sábado, 28 de marzo de 2020

Un giro inesperado

En este tiempo de adversidad yo sigo creyendo en el Dios de lo imposible.



Foto de Daniel Mingook Kim en Unsplash.n Unsplash.


Me despierto a medianoche y pienso que esto no está pasando, que es parte de una pesadilla.

Voy a la cocina para tomar un vaso de agua y encuentro un dibujo pegado en el frigorífico que dice: Todo saldrá bien. Un precioso dibujo que muestra un arcoíris desplegado entre dos nubes sonrientes. Entonces vuelvo a ser consciente de que estoy despierta y que la realidad es eso que yo presagiaba como un mal sueño.

Un giro inesperado, un manotazo frío nos ha acometido a todos con tanta crudeza que algunos aún pensamos que todo esto es irreal. Porque aunque hayamos visto decenas de películas sobre estados de excepción donde la población es atacada por virus mortales, jamás imaginamos que confinados en casa podríamos ser espectadores de primera fila de esto que nos está aconteciendo, un estado de alarma difícil de entender.

Nuestras vidas han experimentado un cambio de sentido ocasionándonos vértigo, tristeza, miedo. Así que, ahora es tiempo de hace uso de todas esas herramientas de las que solemos alardear pero que apenas si utilizamos en el día a día. Valores macerados durante las épocas bien avenidas donde presumimos de poseerlos sin necesidad de ponerlos en práctica. Es tiempo de recolectar lo cultivado y sacarlo a relucir.

Enarbolados de fe dejar de ser holgazanes en la oración y pedir constantemente al Padre que proteja esta gran aldea global. Rogar por quienes sufren los golpes de esta enfermedad, por quienes se ocupan de que nada nos falte: sanitarios, trabajadores de supermercados, farmacéuticos, panaderos, fruteros, pescaderos y así hasta el último eslabón de esta gran cadena de personas que trabajan para que nos lleguen los suministros necesarios y para que la espera no nos llegue a desesperar.

Durante este tiempo de cuarentena quiero hablaros de todo lo que percibo a través de ese pequeño espacio que me permite conectar con el mundo exterior. Un reducido balcón desde el que cada tarde me uno a mis vecinos en un sonoro aplauso, emotivo e intenso en el que además de descargar toda mi energía en forma de agradecimiento a todos los que están haciendo posible que esto no sea un caos, consigo hermanarme con aquellos que abandonan un momento la reclusión y se asoman a balcones, ventanas y me hacen compañía.

Ese balcón me permite conectar con el prójimo en unos momentos en los que la cercanía se ciñe de distanciamiento, donde el contacto es imposible, donde confinados en nuestro pequeño universo nos resulta vital sentir que otros están ahí, cercanamente alejados, pero que sus corazones emiten el mismo golpeteo esperanzador.

¡Todo saldrá bien! Confío en Dios, Él lleva el control de todo.

En este tiempo de adversidad, en la tormenta, cuando la normalidad se percibe lejos, yo sigo creyendo en el Dios de lo imposible. Un Dios que no nos abandona y que protege nuestras vidas guardándolas bajo las sombra de sus alas.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Íntimo - Un giro inesperado

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