sábado, 30 de mayo de 2015

¿Qué es Fe? - AELR

                                 


Siempre me ha resultado interesante cómo las personas tienen una noción equivocada del concepto de fe. Admito que hay muchísimos ejemplos de la idea que tiene que ver con “creer sin evidencia,” pero ésta no es la fe a la cual la Biblia se ascribe.
Me parece importante tocar este tema que muchos dan por sentado.

¿Qué, pues, es fe?

La palabra “fe,” es pistis en griego. Pistis significa “confianza.” Fe es confianza.
Y ya. Sencillo.
Sin embargo, las implicaciones de esto tocan todo el aspecto del vivir Cristiano.

La fe es un ejercicio intelectual

Por supuesto, antes de confiar, se necesitan razones para confiar.
En otras palabras, hace falta tener evidencia de que algo es confiable para que puedas poner tu confianza en ello. Por eso es que los médicos – por poner un ejemplo – enmarcan y exhiben sus certificados de doctor y sus honores: para presentarse confiables o dignos de tener tu confianza. Para que se pueda tener fe en ellos.
Por lo tanto, cuando algo se ha demostrado ser confiable es completamente lógico y razonable poner tu fe (confianza) en ello.
Esto requiere uso de nuestra razón y de nuestro juicio para determinar qué es verdaderamente confiable. Por lo tanto, la fe es un ejercicio de nuestro intelecto.
San Agustín decía, en cuanto a esto, que la fe y la razón son como el ojo (razón) y la luz (fe). Por mejor que funcione tu ojo, si no hay luz, se ve nada. De igual forma, toda la luz del universo no te puede ayudar a ver si tu ojo no funciona. Es por esto que la fe y la razón se complementan, no se oponen. Lo opuesto de la fe es la incredulidad; lo opuesto de la razón es la irracionalidad. Tanto la incredulidad como la irracionalidad son prejudicial a nuestro caminar con Cristo.

¿Qué es “tener fe”?

El ejemplo Bíblico de “tener fe” es sencillo. Dice la Palabra que Abraham – el PADRE de la FE – se le pidió que ofreciera a su hijo Isaac. ¿Por qué lo ofreció? Porque tuvo fe.
Nota lo que dice Hebreos 11:18
“[…]habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia[…]”
Abraham tenía conocimiento de que Dios le había llamado la descendencia en Isaac. No en otra persona, sino en Isaac. Abraham sabía. Abraham utilizó su razón – sabiendo todo lo que Dios había hecho hasta ese momento – para tener fe (confiar) en que Dios iba a cumplir su promesa de que en Isaac (no en otro) sería llamada su descendencia. 
Tuvo fe – es decir, confió – en que Dios lo iba a resucitar porque era, para Abraham, la única forma lógica de que Isaac tuviese su descendencia Y agradar a Dios con el sacrificio de Isaac (Hebreos 11:19).
Nota que hubo un conocimiento previo, un razonamiento evidenciado, de lo que Dios había hecho para confiar de que Dios iba a hacer.

“Es, pues, la fe…”

Entonces, la perspectiva de la visión Bíblica de lo que es fe se hace clara:
“Es, pues la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1)
La única manera de estar certero de algo que se espera es saber qué es lo que se está esperando. Y el saber, como hemos visto, requiere conocimiento. Habiendo decidido que las evidencias de algo amerita nuestra confianza, entonces podemos esperar resultados. Ejercemos fe, por ejemplo, cuando pensamos que vamos a mejorar de salud cuando nos tomamos los medicamentos que el doctor recetó. No ha sucedido todavía, pero es lo que esperamos. Lo esperamos por fe; confiando.
De la misma forma, se puede tener convicción de algo que no se ve cuando entendemos lo que sabemos que es cierto para confiar (tener fe) en las implicaciones de eso que ya sabemos. Por ejemplo, no se necesita fe para saber que Jesús  existió. No hace falta fe para saber que lo que Él dijo sobre su propia resurrección es cierto, porque ha sido probada por evidencias. Utilizando estos conocimientos, yo puedo confiar (tener fe) de que lo que dijo de que voy seré resucitado por Él (Juan 6:40) también es cierto. No lo veo, porque aún estoy vivo, pero tengo fe (confianza) de que sucederá.
Por lo tanto, eso de “creer sin saber” o “creer sin evidencia” no le aplica al contexto de la fe de la cual habla la Biblia.

