Mateo apunta: “Jesús entró en la barca y comenzó a cruzar el lago con sus discípulos… se desató… una fuerte tormenta” (Mateo 8:23-24 NTV). En griego, “una fuerte tormenta” se expresa con una sola palabra: seísmos. El sismólogo estudia los terremotos y el sismógrafo es el aparato que los mide. De manera que la tormenta en la que se encontraban los discípulos debía de haberlos sacudido hasta la médula. De esto aprendemos algo importante. Montarte en la barca con Jesús no significa que nunca vayas a pasar por tempestades. Jesús dijo: “En este mundo tendréis aflicciones…” (Juan 16:33 CST). Aunque Dios haya prometido protegernos y prosperarnos, tendremos que enfrentarnos a cosas como la enfermedad, la escasez y el miedo. Los que no creen se enfrentan a todo eso sin Cristo, pero tú, como creyente, pasas por la tormenta con la convicción de que todo saldrá bien porque Jesús va en tu barco.
¿Significa eso que ya nunca serás presa del pánico? ¡Ay si fuera tan fácil! Pero no es así. Viendo que las olas se enfurecían y que el Salvador dormía, los discípulos le reprocharon: “¿No te importa que nos ahoguemos?” (Marcos 4:38 CST). Por eso es tan devastador el miedo, porque corroe la confianza que tienes puesta en la bondad de Dios, desata multitud de dudas y te nubla la memoria. Hasta ese momento, los discípulos habían visto a Jesús “sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mateo 4:23). El miedo genera una especie de amnesia espiritual que te impide acordarte de los milagros, de lo que Jesús ya ha hecho y de lo bueno que es Dios. Por eso tienes que dejar de alimentar tus dudas y nutrir tu fe con la Palabra de Dios, puesto que es la fe la que te guiará a través de la tormenta.
“…¿QUÉ CLASE DE HOMBRE ES ESTE…?” (Mateo 8:27 CST)
Mateo narra: “Los discípulos fueron a despertarlo. ‘¡Señor!’, dijeron, ‘¡Sálvanos, que nos vamos a ahogar!’. ‘Hombres de poca fe’, les contestó, ‘¿por qué tenéis tanto miedo? Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo. Los discípulos no salían de su asombro, y decían: ‘¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?'” (Mateo 8:25-27 CST). Nunca conocerás de verdad a Jesús ni lo que puede hacer por ti hasta que atravieses una tempestad con Él. Esa es la razón por la que prepara las tormentas como parte de tu caminar. Jesús preguntó: “¿Por qué tenéis tanto miedo?” y con eso nos estaba enseñando que el miedo te paralizará y absorberá toda tu alegría.
Cuando el miedo reina en tu vida, la seguridad se convierte en tu dios, y buscas una vida a salvo de riesgos. Pero los que están llenos de temor no pueden amar intensamente porque el amor implica riesgos. No pueden dar al pobre porque, humanamente hablando, la benevolencia no te garantiza ningún beneficio. Y quien tiene miedo no puede soñar, por si los sueños se desvanecen y se hacen añicos. No es de sorprender que Jesús lanzara tantos ataques contra el miedo. Los Evangelios enumeran unos 125 imperativos dados por Cristo; 21 de éstos nos mandan no tener miedo. El segundo mandamiento más repetido en la Biblia, amar a Dios y al prójimo, sólo aparece ocho veces. La frecuencia de esta instrucción da a entender que Jesús ve el miedo como uno de nuestros mayores problemas, por eso es algo que recalca tanto. Y lo mismo te dice a ti hoy: “No tengas miedo”.
Fuente: devocionalescristianos.org
Edición y Reproducción: Ágape en la radio (AELR).
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