William Kennedy
¿Cuál es la función del Espíritu Santo?
¿Qué
es lo que el Espíritu Santo hace por nosotros? Todo lo que tenga un
valor eterno en esta vida y en la eternidad viene a través de la obra
del Espíritu Santo en nuestras vidas. Sí
queremos seguir a Jesús, y vemos que necesitamos ayuda para hacerlo,
Dios envía Su Espíritu Santo. Solamente tenemos que pedir y ser
obedientes para poder recibirlo. (Lucas 11:9-13; Hechos 5:32) Cuando
llegamos a ser discípulos y recibimos el Espíritu Santo, este comienza a
trabajar en nosotros, para transformarnos a la imagen de Cristo
(Romanos 8:29). Los discípulos tienen su mente en las cosas del
Espíritu, y serán guiados a vida y paz.
El Espíritu Santo nos da poder
“pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y
me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo
último de la tierra.” Hechos 1:8.
¿Para qué es el poder del Espíritu Santo? Pablo
testificó que era su “anhelo y esperanza” que por la vida o muerte
Jesús sería magnificado en su cuerpo. (Filipenses 1:20) La función más
grande que cumple el Espíritu Santo es fortalecer a Sus discípulos para
ser transformados a la imagen de Jesús; Su vida se manifiesta en
nosotros, siempre y cuando mantengamos la muerte del Señor Jesús en
nuestros cuerpos (2 Corintios 4: 10-11). Así damos testimonio de Jesucristo. No
es posible para nosotros hacer esto con nuestra propia fuerza, sólo es
posible a través del poder que el Espíritu Santo nos da.
Jesús
abrió un camino nuevo y vivo a través de Su carne por el Espíritu
eterno, y se ofreció a sí mismo sin mancha ante Dios, por eso también es
posible para nosotros servir al Dios viviente en las obras que ha
preparado de antemano para nosotros. (Hebreos 9:14; Hebreos 10:20) El
Espíritu Santo nos guiará y nos enseñará la obediencia a la Palabra de
Dios en nuestros padecimientos y seremos perfeccionados, tal como Jesús
lo fue. (Hebreos 5:7-9)
Jesús
dice que su Padre es glorificado cuando Sus discípulos llevan
fruto. Aquellos que lleven frutos serán limpiados para que lleven aún
mas frutos (Juan 15:2,8). Este es el proceso de la santificación a
través del Espíritu Santo, el cual nos lleva a tomar parte de la gloria
de Jesús (Sus virtudes) (2 Tesalonicenses 2:14). ¡El poder del Espíritu
Santo fortalece nuestra propia voluntad para no desanimarnos, y para
poder permanecer firmes sin desmayar hasta el final!
El Espíritu Santo es nuestro Consolador
Jesús
llamó al Espíritu Santo el Consolador. (Juan 15:26) Este nos guiará a
toda la verdad, mostrándonos y haciéndonos reconocer nuestro pecado, la
justicia y el juicio. (Juan 16: 8-15) Nos podremos ver a nosotros
mismos, lo que mora en nuestra carne, a través del Espíritu en la luz de
la Palabra de Dios.
El Espíritu Santo nos da poder para vencer sobre el pecado consciente. Está escrito que si andamos en el Espíritu
no satisfagamos los deseos de la carne (Gálatas 5:16). Si andamos en el
Espíritu y vivimos en el Espíritu, no nos volveremos vanagloriosos,
irritándonos y envidiándonos unos a otros (Gálatas 5: 25-26). ¡Piensa en
la comunión que surge de esta obra del Espíritu, mientras los frutos
del Espíritu crecen en nosotros cada vez más!
El Espíritu Santo es nuestro intercesor
Otra
tarea del Espíritu Santo es que es nuestro intercesor. (Romanos 8:26)
Él tomará lo que es de Jesús y nos lo hará saber (Juan 16: 13-15).
Nosotros no oramos como deberíamos, pero el Espíritu sabe como debemos
orar. Por el Espíritu somos llevados a diferentes situaciones en la vida
diaria que hacen que nuestra carne reaccione. Estas situaciones nos dan
luz sobre el pecado que mora en en nosotros (en nuestra carne). Todos
reaccionamos de diferentes maneras, ya sea por palabra o por acción. Sí
pensamos en lo que hemos dicho o hecho, veremos que el pecado estuvo
presente. No fueron las virtudes las que se manifestaron, pero sí
nuestra naturaleza humana. Nos damos cuenta que hicimos los que odiamos,
tal como Pablo escribe en Romanos 7:18-25.
Estas
acciones involuntarias que provienen de la carne y son puestas a la
luz, se les conocen como “obras del cuerpo” y pueden presentarse como
pensamientos, palabras e incluso acciones. No hay condenación por estas
obras, porque no estamos de acuerdo en pecar conscientemente.
Sin embargo, a través del Espíritu, podemos vencer estas acciones
involuntarias después de que han salido de nuestros cuerpos; primero
amando y reconociendo la verdad sobre lo que pasó, y luego estando en
desacuerdo y odiarlas. “Porque si vivís según la carne, morirás; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” Romanos 8:13. Cuando el Espíritu es mi guía y mi fortaleza, continuo andando en la luz y puedo vencer estas obras antes de que sucedan de nuevo.
El Espíritu Santo da dones
Jesus
les repartió variedad de dones a Sus discípulos; dones de sanidad, de
profecía, de hablar en lenguas e interpretación, de la palabra del
conocimiento, de la palabra de sabiduría, de hacer milagros, de
discernir a los espíritus, etcétera. El Espíritu Santo dió tales dones
para provecho de cada uno. Son utilizados por sus discípulos para
construir y edificar el cuerpo terrenal de Cristo. “… hasta que
todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de
Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo.” Efesios 4: 12-13.
Pablo exhortó a procurar pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente. Luego describe las cualidades del amor, y dice que sin ellas, no somos nada.
“El amor es sufrido es benigno; el amor no tiene envidia; el amor no
es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo
suyo; no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas
se goza en la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo
lo soporta. El amor nunca deja de ser.” 1 Corintios 13: 4-8.
Dejémonos medir por estas cualidades divinas, y dejemos que el Espíritu
Santo trabaje con nosotros, para que podamos llegar a ellas en verdad.
“…para
que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos
con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo
por la fe en vuestros corazones, a fin de que arraigados y cimentados en
amor, seas plenamente capaces de comprender con todos los santos cual
sea la anchura, longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el
amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de
toda la plenitud de Dios.” Efesios 3: 16-19.
Una
vocación asombrosa, una gloria magnifica, a través del trabajo del
Espíritu Santo. Humillémonos profundamente bajo la poderosa mano de
Dios, a través de la guía de su Espíritu, para que la gracia venga sobre
nosotros, y lleguemos a esa plenitud. De modo que hagamos lo que Pablo
exhortó a Timoteo, ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que
tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. (1 Timoteo 4:15).
Fuente: https://cristianismoactivo.org