El Cristiano tiene una fe inteligente

Como Cristianos, evaluamos (o deberíamos evaluar) las evidencias históricas de realidad de Jesús: lo que hizo, lo que dijo y Su resurrección para determinar si Jesús es una persona digna de recibir nuestra confianza – es decir, si vale la pena poner nuestra fe en Jesús. Dada las abrumadoras evidencias de lo que hizo, es absolutamente lógico poner nuestra fe en Jesús.
Y eso es fe.

Fuente: verdadyfe.com
Reproducido por: AELR - agaperadiotv.blogspot.com


viernes, 29 de mayo de 2015

¿Qué es Amor? - AELR


        


Esta es una de las preguntas más importantes que uno se puede hacer. Las implicaciones de esta contestación hacen eco en nuestras relaciones (TODAS nuestras relaciones). Interesantemente, no es difícil definir lo que es el Amor.

¿Qué es Amor?

En un sentido general, el amor se podría definir como “Buscar el bienestar máximo de la otra persona.” Es lo que Dios ha hecho con nosotros y es lo que hacemos con las personas que amamos: echar a un lado lo que queremos y buscar el bienestar máximo del otro; porque ese bienestar es, al final, lo que verdaderamente queremos.
Sin embargo, esta definición es para fines prácticos y sólo toca la superficie de todo lo que realmente implica amar.
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Empecemos con una premisa sencilla:

Dios es Amor. (1 Juan 4:8)

Ya. La definición de Amor ha sido establecida: Dios es amor. ¿Qué es amor? Dios.
Eso implica que los atributos del amor le aplican a Dios y vice versa. Veamos un ejemplo sencillo.
En el capítulo 13 de 1 Corintios, todo sabemos que hay una excelente descripción (a diferencia de “definición”) de lo que es amor:
“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser […]” (1 Corintios 13:4-8)
Si le cambiamos las palabras “el amor” por “Dios,” también tenemos una descripción certera de quién es Dios:
[Dios] es sufrido, es benigno; [Dios] no tiene envidia, [Dios] no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. [Dios]nunca deja de ser […]”
Pero eso ya lo sabíamos.
Hay otra característica del Amor que, tal vez, no es tan obvia, pero se puede establecer a base de premisas lógicas con su conclusión:
Premisa #1: Los seres humanos tenemos libre albedrio.
Premisa #2: Todos podemos escoger servir a Dios o rechazarlo.
Premisa #3: Dios es una decisión personal. (por Premisa #1 y Premisa #2)
Premisa #4: Dios es amor (por definición Bíblica)
Premisa #5: Las características de Dios son las misma que las del amor. (Premisa #4)
Conclusión: El amor es una decisión personal. (por Premisa #3 y Premisa #5)
Esta conclusión tiene repercusiones enormes
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Es una decisión importante

Si el amor es una decisión, entonces enamorarse no es algo que sucede, sino que se decide. Por lo tanto, enamorarse de la persona incorrecta – por ejemplo – es algo que nunca tiene que suceder. Cuando nos dejamos llevar por cómo nos sentimos y no por decisiones correctas, entonces no estamos buscando amor – buscamos el romance. El romance no es algo malo en sí, pero es limitado y efímero: cuando se va el sentimiento, pensamos que “se acabó el amor,” cuando – por definición – el amor es eterno porque Dios es eterno y Dios es amor. Amar puede llevar al romance, pero el romance no necesariamente lleva al amor.
El amor no depende de cómo nos sentimos, porque es algo que se decide a pesar de nuestras emociones cambiantes. Si un hombre llega a su casa malhumorado de un horrible día de trabajo, eso no significa que no ama a su esposa. Su amor por ella no depende de cómo él se siente. Ahora, el hecho de que la ama significa que busca su beneficio máximo. Por lo tanto, si quiere agradarla, no puedo hacer las cosas que le gustan a él – tiene que hacer las cosas que le gustan a ella.
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¿Cómo pues, amamos a Dios?

