“Entonces
Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que
quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de
mí, la hallará”. (Mateo 16: 24-25)
Por: Pr. Julio César Barreto
Las personas por lo general,
quieren llevar una vida sosegada, sin sobresaltos, sin molestias, con
tranquilidad. Ellos hasta tienen su máxima: “Yo no me doy mala vida”. Sin
embargo, estas mismas personas son alcanzadas por el Señor ¿Y qué sucede
entonces? Comienza una confrontación existencial, una lucha interna; porque su
filosofía de vida continúa igual, de tal manera que con nuestras actitudes, es
como que dijéramos: Cristo sufrió, pero yo no, los apóstoles de Cristo
sufrieron, pero yo no, Jesús se hizo pobre siendo rico, pero lo mío es el
“Evangelio de la Prosperidad”. Ser pobre es una maldición, Abraham era
riquísimo.
Así que lo mío es la tranquilidad,
el confort, la prosperidad. A estos creyentes la cruz les produce espanto, no
la quieren, no la entienden, no quieren tocarla, mucho menos cargarla. Y no es
que me esté refiriendo a defender la pobreza, los sufrimientos a ultranza, sino
que la idea es colocar cada cosa en una
balanza, en su justo lugar, porque no todo el que dicen que es pobre, realmente
lo es, ni todo el que dice que es rico, realmente lo es. Entonces es cuestión
de ser muy precisos en los conceptos, para no equivocarnos a la hora de hacer
interpretaciones, y establecer valores.
3 Requisitos para un verdadero Discípulo de Jesús:
Jesús les dice a sus discípulos
que para considerarse como tal, estos
tendrían que cumplir con los siguientes requisitos:
1. Tienen que negarse a sí mismos: Es no querer más que se haga
nuestra voluntad, sino la de Dios. El apóstol Pablo creo que lo describió muy
bien cuando dijo:
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y
ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo
en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”
(Galatas 2:20).
2. Un verdadero discípulo tiene que cargar su cruz: ¿Qué es
eso? Es estar dispuesto a todo por Jesús, incluso hasta morir por Él si fuere
necesario.
"Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo,quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.
Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús" (Hechos 21: 10-13).
Cuando Jesús pasó del discurso de las “Bienaventuranzas” a la Cruz, muchos de los que lo habían seguido lo abandonaron:
"Y permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo,quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.
Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús" (Hechos 21: 10-13).
Cuando Jesús pasó del discurso de las “Bienaventuranzas” a la Cruz, muchos de los que lo habían seguido lo abandonaron:
“Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando
en Capernaum. Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta
palabra; ¿quién la puede oír? …Desde entonces muchos de sus discípulos
volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Juan
6: 60-66).
3. Un verdadero discípulo tiene que seguir a Jesús: Seguir a Jesús es aprender a vivir como Él vivió
mientras estuvo con nosotros en la tierra. Con ese fin nos dejó su Espíritu
Santo para que more con nosotros, y también nos legó su Palabra escrita, para
que le conozcamos y entendamos, que es a fin de cuentas, lo que Él espera de
cada uno de sus discípulos:
“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en
su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en
sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en
entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y
justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová” (Jeremías
9: 23-24).
Algunos le temen a la cruz porque
desconocen lo que ella como un todo significa. Es cierto que llevarla implica
sufrimientos, persecución, menosprecio, y en ocasiones hasta la muerte, pero
también es muy cierto que llevarla significa el Triunfo de Cristo sobre el
infierno y la muerte, sobre el pecado, sobre Satanás y sus huestes de maldad.La cruz significa vida eterna, por causa del que dio su vida por nosotros en ella y resucitó al tercer día.
Cuando seamos capaces de entender
esta gran verdad, y nos
veamos llevando nuestra cruz, lo haremos con confianza, con valor y hasta seremos capaces de sonreír, porque habremos
recibido revelación de las palabras de pablo (inspirado por el Espíritu Santo)
cuando dijo:
“Y a vosotros, estando muertos en pecados y
en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él,
perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había
contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en
la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió
públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” ( Col. 2:
13-15).
Por esto y por mucho más podemos decir con entera confianza: ¡NO LE TEMO A LA CRUZ!
Por esto y por mucho más podemos decir con entera confianza: ¡NO LE TEMO A LA CRUZ!
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