«En el momento del nacimiento espiritual llegamos a tener dos padres: Dios, nuestro Padre Celestial que vela por nosotros desde Su trono, y el padre espiritual que trajo el evangelio para que nosotros naciéramos de nuevo»
1 Corintios 4:14-17
“No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias.”
- La exhortación de Pablo nace de un sentimiento profundo de afecto para los hermanos en Corinto, ellos eran sus hijos espirituales: “amonestaros como a hijos míos amados”.
- Pablo era quien había predicado el evangelio dentro los corintios, y por tal razón, él declara que esto le ubicaba con cierta autoridad espiritual, ya que por medio de la predicación ellos habían nacido de nuevo (1 Co. 4:15).
- En el nacimiento espiritual, cuando una persona acepta a Jesús como Señor y Salvador, ocurre lo que se conoce como el “nacer de nuevo” (Jn. 3:1-8), una “regeneración” del espíritu del hombre que estaba muerto por el pecado (Tit. 3:5; Ef. 2:1, 5). En ese instante entra a formar parte de la familia de Dios (Jn. 1:12-13; Ef. 2:19) con una vida nueva, una vida eterna. Es nacer a una vida espiritual de la cual estaba muerto.
- En ese momento se da un hecho que Pablo menciona en estos versículos, todo creyente entra a la familia de Dios, pero tiene un padre espiritual en la tierra, porque ese día llega a nacer de nuevo por la participación de la persona que lleva el evangelio, convirtiéndose el portador del evangelio como en el padre espiritual del creyente.
- El privilegio de este parentesco espiritual viene con la responsabilidad de velar por el bienestar de los hijos, pero también con la necesidad de ser modelo de vida a ellos (1 Co. 4:16-17).
Cada persona que recibe a Cristo como su Salvador llega a nacer en una vida espiritual, y así como el padre físico que ve a su hijo nacer, el creyente que evangeliza a otra persona se convierte en padre espiritual del nuevo creyente, y esta responsabilidad es un privilegio que no debe ser tomada a la ligera.
Cada creyente nace espiritualmente desconociendo muchas de las cosas de Dios, y es responsabilidad del padre espiritual ayudarle a crecer en el conocimiento de Dios y Su Palabra. Es este padre quien está pendiente de la vida de su hijo, y por ello, él tiene también el derecho de amonestarlo cuando no camina bien.
Pero esta responsabilidad viene con la obligación de modelar una vida piadosa. Muchas veces los padres espirituales descuidamos de nuestros hijos, y esto lleva a una vida desordenada de aquellos que, por desconocimiento y falta de instrucción, no aprenden a caminar y a crecer en la fe. Pero esta enseñanza debe ir acompañada de una vida modelo, para que los nuevos creyentes tengan un ejemplo a seguir, como Pablo les recuerda a los creyentes en Corinto (1 Co. 4:16).
Pero todos los que hemos nacido de nuevo también debemos que dar gracias a Dios por la vida de aquellos que padres espirituales que tenemos. Fue su fidelidad al evangelio y su amor a los que estábamos perdidos que llegamos a ser salvos, su amor hacia nosotros había estado presente antes de que nosotros lo supiéramos. Pero también, ellos siguen velando por nuestras vidas, y por tanto debemos honrarlos, sabiendo que anhelan siempre nuestro bienestar.
“Padre Celestial, muchas gracias por aquellos padres espirituales que velan por sus hijos y nos han amado, aún antes de que nosotros mismos hayamos nacido a través de la predicación de Tu evangelio”
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