Buscando Su beneficio máximo; buscando agradarle a Él. No como queramos nosotros, sino como Él quiere que lo agrademos.
Tenemos que decidir amar a Dios todos los días. Esa decisión conlleva otras decisiones que demuestran nuestra decisión de amar a Dios, así como amar a alguien conlleva acciones que demuestren tu amor por esa persona a esa persona, no a más nadie.
Por eso es que el amor es un ejercicio intelectual también. Se trata de tomar decisiones y decidir hacer las cosas que conocemos que le agradan al objeto de nuestro amor. Hacer las cosas que creemos que le agrandan no es suficiente. No es lo mismo salir del paso con algo que creemos que le va a agradar que demostrarle a esa persona que nos dedicamos a la tarea y nos esforzamos por conocerla lo suficiente como para saber qué cosas le agradarían.
¿Estamos haciendo un esfuerzo para conocer a Dios lo suficiente como para probarle que lo amamos o sencillamente nos conformamos con lo que creemos que a Dios le agrada?
Los dejamos con las palabras de Jesús:
“¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.” (Juan 14:21)

Fuente: verdadyfe.com
Reproducido por: AELR - agaperadiotv.blogspot.com

¿Dios quiere que yo sea feliz? (Una lección sobre el gozo) - AELR






Hay muchas personas que confunden lo que es gozo con lo que es felicidad. De hecho, muchos los hacen sinónimos. Sin embargo, lo que la Biblia nos presenta es algo diferente.
¿Qué es gozo? ¿Cuál es la diferencia entre gozo y felicidad? ¿Dios quiere que yo sea feliz?
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Dependiendo de la traducción bíblica que se utilice, la palabra “felicidad” aparece unas 30 veces en la Biblia, mientras que la palabra “gozo” sale más de 100. Claramente, el énfasis bíblico no es en nuestra felicidad, sino en nuestro gozo.
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¿Qué es Gozo?

La Teopedia define el gozo como:
“Estado mental y orientación del corazón. Un estado asentado de satisfacción, confianza y esperanza.”
El gozo va más allá de nuestras emociones – es un estado mental. Por lo cual, a diferencia de las emociones, no es alterado ni cambiado por circunstancias, posesiones, ni personas (Salmo 27:5-7). No se pierde porque es parte de nuestro carácter, que – a su vez – está anclado al carácter de Dios.
Esto es importante. El hecho de que el gozo no sea un estado emocional ni de ánimo, sino que es un estado mental significa que – tal como lo dice la Biblia – podemos tener gozo en medio de pruebas y tribulaciones. Esto es porque el gozo no depende de lo que podamos tener, con quién estamos ni las circunstancias en las cuales nos encontremos. Depende de la esperanza y la fe que tenemos en Dios y lo que ha hecho.
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¿Qué es felicidad?

No importa dónde busques la definición de felicidad,  la definición tiene que ver con:
“El estado de ánimo de la persona que se encuentra plenamente satisfecha al tener lo que desea o disfrutar de una cosa buena
La diferencia primordial entre el gozo y la felicidad es que una es un estado mental y la otra un estado de ánimo. Este estado de ánimo es efímero, ya que depende de bienes materiales, circunstancias o de personas que tengan que ver con lo anterior. Si se daña el bien material, si cambian las circunstancias o si alguien nos traiciona, nuestro estado de ánimo cambia y dejamos de ser felices.
Sin embargo, el gozo (que es parte de nuestro carácter) está basado en el carácter inmutable de Dios y lo que ha hecho.
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¿De dónde viene nuestro gozo?

