Por: Pr. Julio César Barreto
Cuán difícil es para una persona que profesa su fe en Jesús, el observar en el día a día que aun adolece de muchas fallas. Es una batalla que se libra todos los dias, a cada momento, contra muchos defectos de fabrica. Y se preguntan entonces los creyentes: ¿Por qué soy así? ¿Por qué me comporto de la manera contraria a lo que debería ser mi conducta como cristiano? ¿Por qué grito? ¿Por qué me airo? ¿Por qué difamo y a veces hasta calumnio? etc, etc.
Y a la verdad, pareciera que no hay respuestas para estas y otras tantas interrogantes que se plantean los hijos de Dios. Es dificil, no lo podemos negar. Lo más que podemos hacer (y es lo correcto) es al menos lo siguiente:
1. Perseverar en nuestro pensamiento y en nuestro corazón, en las promesas de Dios. El cambio no acontecerá por nuestra fuerza (supuesta fuerza por cierto), sino por el Poder con que Dios suele hacer todas las cosas. Veamos lo que dice el Señor en su Palabra con respecto a este punto:
"Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena
obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que
Jesucristo regrese." Filipenses 1:6
Esta Palabra no deja lugar a duda alguna. Hay alguien que está trabajando en nosotros. Ese alguien es el Espíritu Santo. El trabajo de Dios es paciente, constante, diario, tenáz, amoroso; es semejante a la tarea de un escultor, que va cincelando, moldeando su obra. Él escultor no dejará su obra inconclusa. Dios no parará de trabajar en nosotros; ¡Somos su obra!.
Así que amados mios, sigamos adelante sin desmayar. Confiemos de todo corazón en Dios (nuestro Padre) y sigamos adelante, anhelando cada día ser un mejor conyugue, un mejor amigo, un mejor padre, un mejor empleado... pero sobre todo; procuremos ser un mejor hijo de Dios.
Con la ayuda del Poder del Señor lo lograremos. No en vano se nos prometió "Las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas".
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