sábado, 27 de mayo de 2017

5 razones para estudiar historia de la Iglesia


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César Pedraza

Este año se celebran quinientos años de la reforma protestante, un evento histórico de suma importancia para el pueblo evangélico y que despierta en nosotros cierta sensibilidad hacia la historia de la Iglesia. A causa de esto, muchos están interesados en aprender historia. En octubre se escuchará hablar de Lutero, Calvino, Zwinglio, etc., y sin duda querremos estar informados acerca de ellos y de qué, cómo y cuándo fue lo que hicieron. Sin menospreciar la tarea realizada por estos hombres de Dios, debemos entender que no fueron ellos, sino Dios mediante ellos, el que obró para preservar a Su Iglesia.
Cuando a Lutero se le preguntó cómo había hecho para transformar al mundo con sus enseñanzas, Lutero señaló: “simplemente enseñé y prediqué la palabra de Dios. Nada hice fuera de ello. Y mientras dormía o tomaba cerveza de Wittemberg con mis amigos Felipe [Melanchton] y Nicolás [de Amsdorf], la Palabra debilitó sobremanera al Papado, con un daño que nunca le había generado príncipe o emperador alguno. Yo nada hice. Todo fue obra de la Palabra. Tener en mente esto para este año será importante, no te olvides que toda la gloria debe ser para Dios, y no para los instrumentos que Él, en Su gracia y misericordia, usa. Lutero lo sabía, y dejó ejemplo de ello para que no lo olvidemos.
Entonces, si tienes el deseo de estudiar historia de la Iglesia, quisiera compartir contigo cinco buenas razones de por qué todo creyente debiera hacerlo.

1. Porque nos pone en perspectiva

Nos hace ver y entender cómo hermanos de distintas épocas han pasado por la mismas luchas, mismos gozos y misma esperanza a lo largo de la historia. Muchos de ellos enfrentaron problemas y conflictos que nosotros ni siquiera somos capaces de dimensionar o imaginar, pero para cada una de las distintas circunstancias la fuente de gracia y fortaleza fue una, Dios. Por dar un ejemplo, podemos señalar al octogenario obispo de Esmirna en el siglo II, Policarpo, quien se ocultó al oír que le estaban buscando, pero fue descubierto por un niño. Tras dar una comida a los guardas que le habían prendido, les pidió una hora de oración, lo que le permitieron, y oró con tal fervor que los guardas que le habían arrestado sintieron culpa de haberlo hecho. Sin embargo, lo llevaron ante el procónsul, y fue condenado y quemado en la plaza del mercado. El procónsul le apremió, diciendo: Jura, y te daré la libertad: Blasfema contra Cristo”. Policarpo le respondió: Durante ochenta y seis años le he servido, y nunca me ha hecho mal alguno: ¿Cómo voy yo a blasfemar contra mi Rey, que me ha salvado?”. En la estaca fue sólo atado, y no clavado como era costumbre, porque les aseguró a sus opresores que se habría de quedar inmóvil; y así fue, encontró la muerte. Es difícil contemplar este ejemplo y no sentirse humillado por la liviana forma que tenemos de ver la vida cristiana, y las constantes quejas injustificadas que tenemos como hijos de Dios.

2. Porque nos enseña nuestra herencia como cristianos

El cristianismo tiene una herencia o legado en la historia, y se espera que tomando aquello, continuemos dejando huella como seguidores Cristo y aprendamos de los errores cometidos para no caer nuevamente en ellos. Hay mucho que aprender al respecto, como por ejemplo que la persecusión en la Iglesia y las tribulaciones siempre fueron un factor de purificación y expansión del cristianismo. En cuanto a esto, recuerdo la oportunas palabras de Agustín, para un cristianismo contemporáneo que muchas veces vive asentado en la comodidad y el placer: “quien no ha tenido tribulaciones que soportar es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad”.
Otro ejemplo es que cada vez que la iglesia se apartó de las Escrituras, cayó en un declive, pero siempre que volvió a ellas, Dios forjó un avivamiento. Es esta herencia la que sitúa a la iglesia del día de hoy dónde está, esto nos ayuda a saber de dónde venimos, qué debemos continuar haciendo, qué debemos evitar y hacia dónde debiésemos ir.