La Biblia nos da algunas fuentes importantísimas de nuestro gozo:
  1. Nuestra Fe (Romanos 15:3; Filipenses 1:25)
  2. Nuestra Salvación (Salmo 9:14; Filipenses 4:4)
  3. La Vida Eterna (Salmo 16:11; Romanos 14:17)
Nota que ninguna de estas cosas dependen de nuestro estado de ánimo. Son cosas que dispone Dios. No sólo eso, sino que, al ser parte del Fruto del Espíritu, es un atributo que es parte del carácter de Dios – el cual pone en nosotros a medida que crecemos en Él.
Esto significa que nuestro gozo no viene de nada en la Tierra. Es por esto que nuestro gozo puede permanecer a pesar de nuestras circunstancias terrenales – porque no viene ni depende de nada aparte de Dios.
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¿Dios quiere que seamos felices?

El problema no está en que seamos felices. ¡No hay problema con ser feliz!
El problema llega cuando hacemos de la felicidad una meta que debemos y tenemos que alcanzar. Cuando esto sucede, entonces pensamos que Dios existe para que seamos felices – y esto es un pensamiento peligroso.
¿Por qué?
Primero, esto asume que Dios es tu empleado. Si te encuentras en una situación en la cual no tienes felicidad (o te produce tristeza), entonces ¿dónde está Dios? Dios no es un amuleto para usarse a conveniencia.
Segundo, muchas veces el obedecer a Dios no nos trae felicidad. Piensa en Jesús. Jesús no quería morir (Lucas 22:42). ¿Crees que Jesús estaba feliz cuando lo estaban matando? ¡Claro que no! Pero, ¿qué dice la Biblia? Dice que “[…] por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz […]” (Hebreos 12:2). ¡Jesús estaba gozoso y estaba sufriendo también! El gozo es lo que nos motiva a obedecer a Dios, aún cuando obedecerlo no nos hace feliz. Probablemente traería felicidad a tu vida matar el perro del vecino que ladra todas las noches a las 3 am. Pero, obedecer el mandato de amar al prójimo va por encima de lo que te haría feliz, por ejemplo.
Tercero, si tenemos la felicidad como una meta en nuestras vidas, inevitablemente se encontrará con nuestro deseo de obedecer y agradar a Dios. Si pensamos que Dios quiere que seamos felices y lo que nos hace feliz es algo contrario a la Biblia, entonces nos vamos a confundir. “¡¿Cómo es posible que Dios esté en contra de que yo esté feliz?!” No es que Dios no quiere que sea feliz – es que tu salvación le importa mucho más que tu felicidad.
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Cuando nuestra meta es agradar a Dios – sabiendo que Él es la fuente de nuestro gozo – creamos en nosotros una perspectiva divina. Empezamos a entender que se puede vivir una vida absolutamente llena de gozo sin un solo día de felicidad. Porque el gozo depende de las cosas que Dios nos ha dado (la salvación y la esperanza de una vida eterna, por ejemplo).
Lo más importante es entender que el gozo es muchísimo más y mejor que cualquier felicidad que podamos tener en este mundo. No hay problema con ser felices – pero el gozo sobrepasa cualquier expectativa que se tenga de la felicidad.
Aunque en ocasiones nuestro gozo produce felicidad, lo importante es que nuestra felicidad no sea nuestra meta.
Por esta razón, nuestra esperanza es que el gozo que viene de saber que somos salvos, de que hemos creído en lo correcto y de que tenemos una vida eterna segura en Cristo Jesús sea lo que nos mueva a obedecerlo – a pesar de nuestros ánimos cambiantes.

