“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las
conozco, y me siguen” (Juan 10:27)
En ocasiones cuando me encuentro
aconsejando a alguno de mis hijos, le he comentado lo siguiente: “En esta vida,
todos necesitamos tener una voz a la cual oír; la voz de alguien que merezca
nuestro respeto., alguien que nos exhorte, nos instruya, nos corrija, que sea
capaz de frenar las locuras que a veces cometemos los seres humanos”. Si no
tenemos esa voz entonces hemos perdido un gran aliado nuestro, estamos sin brújula, sin alguien que nos indique la
dirección correcta. Sabemos que en lo
concerniente a lo espiritual, la voz que necesitamos oír (por sobre todas) es
la de Dios, pero surgen algunas interrogantes muy puntuales:
1. ¿Cómo identificar en medio de
la multiplicidad de voces una en exclusiva?
2. ¿Cómo saber cuándo es Dios el
que me está hablando?
IDENTIFICANDO LA VOZ DE DIOS EN MEDIO DE LA MULTIPLICIDAD DE VOCES
Dios nos concedió el privilegio
de la comunicación, que es ese proceso de intercambio de información en el que
un emisor transmite a un receptor,
esperando obtener una respuesta a cambio de dicha información. Pero hay un dilema; hay demasiados emisores:
La voz de los gobernantes
La voz de la televisión
La voz de la radio
La voz de los amigos
La voz de los vecinos
La voz de los políticos
La voz de las redes sociales
La voz de nuestros pensamientos (etc)
Todo esto representa millones de
voces. ¿Es complicado verdad?
¿Cómo oír la voz de Dios en medio
de tanta contaminación de voces?
Vamos a considerar (al menos) 3
principios que nos pueden ayudar a lograrlo:
PRIMER PRINCIPIO: COMUNIÓN CON DIOS
Comunión es por definición estar
unido a alguien, ser cercano a esa persona, andar en amistad con ella, ser
compatibles (que puede existir con el otro, puede entenderse con él). Para
comulgar con otra persona tenemos necesariamente que compartir con ella su
misma naturaleza. Observe que la razón por la que muchas personas no comulgan
con otras es porque no piensan igual que ellas. Unos son de una tendencia
política y otros de otra, unos son de derecha otros de izquierda. Como no
coinciden en sus ideas o creencias religiosas, por eso no tienen comunión entre
si. En este principio necesitamos entender que es importante tener comunión con
nuestro Dios. Veamos lo que escribió el Apóstol Juan en cuanto a este tema:
Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros
tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre,
y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro
gozo sea cumplido.
Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado (1 Juan 1: 5-10).
No estamos hablando de cualquier
clase de comunión, sino de una “Comunión
Intima”. Esto debe ser a lo que se refirió el salmista cuando dijo:
La comunión íntima de Jehová es con los que le temen,
Y a ellos hará conocer su pacto (Salmo 25:14).
Y a ellos hará conocer su pacto (Salmo 25:14).
SEGUNDO PRINCIPIO: DISCERNIMIENTO
Discernimiento es (por
definición) esa capacidad que el Espíritu Santo nos da y la cual nos faculta
para hacer clara distinción (separación) entre lo que es y lo que no es. Es la
habilidad de poder decidir entre la verdad y el error, lo bueno y lo malo.
Amados, no creáis a todo
espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas
han salido por el mundo (1 Juan 4:1).
Yo conozco tus obras, y tu arduo
trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los
que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos (Apocalipsis 2: 2).
TERCER PRINCIPIO: PERMANECER ATENTOS
Estar atento es tener la mente
fija en una cosa. A la Comunión Intima
con el Señor le sigue el tener un buen Discernimiento
y a este le sigue el principio de estar siempre Atentos a la voz de Dios. La orden del
Señor es estar atentos.
Hijo mío, está
atento a mis palabras;
Inclina tu oído a mis razones (Proverbios 4:20).
Inclina tu oído a mis razones (Proverbios 4:20).
El riesgo que corre el creyente que descuida su comunión con Dios, que
no aplica el discernimiento para distinguir entre lo verdadero y lo falso, y no
presta debida atención; es muy grande. Por eso el llamado de Dios para su
pueblo es a permanecer “Alerta”. Nos es
licito escuchar las otras voces, pero que ellas no apaguen la principal voz
para nosotros. Muchas voces lo que buscan es distraernos y ocultar de nosotros
la voz más importante (la del Espíritu Santo). Está en nosotros el no permitírselo.
Somos de los que Jesús dijo: “Mis ovejas
oyen mi voz”.
¿Si me entendiste verdad?
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