Un exitoso banquero especializado en inversiones se encontraba paseando a las cercanías de un muelle, cuando de pronto vio llegar un pequeño y viejo bote navegado por un pescador humilde y solitario.
Asombrado por la calidad de peces que el humilde pescador había capturado, se acercó a él y le preguntó:
– ¿Cuánto tiempo le ha tomado pescar esos peces?
– La verdad, no demasiado, respondió el pescador.
– ¿Y no has pensado en quedarte un poco más de tiempo pescando? De esa manera lograrías obtener muchos más peces.
– No, realmente solo pesco lo necesario para suplir mis necesidades y las de mi familia.
Intrigado por la tranquilidad del pescador pese a su situación tan humilde, el banquero siguió preguntando.
– Pero si tan solo se dedica a pescar un par de horas al día ¿Qué hace usted con el resto de su tiempo?
– Pues verá, luego de pescar regreso a casa, leo algo interesante, juego con mis hijos, ayudo a mi esposa en las labores diarias, duermo una siesta, camino todas las noches al pueblo donde suelo comer, tocar la guitarra y reunirme con mis viejos amigos… Tengo una vida maravillosa y muy divertida.
– Verá usted, buen hombre yo soy un banquero graduado en una de las mejores Universidades del país y creo que podría ayudarle un poco a mejorar su situación económica. Si tan solo invirtiera más de su tiempo en pesca, obtendría mayores ingresos, los cuales podrían servirle para adquirir un barco más grande, con el cual pueda aumentar el numero de sus capturas; con las ganancias podrá ir comprando más barcos y a su vez conformar una flota de botes pesqueros. Y en lugar de vender los pescados a un intermediario, lo haría directamente a un procesador, inclusive teniendo algo de suerte lograría abrir su propia empresa procesadora de ventas. Después de alcanzada esta meta saldría de este pequeño pueblo y se expandiría su compañía por muchos países, llegando a convertirse en una marca muy reconocida…
– Perdone mi interrupción señor banquero, entiendo su idea, pero ¿Cuánto tiempo tardará eso en suceder?
– Bueno yo calculo que entre unos diez y quince años, dependiendo de muchos factores, de las variables del mercado y de su ingreso inversionista.
– Bueno, ¿Y luego qué?
– Aquí viene la mejor parte amigo: Luego de haberse expandido su empresa, usted deberá proponer una oferta inicial de Acciones. Al vender sus acciones, usted se volverá un hombre rico, dueño de millones.
– ¿Millones? ¿Y luego qué?
– Con semejante fortuna te puedes retirar. Adquieres una casita en un pueblo tranquilo cerca de la costa, donde puedas dormir, jugar con tus hijos, cuidar a tu esposa, pescar un poco, compartir con tus amigos, leer un buen libro y disfrutar de la vida.
El pescador con una sonrisa en su rostro le contestó:
– ¿Acaso no es eso lo que ya tengo?
Cuántas personas han desperdiciado su vida andar buscando la falsa felicidad que se esconde tras las riquezas. La verdadera felicidad está en disfrutar las pequeñas cosas que se tiene, aquellas que Dios nos ofrece cada día, el amor, la vida, la familia, los amigos, los buenos momentos son esos tesoros invaluables que no se compran ni con todo el dinero del mundo.
Por encima de todas las cosas que dan felicidad, las personas deben comprender que esto solo se encuentra en Dios, pues lo que la sociedad ofrece es algo pasajero, momentáneo; pero el Señor ha prometido que su bendición es la que enriquece, y no añade con ella tristeza (Proverbios 10:22).
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