Fuente: verdadyfe.com
Reproducido por: AELR - (Agape en la radio) 

miércoles, 27 de mayo de 2015

¿Cómo amamos a Dios? - AELR








Por lo general, cuando le preguntas a un Cristiano si ama a Dios, no tardará en contestar de una forma positiva y enfática. Sí, amamos a Dios y no tememos duda de ello. Ahora, cuando alguien te pregunta: “¿Cómo es que se ama a Dios?”, ¿qué contestarías?
¿Sabemos cómo amar a Dios? O, más importante aún: ¿estamos amando a Dios correctamente?
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¿Amamos correctamente?

Cuando amamos a una persona, no la podemos amar como a nosotros nos plazca amarla – ¡eso no es amar!
Imagina que a tu pareja le fascina el béisbol y el sushi. Sin embargo, a ti te gusta la comida italiana y el cine. En el día de tu cumpleaños, tu pareja hace un día perfecto: ¡taquillas de primera fila para el partido de béisbol y reservaciones en el mejor restaurante de sushi de la cuidad! ¿Qué pensarías? ¿Te sentirías amado/a?
¡Claro que no!
Cuando queremos demostrarle a una persona que la amamos, buscamos las cosas que le agradan a esa persona. Hacemos las cosas que le gustan a esa persona para que vea que estamos muy interesados en agradarle. Pero para poder lograr esto, tenemos que pasar tiempo con la persona y dedicarnos a conocerla.
Si hacemos cosas para otros que sólo nos gustan a nosotros, no estamos amando correctamente. Amamos a alguien cuando nos sacrificamos para amar a esa persona de la forma que quiere ser amada.
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¿Cómo amamos a Dios?

Sencillo. En Mateo 22:37-38 lo resume de la siguiente manera:
Jesús contestó:
—“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”Este es el primer mandamiento y el más importante.
Amamos a Dios cuando lo amamos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente. Fácil, ¿no?
No, necesariamente.
¿Sabemos qué es nuestro corazón? ¿Cómo puedo amar a Dios con mi corazón? ¿Qué tal tu alma? ¿Qué es? ¿Cómo se ama a Dios con mi alma? ¿Con mi mente?
Muchas veces leemos este versículo y lo resumimos: “hay que amar a Dios con todo lo que somos” y ya. Pero Jesús hace una distinción entre cada aspecto de quiénes somos. El hecho de que Jesús haya puesto la palabra “y” significa que tiene que ser con todos estos aspectos a la vez – no puedo amar a Dios con mi corazón, pero no mi alma, por ejemplo.
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Entonces, ¿qué es mi corazón? ¿Cómo amo a Dios con mi corazón?

Nuestro corazón es el centro de nuestros deseos y nuestra voluntad (Éxodo 35:5; Deuteronomio 8:2; Romanos 2:5). Además, es  dónde viven nuestros sentimientos (Provervios 14:30; 23:17).
Esto significa que para amar a Dios con nuestro corazón necesitamos fundamentar nuestros deseos en Su Palabra, rendir nuestra voluntad a la voluntad de Dios y guiar nuestros sentimientos a través de Su verdad. Y ésto no es fácil.
Hacer la voluntad de Dios por encima de lo que a nosotros nos gusta no siempre trae felicidad -  pero siempre trae gozo. Cuando entendemos que no vivimos para nosotros, lo que nosotros queremos no es lo importante. Después de todo, cuando amamos, nos olvidamos de lo que queremos para agradar a la otra persona.
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¿Qué es mi alma? ¿Cómo amo a Dios con mi alma?

Nuestra alma es nuestro “yo” inmaterial – el centro de nuestra personalidad y nuestro carácter (Mateo 10:28; Juan 12:25). Quién tú eres es lo que se conoce como “alma.”
C.S. Lewis capturó la esencia de lo que es el alma:
“Tú no tienes un alma – tu ERES un alma. Lo que tienes es un cuerpo.”
Cuando miras a una persona, no estás viendo a la persona – estás viendo en dónde está la persona: su cuerpo. No puedes ver lo que hace a una persona ser esa persona – porque esa parte no es material. Su personalidad, su carácter, su forma de ser – todo esto es el alma y no hay características físicas para describirla. Si toman tu alma y la ponen en el cuerpo de tu amigo o amiga, vas a seguir siendo tú – pero en el cuerpo de tu amigo/a; porque no eres tu cuerpo: ¡eres tu alma!
Por lo tanto, amamos a Dios con nuestra alma cuando nos dedicamos a Dios de forma que Él moldee nuestro carácter al suyo, para que nuestra personalidad lo refleje en todo lo que digamos y hagamos.
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Y, ¿la mente?

