa filosofía funciona, pero en los últimos 50 años hemos vivido varias crisis económicas.
Pongamos un ejemplo: alguien que compró una vivienda por 100.000 pensando que la iba a vender por 200.000 dos años más tarde, acabó perdiéndolo todo porque el mercado inmobiliario se desplomó. Imaginemos la presión que eso causa en el matrimonio. Los fuertes aguantan; los débiles no. En los últimos tiempos se ha vuelto a oír una palabra que teníamos olvidada: frugalidad. Significa comprar sólo lo que te puedes permitir. La Biblia dice:
“Tesoro preciado… hay en la casa del sabio, pero el hombre insensato todo lo disipa” (Proverbios 21:20).
Los expertos financieros recomiendan tener un fondo en una cuenta de ahorros para poder sobrevivir seis meses en caso de situaciones adversas. En la última década hemos vivido una gran crisis económica. Eso nos enseña que el secreto de la felicidad en el matrimonio no es gastar al máximo, sino ahorrar y sacar tiempo para disfrutar de lo que se tiene.
“TENED TODOS EN ALTA ESTIMA EL MATRIMONIO Y LA FIDELIDAD CONYUGAL, PORQUE DIOS JUZGARÁ A LOS ADÚLTEROS Y A LOS QUE COMETEN INMORALIDADES…” (Hebreos 13:4 CST)
Clara Null comenta: “En mi clase de Escuela Dominical para niños estábamos aprendiendo los Diez Mandamientos; cuando llegamos al de “no cometerás adulterio” dudé si sería apropiado explicar lo que era el adulterio. Pero enseguida una niña de siete años alzó la mano y preguntó ‘¿Qué significa “cometer” ‘En serio, si vives dirigido por los impulsos en lugar de por el compromiso, tu matrimonio se resentirá. La palabra “compromiso” se explica mucho mejor en los votos matrimoniales que hiciste. ¿Los recuerdas?
“Tomo a… como legítimo esposo/a para vivir según lo ordenado por Dios en el santo estado del matrimonio. Prometo estar contigo en las alegrías y en las penas, en la pobreza y la riqueza, en la salud y la enfermedad, y dejando a todos/todas los/las demás serte fiel hasta que la muerte nos separe”. ¡Esas palabras las dijiste delante de Dios!
Un hotel importante puso este anuncio en una pantalla para que lo vieran los automovilistas al pasar: “Ten tu próxima aventura amorosa en nuestro hotel”. Eso no tiene gracia cuando consideras las ramificaciones. Un psiquiátrica prominente comentó: ‘He aconsejado a miles de parejas, y todavía no he conocido al primer adúltero feliz’. Las consecuencias son siempre iguales: vergüenza, temor, pérdida, soledad y depresión. Cuando violas tu propia integridad, es difícil vivir con la culpabilidad. No te dejes engañar por esos famosos que se acuestan unos con otros.
El secreto de la felicidad en el matrimonio no es encontrar a la persona idónea sino llegar a ser la persona idónea. La Biblia dice que tenemos que satisfacer las necesidades espirituales, emocionales, materiales y sexuales de nuestro cónyuge. Empieza a hablar de estas cosas con él o ella. Si te cuesta hacerlo, pide ayuda.¡Merece la pena luchar por tu matrimonio!
“…SERÁN GANADOS AL OBSERVAR LA VIDA…” (1 Pedro 3:1-2 NTV)
Tener una misma fe es el pegamento que hace que tu matrimonio siga unido en tiempos de pruebas. Pero cuando uno de los cónyuges es no es creyente, es más duro para el otro. Jesús dijo: “…Lo que Dios juntó no lo separe el hombre” (Mateo 19:6).Destaquemos las palabras “lo que Dios juntó”. Toda relación que Dios haya unido podrá mantenerse. Al hablar de una esposa cuyo marido había muerto Pablo escribe:“…Ella queda libre para casarse con quien quiera, pero solamente si ese hombre ama al Señor” (1 Corintios 7:39 NTV).
Cuando tu cónyuge no comparte tu fe, os encontraréis cada uno tirando del extremo opuesto de la cuerda. Pablo pregunta:“¿Cómo puede un creyente juntarse a un incrédulo?”(1 Corintios 6:15 parafraseado). Un antiguo predicador fue tajante: ‘Cada vez que un hijo de Dios se casa con un hijo del diablo, ¡el primero va a tener problemas con el suegro!’
Ahora bien, eso no significa que no tengas que amar a tu esposo/a no creyente. En realidad, tienes que amarlos más. Hablando de cónyuges incrédulos, Pedro escribe:“…Si algunos de ellos no creen en la Palabra, puedan ser ganados más por vuestro comportamiento que por vuestras palabras, al observar vuestra conducta íntegra y respetuosa” (1 Pedro 3:1-2 CST).
Existe la medicina preventiva y la medicina correctiva. Cuando Pablo nos insta a no casarnos con un no creyente, está usando la medicina preventiva. Cuando Pedro habla de vivir con un incrédulo y ganarlo para Cristo con tu amor y tu estilo de vida, está usando la medicina correctiva. En cualquier caso, solamente hay una cosa que garantiza el éxito: “Sólo el amor vive para siempre…” (1 Corintios 13:8 TLA). Por lo tanto ¡lucha por tu matrimonio!
“LAS MUCHAS AGUAS NO PODRÁN APAGAR EL AMOR…” (Cantares 8:7)
Muy pronto en el matrimonio descubres que la mayor amenaza para la pareja es el egoísmo. Una madre estaba tratando de explicar a su hijito los beneficios de no ser egoísta. Concluyó su exposición diciendo: ‘Estamos en este mundo para ayudar a los demás’. El niño se quedó pensativo y luego preguntó: ‘Entonces ¿para qué están los demás aquí?’ Cuando dos personas ponen sus necesidades y sus deseos personales en primer lugar, van a chocar.
Veamos algunos ejemplos de egoísmo en el matrimonio:
a) La familia política.
Es una señal de egoísmo e inmadurez estar continuamente “dando la vara” con lo que decían tus padres o como hacían ellos las cosas. No es justo para tu cónyuge y va a dañar vuestra relación.
b) La pornografía.
Escribió el salmista: “Me negaré a mirar cualquier cosa vil o vulgar. Detesto a los que actúan de manera deshonesta…” (Salmo 101:3 NTV). La pornografía es tan adictiva como la heroína y un sinnúmero de matrimonios están siendo arruinados por ella. No solamente te deja avergonzado, también destruye la autoestima de tu pareja.
c) Los desacuerdos.
No seas como la mujer que le dijo a su amiga: ‘Llevamos 20 años casados y nunca nos hemos peleado. Si surge una diferencia de opinión y yo tengo razón mi marido cede’. Su amiga le preguntó: ‘¿Y qué pasa si él tiene razón?’ Sin titubear, la primera respondió: ‘¡Eso nunca ha ocurrido!’
d) La falta de oración.
El 90 por ciento de las parejas cristianas no leen la Biblia ni oran juntos. ¿Lo haces tú ? Si Cristo es lo más importante de vuestras vidas, debería ser lo que más disfrutéis compartir. Cuando la pasión y la belleza física se desvanecen, el amor de los dos a Jesús os sostendrá a través de las tormentas de la vida. Por lo tanto ¡lucha por tu matrimonio!
Fuentes: devocionalescristianos.org
- vidaenfamilia.com/
Edición y reproducción: Ágape en la radio (AELR).
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