Por: Pr. Julio César Barreto /
Invariablemente solemos pensar
que como somos hijos de Dios, todas las cosas que nos sucedan tienen que ser (necesaria y convenientemente) buenas. Si este patrón no se cumple,
entonces los cristianos comienzan a dudar, a preguntarse: ¿Por qué? ¿Qué hice
mal? ¿Hasta cuándo? Algunos van un paso más allá, se enojan con Dios. Para
muestra basta un botón:
"Pero esto disgustó mucho a
Jonás, y lo hizo enfurecerse. Así que oró al Señor de esta manera:
—¡Oh Señor! ¿No era esto lo que
yo decía cuando todavía estaba en mi tierra? Por eso me anticipé a huir a
Tarsis, pues bien sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para
la ira y lleno de amor, que cambias de parecer y no destruyes. Así que ahora,
Señor, te suplico que me quites la vida. ¡Prefiero morir que seguir viviendo!
—¿Tienes razón de enfurecerte
tanto? —le respondió el Señor". (Jonás 4:1-4).
Jonás enojado con Dios |
Entonces creo que la pregunta que
debemos hacernos pertinentemente sería esta: ¿En qué glorifica a Dios esto que
me está sucediendo? ¡No alcanzo a entenderlo! Pero, ¿cómo debo asumirlo para
que Dios reciba la honra y cuando él lo decida, descienda de su Presencia mi
liberación? Creo que el ejemplo más contundente nos lo dejó el siervo
JOB.
Todo iba de maravillas, pero un
´día comenzaron a cambiar radicalmente las cosas. Job resistía el embate de los
problemas que lo abrumaban, pero su esposa no reaccionó del mismo modo. Ella
parece que era de esas personas que cuando todo marcha bien, tienen razones
para reír y hasta para cantarle algo a Dios. Van a las reuniones de la iglesia
y aparentemente son muy creyentes. Pero, todo se derrumba cuando llega la
tormenta; los quebrantos de salud, la escasez de dinero y todas las
dificultades que ello genera.
De repente todo aquel fervor por
el Señor parece esfumarse y es entonces cuando se presentan escenas como esta:
"Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a
Dios, y muérete" (Job 2:9).
La mujer de Job le insta a maldecir a Dios y a que se muera |
Job sigue dándonos una gran
lección de humildad, de sabiduría y de fidelidad hacia su Creador. Su respuesta
debe estar escrita con cincel en nuestros corazones para no olvidarlas jamás;
Job respondió:
—¡Mujer, no digas tonterías!
Si aceptamos los bienes que Dios nos envía, ¿por qué no vamos a aceptar también
los males?
Así pues, a pesar de todo, Job no
pecó ni siquiera de palabra. (Job 2:10 DHH).
La conclusión de este tema es
esta:
1. Cuando vengan los males a
nuestra vida debemos darle la gloria a Dios y bendecirlo, porque aún lo malo
(aunque parezca increíble) usa Dios para nuestro bien.
(Job) se postró en tierra
y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá.
Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no
pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno. (Job 1:20-22).
2. No podemos pasar por alto cual
fuel estado final de JOB, después que cesaron los males:
"Y quitó Jehová la aflicción
de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas
que habían sido de Job.
Y vinieron a él todos sus
hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y
comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo
aquel mal que Jehová había traído sobre él; y cada uno de ellos le dio una
pieza de dinero y un anillo de oro.
Y bendijo Jehová el postrer
estado de Job más que el primero; porque tuvo catorce mil ovejas, seis mil
camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas,
y tuvo siete hijos y tres
hijas.
Llamó el nombre de la primera,
Jemima, el de la segunda, Cesia, y el de la tercera, Keren-hapuc.
Y no había mujeres tan hermosas
como las hijas de Job en toda la tierra; y les dio su padre herencia entre sus
hermanos.
Después de esto vivió Job ciento
cuarenta años, y vio a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, hasta la cuarta
generación.
Y murió Job viejo y lleno de
días." (Job 42:10-17).
¿Sí me entendiste, verdad?