miércoles, 5 de abril de 2017

Instrucciones para escuchar un sermón expositivo: sé un oyente obediente

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Por: Santiago Armel Vásquez

Analizando Santiago 2:19-26, hemos visto algunas instrucciones para seguir cuando escuchamos sermones expositivos.
Observamos que hay dos marcas que distinguen a un buen oyente de la Palabra de Dios: la humildad (de la cual hablamos aquí) y la obediencia.
En este artículo hablaremos instrucciones en relación a la segunda marca. La obediencia es importante al escuchar un sermón. El puritano Thomas Watson lo expreso con estas palabras serias:
“Si oyes bien la Palabra, practica lo que oyes… el oír solamente no será una súplica suficiente en el día del juicio. No podrás simplemente decir: ‘Señor, he oído muchos sermones’ Dios dirá: ‘¿Qué frutos de obediencia habéis dado?’ La palabra predicada no es sólo para informarlos, sino para reformarlos… si oyeron la palabra y no fueron mejorados por Ella, su oído aumentará su condenación … Para oyentes desobedientes sin gracia, cada sermón será como leña para calentar el infierno.”[1]

Un llamado a ser hacedores la Palabra.

En Santiago 1:22-26, leemos:
“Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra, y no hacedor, es semejante a un hombre que mira su rostro natura en un espejo; pues después de mirarse a sí mismo e irse, inmediatamente se olvida de qué clase de persona es. Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace. Si alguno se cree religioso, pero no refrena su lengua, sino que engaña a su propio corazón, la religión del tal es vana.”
¿Por qué Santiago es insistente en su llamado a que escuchemos con atención la Palabra de Dios y la obedezcamos?
  1. Porque si eres un oidor que no cambia, te estas engañando a ti mismo.
No puedo dejar de pensar en Herodes en este punto.
Este hombre disfrutaba escuchar la predicación de Juan el Bautista (Marcos 6:20), pero su vida era un engaño moral detestable, a tal punto que él mismo terminó dando muerte a aquel predicador que tanto admiraba (Mateo 14:6-11).
Haríamos bien en prestar atención a las palabras de George Whitefield:
“Vengan a oír las predicaciones, no por curiosidad, sino por un sincero deseo de conocer y cumplir con su deber. No vengan sólo para tener sus oídos entretenidos, y no vuestros corazones reformados. Sin duda esto debe ser muy desagradable para el Dios Altísimo, así como no beneficioso a vosotros mismos.”
  1. Porque un oyente olvidadizo es perverso.
Es común ver a personas decir luego de escuchar un mensaje, “el predicador tiene que estarme investigando, pues habló justamente de mi situación”. La Palabra tiene la capacidad de desnudar el corazón y mente. La predicación que golpea en la conciencia actúa como un espejo.
Si la predicación ha revelado tu pecado, no pienses que eso es algo para resolver mañana. ¡Hoy es el día en que Dios te llama al arrepentimiento! Aquel que se mira ante el espejo de la Palabra y no toma acción eficaz para reformar su corazón hoy mismo, es una persona irracional.
Muchos han dicho que las palabras más agradables a los oídos de Satanás son: “lo dejaré para mañana”.
  1. Porque el oidor eficaz será bendecido.
¿Quién no quiere ser bendecido por Dios? El que obedece será bienaventurado en todo lo que hace, porque lo que hace es justamente la voluntad de Dios.
Además de las riquezas eternas que Dios promete a sus hijos, también podremos cosechar las bendiciones naturales que se desprenden de obedecer los principios bíblicos en nuestro diario vivir.
Sería valioso considerar las preguntas que el pastor John MacArthur[2] sugiere en relación a cómo aplicar lo que se ha aprendido en un sermón:
  • ¿Existe algún ejemplo que deba seguir?
  • ¿Hay algún mandamiento que debo obedecer?
  • ¿Debo evitar cometer algún error?
  • ¿Tengo algún pecado que debo abandonar?
  • ¿Existe alguna promesa en la cual tengo que confiar?
  • ¿Hay nuevos pensamientos acerca de Dios en los cuales meditar?
  • ¿Tengo nuevos principios bajo los cuales debo vivir?
  1. Porque la persona que habla mucho y obra poco es idólatra.
Es increíble ver a muchas personas en nuestros días hablar de la soberanía de Dios, a la vez que son impacientes y toman decisiones pecaminosas; personas condenando a líderes mentirosos y corruptos en la iglesia, pero mintiendo deliberadamente en sus contextos; personas debatiendo de la supremacía de la Biblia, pero descuidando mucho su vida devocional.
En este punto, no digo que debamos callar las verdades bíblicas que tengamos para hablar. Debemos proclamar con insistencia y pasión las verdades de la gracia.
Sin embargo, esto no se trata principalmente de cuánto hablas acerca de teología reformada. En cambio, se trata de cuan trasformada está tu alma (cp. Santiago 1:26).
Una fe que no obra, es una fe que está muerta (Santiago 2:14-17). Este es un tipo de adoración falsa y, por consiguiente, es idolatría. Aquel que dice ser creyente pero no obedece a Dios, da evidencia de que su adoración sigue centrada en su propio “yo” (cp. Juan 8:44).

Conclusión

Escuchar la Palabra de Dios debe conducirnos a la obediencia. ¿Tenemos corazones dispuestos a obedecer a nuestro Señor?
Consideremos la alerta de Martyn Lloyd-Jones acerca de la necesidad de ser hacedores de la Palabra:
“Si un hombre puede escuchar tal sermón sin ser tocado o movido, me permito consultar si es un cristiano en absoluto. Es inconcebible para mí que un hombre que es un verdadero creyente pueda escuchar una presentación de la excesiva pecaminosidad del pecado y la gloria del Evangelio, sin ser movido.”
Entonces, ¿quieres escuchar un sermón expositivo de la manera correcta? Sé un oyente humilde y obediente.
Solo así podremos recibir de verdad todo lo que nuestro Dios amoroso nos habla en Su Palabra cuando es predicada.

[1] Thomas Watson (1620 – 1683), Los diez mandamientos.
[2] John MacArthur, La Predicación.

Fuente: sdejesucristo.org

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