Nuestra mente es el centro de nuestra razón y nuestros pensamientos (Romanos 14:5; Filipenses 4:8; Colosenses 3:2). Es el portero de nuestro ser – lo que guarda nuestro corazón y vigila las acciones de nuestra alma.
La forma de amar a Dios con nuestra mente es sencilla. Amamos a Dios con nuestra mente cuando  la exponemos a la verdad: Su Palabra (Juan 17:17) y la persona de Jesús (Juan 14:6; 18:37).
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¿Por qué hay que amar a Dios con las tres?

El corazón, el alma y la mente trabajan juntos. ¡Es a través de esta integración que amamos a Dios como Él quiere ser amado! ¿Cómo se integran?
Primero, la mente recibe.
Por esto es tan importante conocer la Verdad de Dios. Es en la mente donde decidimos qué es lo correcto y qué no. Es en la mente que aceptamos o rechazamos ideas, información y todo lo demás que recibe. Si no tenemos una medida correcta de lo que es verdad, entonces no sabremos reconocer lo que no es verdad. Para poder conocer la mentira, primero hay que conocer la verdad. No se puede saber cuando una línea es curva, sin antes saber cómo es una línea recta.
Segundo, el corazón cree.
Una vez nuestra mente acepta algo, el corazón lo cree como cierto – aunque no lo sea. Si nuestra mente no conoce la verdad, nuestro corazón creerá mentiras. Piénsalo. ¿Nunca has creído en algo que no era verdad? Es nuestro corazón el que se duele cuando nos damos cuenta que creíamos en una mentira. Por esto es que la Biblia nos dice que guardemos nuestro corazón. Guardar nuestro corazón no es cerrarlo ante todo – es ser sabios sobre qué entra en él.
Tercero, el alma vive.
Cuando nuestro corazón cree, nosotros vivimos según esas creencias. Nuestra personalidad, nuestro carácter y todo nuestro ser tomará decisiones y acciones a base de ello. Cuando la Palabra nos dice que del “corazón mana la vida” es porque, una vez el corazón se convence de algo, el alma lo vive y lo expresa.
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Al estar tan integrados nuestro corazón, alma y mente, es certero decir que: o amamos a Dios con TODO lo que somos – o no amamos a Dios.
Para amar a Dios, tenemos que amarlo de la forma que Él quiere ser amado, no como nosotros queramos amarlo. La forma correcta de amar a Dios es con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente – ¡incluyendo todo lo que eso implica!

Fuente: verdadyfe.com
Reproducido por: AELR (Ágape en la radio)

¿Qué significa adorar “en espíritu y en verdad”? - AELR




Si eres Cristiano/a, sin duda has escuchado la frase “hay que adorar a Dios en espíritu y en verdad.” Suena bonito y es una excelente exhortación – ¡hasta que nos damos cuenta que, por lo general, nadie lo explica! Nos dicen que debemos adorar a Dios en espíritu y verdad, pero no nos dicen qué significa ni cómo hacerlo.
¿Qué es adorar en espíritu y verdad? ¿Cómo adoro a Dios en espíritu y verdad?
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¿De dónde sale la idea de adorar en espíritu y verdad?

