Por: Pr. Julio César Barreto
Recuerdo que un día estando en la iglesia, un joven entonó una melodía que entre otras decía: ¡Una cosa yo sé, que yo era ciego y ahora veo!. El peor de los ciegos -continuó su canto- es todo aquel, que teniendo la vista buena no pueda ver. Me conmoví mucho esa mañana y caí de rodillas. Levanté mis manos y adoré a Dios.
¿Quién no ha sido como Bartimeo?. Sólo hasta que llega Jesús a nuestro corazón y lo toca y le da vida, es cuando realmente comenzamos a ver. ¡Gracias Señor Jesús por haberme dado la vista espiritual!
Era un hombre solitario que vivía de limosnas
hasta que paso Jesús y su vida transformo.
Era Bartimeo el ciego que sentado en el camino oyo
que paso Jesús y clamando se paro.
Su clamor era profundo, tan profundo que el Maestro
con la grande multitud claramente oyó su voz..
No clamaba con sus labios sino con su corazón y
DIOS nunca a despreciado el humilde corazón
Coro
//Ten misericordia, ten misericordia de mi
le gritaba Bartimeo y Jesús oyó su voz.//
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