jueves, 2 de noviembre de 2017

Este si que es un Pastor de verdad verdad





Por: Pr. Julio César Barreto / 

No podemos hablar del oficio del Pastor sin hacer referencia de las ovejas. El Pastor es alguien que ayuda, que guía, que defiende al rebaño. La oveja tiene entre sus características; su fragilidad, su dependencia (digamos) de alguien que sea más fuerte que ellas y que las alimente y las abreve.

Los seres humanos compartimos con las ovejas, muchas (sino todas) de estas características de las ovejas, o sea;  que somos en realidad (aunque muchos no lo reconozcan) frágiles, dependientes, con necesidad de un protector que nos guie, que nos alimente, que nos abreve (en sentido espiritual). Esto se manifiesta desde que somos apenas un bebé recién nacido. Luego en la adolescencia, juventud y adultez necesitaremos un brazo protector, una mano amiga que nos sustente.

Hay que reconocer que a un buen número de personas no les gusta reconocer nada de esto. En un mundo como el contemporáneo está prohibido ser débil; Hay que ser “fuerte”. Es allí donde muchos comienzan a usar máscaras de personas que tienen fortaleza, cuando en realidad por dentro son lo contrario. Ellas aparentan ser independientes, que no necesitan de nadie y que pueden ir por la vida sin nadie más que su propia fuerza, su intelecto, su capacidad.

Hasta este punto cabe preguntarse: ¿Será eso cierto? ¿Es el ser humano (hombre o mujer)  realmente fuerte? –Dios dice que el hombre es como la flor del campo (la hierba) cuya existencia es muy breve. Que es polvo y al polvo volverá. El ser humano es finito.

“Vuelves al hombre hasta ser quebrantado,
Y dices: Convertíos, hijos de los hombres.
Porque mil años delante de tus ojos
Son como el día de ayer, que pasó,
Y como una de las vigilias de la noche.
Los arrebatas como con torrente de aguas; son como sueño,
Como la hierba que crece en la mañana.
En la mañana florece y crece;
A la tarde es cortada, y se seca”.
(Salmo 90: 3-6)

Sí esto no es fragilidad, entonces: ¿Qué lo será? – Por otra parte vemos a un Dios que tiene eternidad en sí mismo, que es Fuerte (verdaderamente), el Shaddai (todopoderoso). ¿Quién mejor que Él para pastorearnos?

A través de la historia humana vemos ejemplos de hombres ensoberbecidos,  que terminaron abatidos por su orgullo. Vemos el caso de Nabucodonosor al cual le costó 7 años de locura, viviendo como un animal, comiendo hierba del campo…

“Al cabo de doce meses, paseando en el palacio real de Babilonia, habló el rey y dijo: ¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?  Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti;  y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán;

y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.
En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves”. 

Hasta que reconoció que Dios (el Creador), es el Todopoderoso y que el hombre es la criatura…

“Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. 

 Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?  En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. 

Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia”.
(Daniel 4).




Al preguntar: ¿Quién es tu pastor?, es indagar  esto: ¿Te pastoreas a ti mismo? ¿Tienes poder suficiente para guiarte a ti mismo en la salvaje jungla de la vida? ¿Te crees autosuficiente? ¿Eres más fuerte que Dios? ¿Podrás caminar por la vida sin que haya una mano  fuerte que cuide de ti, que te guie, que te proteja? – La respuesta es sencilla y contundente; ¡No lo podremos hacer por si mismos!


Entonces la conclusión de esta breve reflexión es: Necesitamos un Pastor, y ese Pastor tiene que ser el que se llama: “Jesús”. Él dijo: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11). De tal manera que si alguien te preguntare: ¿Quién es tu Pastor? – Con sumo gozo podrás responder: ¡Jesús es mi Pastor y nada me faltará! Ah! Y no hay duda alguna: ¡Este si que es un pastor de verdad verdad!.

¿Si me entendiste, verdad?









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