Esta idea de que adoremos a Dios en “espíritu y verdad” sale de la conversación que Jesús tuvo con una mujer samaritana en Juan 4:6-30. En esta conversación, la mujer discutía los lugares de adoración con Jesús; ella preguntó por qué los judíos querían que se adorase a Dios en Jerusalén, pero los samaritanos decían en el Monte Gerizim (v. 19-20).
Jesús entonces revela algo muy importante:
Pero se acerca el tiempo —de hecho, ya ha llegado— cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera. Pues Dios es Espíritu, por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. (Juan 4:23-24)
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En Contexto: ¿A qué se refería Jesús?

La lección que Jesús le trajo a la mujer samaritana fue sencilla: la adoración a Dios no se debe limitar a una localización geográfica o necesariamente regulada por las provisiones temporeras de las leyes del antiguo testamento. Al llegar Jesús, la separación entre judío y gentil no era relevante – ni tampoco lo central del templo de adoración. Cristo consiguió acceso equitativo para todos a través de Él.
Por lo cual, la adoración se convirtió en un asunto del corazón (no acciones externas), dirigido por la verdad, no la ceremonia.
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¿Qué es nuestro “espíritu”?

En un importante articulo anterior, se menciona algo que dice en Deuteronomio 6:4, que Jesús repite en Mateo 22:37-38. Todos lo conocemos:
—“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”Este es el primer mandamiento y el más importante.
Para poder adorar a Dios en espíritu y verdad necesariamente incluye amarlo con todo nuestro corazón, toda nuestra alma y toda nuestra mente.
¿Por qué?
Porque nuestro espíritu es todo lo que somos: nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente.
Esa parte inmaterial de nosotros que cubre nuestras emociones, nuesto carácter y nuestros pensamientos (en el artículo anteriormente enlazado hay una descripición un poco más a fondo sobre qué es nuestro corazón, qué es nuestra alma y qué es nuestra mente). Por lo tanto, una adoración como Jesús la describió requiere una sintonía y harmonización de todo lo que somos dirigido a un solo propósito: agradarlo a Él con todos los aspectos de quiénes somos.
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¿Qué es “en verdad”?

El hecho de que nuestra adoración también debe ser “en verdad” significa que nuestra adoración está correctamente informada. Es decir, a menos que tengamos un conocimiento sobre el Dios que adoramos (Sus atributos, Sus obras y Sus promesas), no se puede adorar “en verdad.”
Una adoración a Dios “en verdad” es diferente a “de verdad” o “de veras.” La sinceridad de nuestra adoración no tiene que ver con Dios ni Sus atributos. Cuando adoramos en verdad, nos colocamos en el centro de la realidad sobre quién es Él, el conocimiento de lo que ha hecho y la confianza  de lo que ha dicho.
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Adorando “en espíritu y verdad”

Tanto nuestro espíritu como la verdad y realidad de quién es Dios deben estar presentes para que nuestra adoración honre a Dios.
El espíritu sin la verdad conduce a una experiencia llana, sobre-emocional y eufórica. Una vez cese la emoción – cuando se va el momento – también nuestra adoración. Por otro lado, La verdad sin espíritu nos puede llevar a cierto tipo de legalismo, sin gozo y sin pasión.
La combinación de ambos aspectos de la adoración nos lleva a una apreciación gozosa de Dios, a la luz de las Escrituras. Mientras más conocemos sobre Dios, más aspectos de Su grandeza podemos adorar. Mientras más conocemos, más profunda será nuestra adoración. Mientras más profunda nuestra adoración, Dios es más glorificado.
Es la verdad, y sólo la verdad, lo que puede influir de forma apropiada sobre nuestras emociones de tal manera que honren a Dios. La verdad de Dios, siendo de infinito valor, merece infinita pasión. El hecho de que la adoración sea algo tan íntegro y abarcador de nuestro ser, no se limita – como bien dijo Jesús – a un lugar, sino que adoramos a Dios con cómo vivimos. Por lo tanto, aunque nuestra expresión de adoración puede variar (puede ser más pasiva o expresiva), lo que importa es a quién adoras y que lo adores “en espíritu y verdad.”

