“DISCIPLINA A TU HIJO, Y TE TRAERÁ TRANQUILIDAD; TE DARÁ MUCHAS SATISFACCIONES” (Proverbios 29:17 NVI)
Estamos levantando a una generación de niños que se están educando solos, con la ayuda de la televisión, de CD violentos y de Internet (¡que puede ser un campo de minas!). Con frecuencia el padre y la madre trabajan fuera de casa y dejan que un niño supervise a otro; por consiguiente, ellos mismos ponen las normas. “…El hijo malcriado avergüenza a [sus padres]” (Proverbios 13:24 NVI). La mayoría de nosotros somos buenos padres, pero nuestros hijos necesitan disciplina y reglas para vivir. La columna vertebral del amor es la disciplina y el orden. Sin ellos, el amor no es más que una licencia para hacer lo que se quiera. “No corregir al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo…” (Proverbios 13:24 NVI). Había un dibujo animado en el que el papá de un niño llamado Dennis, con la correa en la mano, le pide al desobediente Dennis que se prepare para un par de azotes. El padre le dice: ‘Esto me va a doler más a mí que a ti’. El niño responde: ‘No te obligues a hacerte daño por mi culpa, papá’.
No es fácil establecer el orden y la disciplina, pero si no lo haces, estarás traicionando a tus hijos y la responsabilidad que Dios te ha dado con ellos. Si no disciplinamos a los hijos, porque queremos quedar bien y no enfrentarnos con ellos durante un periodo corto, a la larga no nos respetarán. Esperar que los niños pequeños decidan por sí solos lo que está bien y mal es una carga que no deberían llevar; su mente y sus emociones no están lo bastante desarrolladas para asumir tal responsabilidad. Dice la Biblia: “El corazón del muchacho está lleno de necedad, pero la disciplina física la alejará de él” (Proverbios 22:15 NTV). Tus hijos aprenden a tomar buenas decisiones al ver las recompensas y las consecuencias de la aplicación de la disciplina en el hogar. ¡No les falles!
“…EL QUE AMA [AL HIJO], LO DISCIPLINA A TIEMPO” (Proverbios 13:24 PDT)
Los niños bien criados y con quien da gusto vivir no llegan a ser así viviendo en un hogar sin reglas. ¿Has visto la película Bonnie y Clyde? Detrás del comportamiento de Bonnie subyace una madre que la educó y que pensaba que todo lo que la niña hacía era “gracioso”. La madre llegó a elogiarla de esta manera: “Así como las flores son más radiantes con el sol y el rocío, este mundo es más radiante con personas como tú.” Pero Bonnie no era tan “graciosa” cuando se lanzó a ejecutar una oleada de asesinatos, ¿verdad? Los niños que son educados con límites se sienten más protegidos y seguros.
He aquí dos pautas:
1) Explícales claramente las reglas.
Castigar a un niño por una regla que no entiende no consigue más que resentimiento por su parte. Cuanto menos reglas, mejor -pero haz que estas sean claras, factibles y que se puedan cumplir-. “Sermonear” y moralizar no consiguen más que crear resistencia.
2) Haz que las reglas se cumplan de manera consecuente.
Si tu hijo hace algo hoy que te hace sonreír, no le pegues por eso mismo en otro momento. Si no eres consecuente, tu autoridad se resentirá y promoverás su desobediencia. Algunas cosas que tienes que evitar a toda costa:
a) Evita las comparaciones. No se debe esperar que ningún niño sea como otro.
b) Evita las etiquetas hirientes, tales como ‘Eres tonto, perezoso, malo, un desperdicio de tiempo’, etc. Describe sus acciones, pero no ataques su valía personal.
c) Evita las amenazas vanas. O lo cumples, o no amenaces.
d) Evita el soborno, porque lo que hace es fomentar la manipulación y disminuir la importancia de las reglas.
e) No hagas bromas de sus debilidades.
f) No temas decir que no. Su felicidad y éxito futuros dependen de cómo aprendan a tratar con los contratiempos.
g) Admite tus errores. Pero a pesar de tus fallos ocasionales, sigue siendo tu responsabilidad hacer que se cumplan las reglas.
devocionalescristianos.org
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