3. Porque nos muestra la fidelidad de Dios

La historia de la Iglesia a gritos nos dice: “Dios siempre es fiel”, sea en quietud y paz, o persecución y gran tribulación, el inmutable Dios no cambia, permanece fiel y preserva a Su Iglesia. El Señor Jesucristo dijo que edificaría Su Iglesia, lo ha hecho y lo seguirá haciendo. ¡Gloria a Dios!

4. Porque refuerza nuestra fe

Nuestra fe descansa sobre hechos históricos concretos. No está basada en hechos imaginarios o abstractos. La Biblia es un relato histórico que nos afecta a todos, pues si lo que la Biblia relata no ha ocurrido, entonces la historia humana no ha sido intervenida por Dios, la encarnación de Jesucristo es un mero invento y un mayor fraude es Su resurrección. Y como dijo el apóstol Pablo a la iglesia en Corinto: Y si no hay resurrección de muertos, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe… Entonces también los que han dormido en Cristo han perecido. Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima. Gracias a Dios que el texto no termina allí y exclama ¡Mas ahora Cristo ha resucitado!, para quienes somos creyentes creemos que así ha sido. En nuestra fe, abriga importancia el hecho histórico, pues Dios se ha revelado en la historia de la humanidad y ha hecho que se registre dicha revelación en las Escrituras. Estas Escrituras han seguido impactando al pueblo de Dios por cerca de dos mil años, y lo seguirá haciendo, y cómo las Escrituras continuaron impactando al pueblo de Dios ha quedado registrado en la historia de la Iglesia, dejándonos ver que Dios hasta el día de hoy sigue transformando vidas y obrando por medio de Su Palabra.

5. Porque nos ahorra dos mil años de aprendizaje

Una razón obvia, pero no muchas veces considerada. En nuestra soberbia tenemos la tendencia de creer que sabemos más de lo que sabemos, y esta actitud es inherente de niños e ignorantes. Nos esforzamos por “reinventar la rueda” cuando el testimonio de los antiguos nos ayuda a aprender no sólo que “la rueda ya hace tiempo se inventó” sino muchas otras cosas más. Tenemos a nuestra disposición el testimonio de dos mil años de obra misionera, administración de la iglesia, resolución de conflictos, persecuciones, lucha contra las herejías, avivamientos y reflexión teológica. No despreciemos todo lo que podemos aprender al estudiar historia de la Iglesia, y a los grandes hombres de Dios que han vivido en las distintas épocas por las que la iglesia ha atravesado. Dios puso todo esto a nuestra disposición para nuestra edificación y crecimiento, es nuestro deber hacer un correcto uso de esta información.
Cada una de estas razones irá cobrando más y más sentido en la medida que te sumerjas en el estudio de la historia de la Iglesia. Y si bien no está listada como razón, se espera que el lector entienda y asuma lo siguiente: Si eres un creyente, salvado por la gracia de Dios, entonces eres parte de la Iglesia. La historia de la Iglesia, es tu historia, nuestra historia”. ¿No debiéramos entonces atender a ella con más cuidado? Tu quehacer en esta vida será parte de la historia de la Iglesia que se sigue escribiendo, ¡tú y yo somos parte de ella! Que Dios en Su gracia, nos conceda vivir vidas que le honren y glorifiquen en todo lo que hacemos. Que nuestro anhelo sea ser siervos fieles al servicio de Su obra, pues aunque Dios no nos necesita, tenemos el privilegio de ser parte de ella. Como dijo el historiador evangélico Jean Henri Merle: “Dios, que prepara Su obra a través de los siglos, la cumple a Su hora, muchas veces con los instrumentos más débiles”. Aún hay mucho por hacer.
Que el Señor te bendiga.
Aviva, oh Señor, tu obra en medio de los años,
en medio de los años dala a conocer...”, 
Habacuc 3:2.

                           

          César Pedraza

César tiene el privilegio de servir al Señor Jesucristo como Pastor en el sur de Chile, colabora en el Instituto de Capacitación Teológica de Temuco, y está felizmente casado con Katherine Rivas con quien tiene dos hijos: Miguel y Gabriel.
 Fuente: s.dejesucristo.org

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