sábado, 13 de mayo de 2017

Jesús no murió para darnos “comodidad”



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Por: Ryan Lister

La vida cristiana se trata de comodidad.
Este mundo y su rey desean que creas esa mentira. La comodidad —la búsqueda terrenal de lo que es fácil— se ha convertido en el grito de batalla del enemigo (o, mejor aún, el susurro de éste) en la guerra por ganar nuestras almas modernas. La estrategia de Satanás ha pasado de ser una oposición directa a una seducción sutil.
En la mayoría de las Iglesias de los Estados Unidos, la batalla se pelea por medio de los enrutadores inalámbricos, los cables HDMI, los mostradores y los soportes lumbares, en vez de los látigos, las piedras, las varas y las cadenas de los cristianos antiguos (2 Corintios 11:23–25). En la actualidad, la mayoría de nosotros en occidente calculamos nuestra importancia por medio de la cantidad de amigos en Facebook, la tecnología más novedosa, las notificaciones del iPhone y las cuentas de retiro. El enemigo ha reclutado nuestros propios corazones para que luchen contra nosotros.

Una peligrosa mantita de seguridad

Quizás nuestro mayor problema se refleja cada vez que miramos la pantalla oscura de nuestros dispositivos portátiles. Pero nuestro problema contemporáneo nunca ha sido la comodidad; así como el mayor problema del Edén nunca fue el fruto. Desde las tablas de piedra del Sinaí hasta las tabletas de hoy, la comodidad ha sido vital para el avance de la humanidad e incluso, la extensión del reino de Dios. Incluso ahora mismo, estoy sentado cómodamente frente a una computadora —la comodidad moderna de nuestro tiempo— mientras que tú te deslizas por estas palabras digitales cómodamente en una pantalla digital.
El problema, entonces, no está en la comodidad, sino en lo que nuestros corazones hacen de ella. El oscuro encanto de la tentación es convertir las cosas buenas en ídolos. La comodidad se coloca delante de Dios y le roba Su alabanza. Las promesas vacías del mundo secuestran silenciosamente nuestros afectos. Dejamos que esos golpes baratos de satisfacción oscurezcan la verdadera hermosura de nuestro Salvador clavado en la cruz.
Cuando nuestros corazones se dejan caer ante el ídolo de la comodidad, el llamado de Jesús a seguirle y a cargar la cruz se vuelve extraño. Aquel que nos salva calladamente se convierte en una amenaza contra los falsos santuarios del beneficio. Cuando nuestra seguridad es el cálido bienestar de la comodidad secular, seguiremos presionando el botón de aplazar (snooze button) en la alarma que Jesús hace sonar con el mandato de tomar nuestra cruz.

Cristo y el reino de la comodidad

Jesús, sin embargo, nos muestra cómo confrontar este peligro. Agotado después de cuarenta días de hambre, sed y aislamiento, Jesús se encuentra con el enemigo en el desierto. Al convertir las cosas buenas de Dios en oportunidades para la desobediencia, Satanás seduce al Mesías exhausto con el ídolo de la comodidad:
“Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan” (Lucas 4:3).
Si quieres un reino, déjame dártelo. “Por tanto, si te postras delante de mí, todo será tuyo” (Lucas 4:5–7).
Si eres el Hijo de Dios, demuéstralo. Ahora, según tus condiciones. El mundo venidero llegará de una manera mucho más fácil de lo que Tu Padre ha planeado. ¿Por qué pasar por las dificultades que se presentan delante de ti? Arrójate desde la cima del templo y deja que el mundo vea cómo tu Padre te protege (Lucas 4:9–11).
Una nueva página con el mismo truco. Pero Jesús no se rindió a la mentira de la comodidad. En lugar de ello, se aferró a la promesa de Dios de instaurar un reino mejor. Jesús estaba allí para hacer la voluntad de Su Padre (Lucas 4:4812), no la de Satanás (Lucas 4:1–13), ni siquiera la suya propia (Mateo 26:36–46). Él vino “para dar Su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45), y nada —ni siquiera la comodidad de las provisiones terrenales, la fama ni un ministerio sobrenatural de autodeterminación innegable— podía evitar que el Hijo cumpliera Su misión.

No hay lugar para los cristianos complacientes

Y lo mismo debería ser cierto para los seguidores de Jesús. No nos salvamos a nosotros mismos; Él ya lo ha hecho y de una forma mucho mejor que la nuestra. En lugar de ello, nos convertimos en lo que adoramos. Somos transformados a la semejanza de Cristo (Romanos 8:292 Corintios 3:18). Es por ello que la Escritura utiliza verbos en voz activa para describir la vida cristiana. “Acercaos, perseverad, pelead, esforzaos, andad, alentaos, afirmaos, aferraos, obedeced, trabajad, haced morir, adornaos, servid, sed laboriosos”; el Espíritu usa estas palabras para impulsar a la iglesia a entender como luce el concepto aplicado a la realidad.
Estos mandatos tienen la intención de ayudarnos a ser más como Cristo en nuestro andar, y a guiarnos al cumplimiento de la misión de Dios. Los discípulos del Nuevo Testamento son soldados (Filipenses 2:252 Timoteo 2:3–4Filemón 1:2), atletas (2 Timoteo 2:5Hebreos 12:1–2), y nuevas criaturas crucificadas (Gálatas 2:202 Corintios 5:17). Corremos (Hebreos 12:1), peleamos (2 Timoteo 4:7), y andamos armados (Efesios 6:10–18) para que podamos terminar bien y cumplir con los propósitos de Dios mientras vivimos.
Aun así, la tentación a la comodidad permanece. Pelear la buena batalla es mucho más difícil que reproducir la temporada 3 de “Parks and Rec”. De nuevo, cuando seguir a la comodidad supera el seguir a Jesús, es hora de evaluar qué estamos adorando. Así como con Sus discípulos, Cristo nos llama a dejar de cobrar impuestos y de reparar nuestras redes de pesca para seguirle a Él. La pregunta que tenemos ante nosotros cada día es: ¿Le seguiremos como lo hicieron Sus discípulos (Mateo 4:18–22) o nos volveremos hacia nuestras comodidades como el hombre rico (Marcos 10:17–27)?

Salvados de una muerte cómoda

No hagas nada que te impida seguir a Jesús. En vez de ello, toma tu cruz y síguele, a donde sea que te lleve. Recuerda, Jesús no dejó Su eterna comodidad en el cielo para adaptarse a las comodidades pasajeras de este mundo. Él vino a destruir nuestros ídolos para que podamos tenerlo a Él para siempre.
Seguir a Cristo nos lleva a algo mejor que las comodidades temporales de este mundo; nos lleva a un reposo verdadero e inmejorable. Sabemos el final. El camino difícil nos lleva hacia Dios mismo. Tu Salvador te garantiza una recompensa eterna que opaca todas las falsas comodidades de este mundo.

Artículo original de Desiring God

Ryan Lister

Ryan Lister es profesor de teología en el Western Seminary de Portland, Oregón y autor del libro "La presencia de Dios: su lugar en la historia de las Escrituras y la historia de nuestras vidas". También es Director de Doctrina y Discipulado de Humble Beast y co-creador de The Canvas Conference.

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