Fuente: verdadyfe.com
Reproducido por: AELR (Ágape en la radio)
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Entonces has decidido leer la Biblia. ¡Excelente decisión! - AELR




Quiero empezar diciendo que, en realidad, no hay una manera técnicamente incorrecta de leer la Biblia (en cuanto a su orden). Si deseas comenzar a leer, ¡adelante!
Sin embargo, hay maneras de leerla que la hacen más fácil de entender. Hay muchísimas guías de lectura que ayudan a organizar la Biblia para lecturas cómodas diarias (existen hasta aplicaciones que te ayudan en el proceso). Estas son mis recomendaciones personales.
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Debo comenzar diciendo que tenemos que entender que la Biblia se trata de una cosa y sólo una cosa:
Jesús.
Él dijo: “Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor!” (Juan 5:39) Sin Jesús, no hubiese historia que contar. Las profecías del Antiguo Testamento se cumplen en Él. Él es el plan de redención. Él es quién salva. Es a través de Él que Dios retomará posesión de la Tierra que creó.
Por lo tanto, la mejor manera de leer la Biblia es conociendo la persona de Jesús – personal y contextualmente. Es por esta razón que recomiendo que se comience a leer y estudiar la Biblia en los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). Entro en detalle brevemente.
Recordatorios:
  • Siempre ora antes de leer la Biblia y exponerte a la Palabra de Dios. Pídele a Dios que abra tu corazón y agudize tu mente para que Él te pueda enseñar a través de Su Palabra.
  • Siempre ora DESPUÉS de leer la Biblia y exponerte a la Palabra de Dios. Agradece el tiempo que estuviste con Él y pídele que te recuerde vivir lo que leíste diariamente.
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Ahora bien, ¿cuál de estas dos aseveraciones te describe mejor?
  1. “Hace poco acepté a Jesús como mi salvador y quiero empezar a leer la Biblia.”
  2. “Soy Cristiano/a hace tiempo y no he leído la Biblia en su totalidad.”
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Si te identificas con la aseveración #1, entonces deberías comenzar a leer en la Primera Epístola de Juan (1 Juan).
¿Por qué?
Si el Cristianismo tuviese un compendio, sería 1era de Juan. Pienso que, sobre lo demás, debes conocer sobre lo que Jesús hizo por tí y qué tiene que ver eso contigo antes de leer sobre la persona de Jesús. Una vez entiendas qué Jesús hizo por tí y por qué creemos en su sacrificio, entonces podemos entender por qué lo hizo, aprendiendo sobre Su vida.
Por esta razón, una vez termines 1 Juan, comienza a leer el Nuevo Testamento (comenzando con Mateo) – en ORDEN – incluyendo 1 Juan nuevamente cuando llegues. Otro punto de partida común es el Evangelio de Juan. No hay problema. Una vez termines Juan, empieza el Nuevo Testamento en Mateo y lees hasta Apocalipsis.
Cuando termines Apocalipsis, comienza en Génesis y lee hasta Apocalipsis, repitiendo los libros que ya leíste.
¿Qué pasa cuando llego a Apocalipsis por segunda vez? Empieza otra vez en Génesis.
¿Qué pasa cuando llego a Apocalipsis por tercera vez? Empieza otra vez en Génesis.
Nunca dejes de leer la Biblia. Nunca.
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Si te identificas con la aseveración #2, comienza en el Nuevo Testamento.
Desde Mateo hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis. Luego, de Génesis hasta Apocalipsis.
…y así sucesivamente.
Y cuando seas tan y tan anciano/a que tengas cataratas en los ojos y no puedas ver, ¿qué haces?
Le pides a tu nieto que te lea la Biblia. Desde Génesis hasta Apocalipsis.
En otras palabras: NUNCA DEJES DE LEER LA BIBLIA. NUNCA.


Fuente: verdadyfe.com
Reproducido por: AELR (Ágape en la radio)

Libres de la aflicción