jueves, 26 de marzo de 2020

La espiritista de Endor


Para unos, se trata de una auténtica comunicación con el más allá. Para otros no es más que un hecho diabólico.


Detalle del cuadro El espíritu de Samuel invocado por Saúl, del pintor ruso Nikiforovich Dmitry Martynov. / Wikimedia Commons



Enfoque JUAN ANTONIO MONROY

Antes de escribir sobre la vida de esta mujer quiero ocuparme del tema del qué trata el capítulo 28 en el primer libro de Samuel: el espiritismo.

¿Qué es el espiritismo? En dos palabras: La creencia de que los vivos pueden comunicarse con los muertos. Esta doctrina estudia la naturaleza, origen y destino de los espíritus y sus relaciones con el mundo corporal.

Los historiadores del espiritismo fechan su origen en Nueva York hacia los años 1840. La familia Fox decía oír golpes extraños en la casa, principalmente en la gran mesa del comedor. Sin más pruebas, el padre interpretó que se trataba de mensajes dirigidos desde el más allá a sus pequeñas hijas Catalina y Margarita. Convertidas en mujeres adultas las dos se dedicaron a ejercer como “mediums”. El movimiento espiritista se propagó inmediatamente por Estados Unidos y llegó a Europa. En este continente sus más altos representantes fueron el francés Alan Karder y el escocés Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes.

Entre los libros publicados por Karder el más conocido es El Evangelio según el espiritismo. Doyle defendió el espiritismo en su obra Historia del espiritualismo.

Existe un espiritismo vulgar, prefabricado, de mentira, consistente en reunir a varias personas entorno a una mesa y la que preside el grupo, la médium, tras la creación de un ambiente apropiado, en juego con las emociones, invoca a algún muerto y esperan respuestas del otro lado mediante unos toques en la mesa. Existe también un llamado espiritismo científico, defendido en sus libros por Alan Karder, Conan Doyle y otros más cercanos a nuestros tiempos.

Millones de personas en el mundo tienen sus propias ideas sobre la vida después la muerte. Para muchos, los espíritus de los muertos están enterados en el más allá de lo que les ocurre en el más acá a familiares que aún permanece en la tierra.

La historia que en la Biblia protagoniza la espiritista de Endor ha sido mil veces estudiada y expuesta por comentaristas del Antiguo Testamento, católicos y protestantes, conservadores y liberales. Para unos, se trata de una auténtica comunicación con el más allá. Para otros no es más que un hecho diabólico. San Agustín decía que el espíritu de Samuel sólo era un fantasma con el que especuló la mujer. Tomás de Aquino fue más allá, afirmó que no fue Samuel quien respondió a la mujer, sino el demonio. En estas letras me abstengo de interpretar, que no es la intención mía; me limitaré a explicar literalmente lo que la Biblia dice, siguiendo el principio de mis ideas, hablar donde la Biblia habla y callar donde la Biblia calla.

Los filisteos, enemigos eternos de Israel, acamparon en Sunem, un lugar situado en la falda oriental del pequeño Hermon. A diez kilómetros de distancia al norte del monte Gilboa estaba el ejército de Israel, mandado por el rey Saúl. Cuando Saúl, desde la cumbre del monte, vió a los miles de filisteos que aguardaban la batalla, “tuvo miedo y se turbó su corazón en gran manera”. En este estado de temblor, presintiendo una próxima catástrofe, consultó a Jehová. Era de los que se acordaban de Dios cuando llovía. ¿Qué sentido tenía aquella consulta? ¿Simple curiosidad? ¿Saber lo que Jehová pensaba de aquella batalla? ¿Recibir tácticas guerreras desde lo alto? “Consultó Saúl a Jehová, pero Jehová no le respondió”. Desesperado, dio a varios de sus soldados esta orden: “Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación para que yo vaya a ella, y por medio de ella pregunte”.

No fue difícil. En Endor, ciudad perteneciente a la tribu de Manasés, al sur del monte Tabor, los soldados hallaron a la mujer apropiada. Una espiritista cuyo nombre no se menciona en la Biblia.

Saúl deja sus vestiduras reales, utiliza ropa como hombres del pueblo, llega a casa de la espiritista y le dice: “Te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere”.

La mujer se resiste. Sin saber quien era aquel hombre, le recuerda la orden que había dado el rey Saúl de extirpar del reino a todos los adivinos. El disfrazado rey la tranquiliza. Le jura por Jehová que ningún mal le ocurrirá. Cede la mujer. Le pregunta: “¿A quién te haré venir?”. Responde Saúl: “A Samuel”. Cuando la espiritista toma contacto con Samuel, según dice la Escritura inspirada, descubre la mentira.

Le dice: ¿por qué me has engañado? Tú eres Saúl. El rey la tranquiliza. No temas. Sigue tu trabajo. ¿Qué has visto? Dice ella: “Un hombre anciano viene, cubierto de un manto”. Entendió Saúl que se trataba de Samuel. Y tiene lugar el diálogo entre el muerto y el vivo, entre el cielo y la tierra. Primeras palabras de Samuel del otro lado. “¿Por qué me has inquietado haciéndome venir?” Gran lección. Los justos siguen vivos y reposan en el más allá.

Respuesta del rey al profeta: “Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mi y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, por esto te he llamado, para que me declares lo que debo hacer”. Sigue la voz de ultratumba: “¿Por qué me preguntas a mi, si Jehová se ha apartado de ti? Mañana estaréis conmigo tú y tus hijos”.

Tremendo razonamiento: Si Dios se aparta de nosotros no existe hombre alguno, cualquiera sea su jerarquía religiosa, que pueda ayudarnos.

Sobrecogido, despavorido, pálido, Saúl cayó al suelo. Llevaba un día y una noche sin comer. La emoción lo dejo sin fuerzas. La espiritista se portó como una buena madre. Mató un ternero que tenía y obligó al rey a comer. Saúl obedeció. Después de comer abandonó la casa.

Las palabras de Samuel tuvieron exacto cumplimiento. En la batalla contra Israel, los filisteos mataron a tres de sus hijos, entre ellos Jonatán. El mismo rey fue gravemente herido. No queriendo caer prisionero de los filisteos pidió a su escudero que lo matara, a lo cual se negó. “Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella. Así murió Saúl aquel día juntamente con sus tres hijos”.

Los intérpretes de la Biblia andan divididos en sus opiniones respecto a la historia. ¿Fue un auténtico caso de espiritismo como defienden los líderes de esta doctrina? ¿Fue Saúl victima de una embaucadora? ¿Vio ella realmente a Samuel o tenía aprendido el lenguaje de su profesión? ¿Estuvo en su astucia la adivina en contacto con el diablo? Quienes defienden la aparición de muertos citan a Moisés y a Elías, muertos siglos atrás, junto a Jesús en la cima de un monte y a Abraham, Lázaro y el hombre rico de la parábola en Lucas capítulo 16 hablando desde el más allá.

El jesuita Juan Leal, comentando la historia de la espiritista de Endor en el segundo tomo de la biblioteca de autores cristianos, página 359, dice: “El texto parece hablar de una aparición verdadera”.

Nada más puedo añadir.


Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque - La espiritista de Endor

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