martes, 2 de mayo de 2017

Señor, líbrame del temor a la muerte





Por: Jon Bloom

Jesús tiene un deseo profundo e intenso de darte un regalo tan grande que aún no tienes la capacidad de concebir (1 Corintios 2:9). Aunque, puedes divisarlo en las metáforas e imágenes bíblicas, y en momentos sublimes cuando una experiencia de Gloria trasciende brevemente, todo lo que hay aquí en la tierra.
Jesús anhela de una manera tan intensa que tengas este regalo, que le ruega al Padre que te lo dé a ti:
“Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”, Juan 17:24.
Este pedido supremo es la gran culminación de la oración de Jesús en Juan 17. Que recibas este regalo es la razón por la que Él te manifestó el nombre del Padre (Juan 17:6), te dio las palabras de Él (Juan 17:814), y te guarda para que no te pierdas (Juan 17:12). Es por ello que ora que seas guardado del maligno (Juan 17:15), que conozcas el gozo de ayudar a otros a que crean en Él (Juan 17:20), y que experimentes la maravilla santificadora de conocer y confiar en la verdad (Juan 17:1719).
Más que cualquier cosa Buena que Jesús pide del Padre, es que estés con Él para siempre. Más que cualquier otra cosa, Él quiere que veas y saborees la gloria que el Padre le concedió a Él desde la eternidad pasada (Juan 17:524); puesto que Él sabe que nada de lo que experimentes te dará tal gozo y placer profundo y duradero (Salmos 16:11).

¿Qué es lo que más temes? 

Pero las oraciones fervientes de Jesús a tu favor, vienen con una implicación solemne que te hace retroceder, e incluso, temer. De hecho, un día podrías encontrarte rogándole a Dios para que te dé todo lo contrario de lo que Jesús quiere para ti. La respuesta a la oración de Jesús finalmente requerirá tu muerte física. A menos que Jesús regrese primero, deberás morir antes de experimentar la plenitud eterna del gozo en Su gloriosa presencia.
Debemos enfrentar lo que más odiamos y tememos en esta vida a fin de disfrutar de lo que más amamos y anhelamos.
Sí, odiamos la muerte y la resistimos — y está bien que lo hagamos. Dios originalmente nos creó para vivir, no para morir. La muerte es una maldición que cargamos, la paga trágica por haber rechazado a Dios y a Su reino (Romanos 6:23).
En ninguna parte de la Biblia se nos alienta a ver a la muerte por sí sola como algo bueno. La muerte no es buena, sino algo malo y horrendo. Cualquiera que ha visto morir a sus seres queridos puede atestiguar cuán detestable es. La muerte es nuestra enemiga mortal (1 Corintios 15:26).

¿De qué manera la muerte es valiosa?

Si eso es cierto, ¿Por qué Dios considera preciosa la muerte de Sus santos (Salmos 116:15)? ¿Y por qué Sus santos incluso la cuentan como valiosa (Filipenses 1:21)? ¡Porque en el momento más horrible y detestable de la muerte del Hijo de Dios, la muerte, tal como la tememos — la extinción de nuestra vida y la aparente pérdida de nuestra alma y nuestro gozo— fueron asesinados! Jesús conquistó a nuestra gran enemiga cuando resucitó de entre los muertos (Romanos 4:25Apocalipsis 1:18), y finalmente la destruirá para siempre (1 Corintios 15:26).
De hecho, Jesús venció a la muerte de una manera tan poderosa, tan completa, que habla de ella como si los cristianos ya no pasarán por ella:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”, Juan 11:25-26.
No es la muerte en sí lo que nos resulta preciosa o valiosa, sino la resurrección y la vida, quien ha quitado el aguijón de la muerte y la sorbió en Victoria (1 Corintios 15:54-55), en quien recibimos una herencia eterna más allá de nuestros sueños más increíbles (Efesios 1:11), y en cuya gloriosa presencia experimentaremos un gozo insuperable por toda la eternidad (Salmos 16:11). Él es precioso para nosotros. Él es nuestro sumo valor en la muerte.

Prepárate en oración

Cuando lo que Jesús nos ha asignado en la tierra haya terminado (Hechos 20:24), nos llamará para que estemos con Él, disfrutando grandemente de aquello para lo que fuimos creados: Él mismo. Esto hará que la muerte sea valiosa para nosotros en aquel día (Filipenses 1:21).
Jesús está deseoso de concedernos esta gran ganancia, y quiere que nosotros crezcamos en este deseo de recibirla. ¿Cómo lo hacemos? De la misma manera como Él lo hace. ¡Se lo pedimos al Padre! Nos unimos a Jesús en oración por el momento en que finalmente le veremos en toda Su Gloria. Le pedimos que mengüe el apego que el temor a la muerte tiene sobre nosotros, por causa de la incredulidad en nuestros corazones. Y le pedimos que nos dé tal fe y deseo de estar con Cristo, que ya no deseemos vivir por más tiempo aquí, excepto el tiempo suficiente como para terminar con fidelidad nuestra carrera (Hechos 20:24). Porque estar finalmente con el Salvador será muchísimo mejor (Filipenses 1:21).

Lo que haga falta, Señor.

 Algún día, la oración de Jesús a nuestro favor para que estemos con Él, prevalecerá sobre la oración de ser librados de la muerte física. Y cuando ocurra, conoceremos un gozo y un placer tales que nos preguntaremos, por qué tuvimos alguna vez ese rechazo de pasar por el valle de sombra (Salmos 23:4).
Lo que haga falta, Señor, aumenta mi fe y gozo en la verdad de que la muerte es valiosa para mí, de modo que pueda “dejar atrás mis bienes y posesiones, y esta vida mortal, también”.  No permitas que mi temor a la muerte haga que me resista a Tu voluntad para mí, y hazme morir de tal manera que declare que Cristo es valioso.

Este es un artículo original de Desiring God | Traducido por Natalia Armando
Fuente: sdejesucristo.org/ elblogdejuliocesarbrreto

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