lunes, 24 de abril de 2017

¡Yo no tengo enemigos Pastor!




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Por: Pr. Julio César Barreto

Hay cosas de las que la gente se cansa de tener que repetirlas vez tras vez. Se vuelve una rutina fastidiosa e indeseable. Algunas de estas situaciones podría mencionar por ejemplo: El aburrimiento laboral, la rutina de los quehaceres en el hogar, arreglar el cuarto, compartir frecuentemente por compromiso con personas que de por sí, son aburridas, etc. Pero entre una lista que puede ser muy larga, aquí les traigo algo que también cansa: Tener que Perdonar. No por el hecho en sí de extenderle a una persona el salvoconducto de la excusa, el cual es un mandato imperativo de Dios y que está plasmado en las Sagradas Escrituras. "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mateo 6:12).


El acto de perdonar es sin lugar a dudas, uno de los gestos más nobles que tenemos los seres humanos. Con ello hacemos posible rehacer aquello que se había venido abajo; reconstruir lo que se había destruido, continuar el camino que se había visto interrumpido. Sin embargo, con todo lo maravilloso que es el gesto de perdonar, no podemos negar que en ocasiones nos hemos sentido rebasados en nuestra paciencia, al tener que soportar tantas veces a una misma persona o a varias, que constantemente tienen un conducta perturbadora, que tienta nuestro recurso de la mansedumbre y nos hacen salir fuera de nuestras casillas. En casos como estos es cuando algunos dicen (decimos) ¿Hasta cuando tendré que perdonar a mi hermano que peque contra mí? ¿70 veces? (Mateo 18: 21-35).

Pero es necesario que seamos capaces de entender la gran importancia del perdón (si realmente deseamos agradar al Señor, si verdaderamente queremos crecer en Su conocimiento) y formar un carácter que se aproxime cada día a la forma de ser de nuestro Señor Jesús. Veamos este caso desde el lado humorístico y saquemos nuestras conclusiones acerca de este tema.


Ya estaba finalizando el servicio Dominical en la Iglesia y el Pastor (en la conclusión de su predicación) se dirigió a la audiencia y les preguntó:

- ¿Cuántos de ustedes han perdonado de todo corazón a sus enemigos?

La gran mayoría levantó su mano en señal de aprobación, con el acostumbrado: ¡Amééén!

El Pastor insistió con la misma pregunta.

Esta vez todos levantaron la mano y al unisono exclamaron: ¡Améééénn!

El Pastor observó que una viejita fue la única que no levantó la mano y le preguntó:

- Hermana Nelly; ¿No está usted dispuesta a perdonar a sus enemigos?

- ¡Yo no tengo enemigos Pastor!, le respondió dulcemente la viejita.

 - El Pastor, muy asombrado le preguntó: ¿Cuántos años tiene usted hermanita Nelly?

- 99, respondió ella.

La congregación (puesta de pie) la aplaudió largamente.

El Pastor le dijo: ¡Esto es verdaderamente asombroso! ¿Podría pasar al frente y decirnos cómo se llega a los 99 años sin tener enemigos?

La dulce ancianita Nelly, pasó al frente y se dirigió a la iglesia y les dijo:

¡Es que ya se murieron Todos!


Amados amig@s mios, tenga en cuenta que será prácticamente imposible que en esta vida no tengamos que perdonar a alguien alguna vez, y en ocasiones (las más difíciles) tendremos que perdonar a una misma, constantemente (será una dura prueba, no me queda la menor duda, pero como lo más seguro es que no lleguemos a 99 años, es mejor que nos aseguremos de perdonar a los que nos ofendan, tantas veces como sea necesario. Sí perdonamos a nuestros  ofensores entonces estaremos en paz con ellos, y al igual que la hermanita Nelly podremos decir: ¡Yo no tengo enemigos Pastor!





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