viernes, 10 de julio de 2020

5 razones por las que el cristiano no debe temer al fin del mundo





1. Sabemos a quién pertenecemos

Somos del Señor, no existe nada ni nadie que pueda arrebatarnos de sus brazos. Pertenecemos al Dios Todopoderoso, Padre amoroso que jamás abandona a sus hijos. No permitamos que la mentira y el engaño del maligno nos hagan dudar de esta (nuestra) realidad.

Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo.
(1 Juan 4:4)

Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano.
(Juan 10:27-28)

Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular.
(Efesios 2:19-20)

Romanos 8:37-39

2. Dios está con nosotros

¡No estamos solos! Podemos estar seguros de eso. Después de su resurrección y antes de subir al cielo, Jesús prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). ¡Él está con nosotros! Es en su presencia donde recibimos toda la fortaleza necesaria para hacer frente a las pruebas de esta vida.

Mientras más nos acerquemos al fin de los tiempos, más experimentaremos catástrofes y momentos de dificultad. Acercarnos a Dios y pasar tiempo con él nos ayudará a recibir el consuelo necesario en esos momentos difíciles de incertidumbre y nos llenará de fuerzas y valentía para continuar. ¡No batallamos solos o con nuestras propias fuerzas! ¡El Rey de Reyes está a nuestro lado!

No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu —dice el Señor Todopoderoso—.
(Zacarías 4:6b)

Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo por mi necedad e ignorancia. ¡Me porté contigo como una bestia! Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha. Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en gloria. ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna.
(Salmo 73:21-26)

...porque el Señor tu Dios está en medio de ti como guerrero victorioso. Se deleitará en ti con gozo, te renovará con su amor, se alegrará por ti con cantos...
(Sofonías 3:17)

Mateo 28:20

3. Dios es bueno y tiene todo el control

La realidad es que la bondad de Dios no ha terminado y todavía él está en el control de todo lo que sucede. Aun en medio de la incertidumbre de los tiempos presentes y de circunstancias que no logramos comprender, tenemos que seguir confiando en la bondad, el amor y el poder de nuestro Dios. ¡Él nunca cambia!

Nada de lo que sucede sorprende a Dios: él conoce el pasado, el presente y el futuro. Y es por eso que él nos dejó en su Palabra un resumen de todo lo que va a suceder. Lo hizo para que nos preparemos y recordemos que él tiene todo en sus manos. Nos toca permanecer firmes en nuestra fe y en la certeza de que Dios está con nosotros. No cedamos a la tentación de dudar: sigamos confiando en nuestro Señor.

Porque el Señor es bueno y su gran amor es eterno; su fidelidad permanece para siempre.
(Salmo 100:5)

Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
(Romanos 8:28)

Reflexión sobre Romanos 8:28, todo ayuda para el bien

Nahúm 1:7

4. Sabemos quién es el vencedor

Puede que veamos mucha maldad a nuestro alrededor y que las circunstancias parezcan confusas. Pero en realidad ya conocemos el final de la historia: ¡Jesús venció! Sí, él ya venció el poder de la muerte y al diablo. En Jesús tenemos paz en medio de las circunstancias y vida en abundancia. ¡Esa es la vida que él nos consiguió por medio de su muerte y su resurrección!

No vivamos como derrotados: Dios es más poderoso que cualquier ataque del enemigo porque Dios es más poderoso que el enemigo. Andemos en esa verdad. Actuemos con mucha prudencia y sabiduría ante los retos de estos tiempos, pero no perdamos de vista que servimos al Dios victorioso, el Rey de Reyes, ¡el vencedor!

Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los que murieron. De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir, pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; después, cuando él venga, los que le pertenecen. Entonces vendrá el fin, cuando él entregue el reino a Dios el Padre, luego de destruir todo dominio, autoridad y poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies.
(1 Corintios 15:20-25)

Luego oí en el cielo un gran clamor: «Han llegado ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo. Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. Por eso, ¡alégrense, cielos, y ustedes que los habitan! Pero ¡ay de la tierra y del mar! El diablo, lleno de furor, ha descendido a ustedes, porque sabe que le queda poco tiempo».
(Apocalipsis 12:10-12)

1 Corintios 15:57

5. Conocemos nuestro destino final

En Apocalipsis encontramos detalles sobre cómo será el fin del mundo. Sabemos lo que sucederá. Esta tierra pasará, no existirá más. Pero los hijos de Dios, los que hayamos recibido a Jesús como Señor y Salvador moraremos con él por la eternidad. El sufrimiento, el dolor, la muerte, la incertidumbre y los desastres, todo eso terminará. Viviremos eternamente con nuestro Padre celestial. Gozaremos del cielo nuevo y la tierra nueva y alabaremos a nuestro Dios por siempre.

Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».
(Apocalipsis 21:3-4)

La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. Sus puertas estarán abiertas todo el día, pues allí no habrá noche. Y llevarán a ella todas las riquezas y el honor de las naciones. Nunca entrará en ella nada impuro, ni los idólatras ni los farsantes, sino solo aquellos que tienen su nombre escrito en el libro de la vida, el libro del Cordero.
(Apocalipsis 21:23-27)

¿Cuál debe ser nuestra respuesta?

Lleva tus temores ante el Señor en oración. ¡Clama a él y recibe su paz! No permitas que el enemigo de las almas te engañe. ¡Resiste sus artimañas usando y proclamando con sabiduría la palabra de Dios! Memoriza versículos bíblicos. Propón en tu corazón cumplir fielmente con el ministerio que Dios te ha dado. ¡Lleva la paz de Jesús a todos los que te rodean!

Queremos ver una gran cosecha de almas rendidas ante Dios. Es tiempo de levantarnos y ser aun más valientes al compartir el amor de Dios, la paz y la esperanza que tenemos en él. Ora, intercede por tus amigos y familiares que aun no conocen al Señor. Que ellos también aprendan a enfrentar sus temores y aflicciones llenos de paz porque tienen una relación personal con Jesús, nuestro Salvador y la certeza de la vida eterna.

subiblia.com
Imagen: JLG en Pixabay

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