martes, 15 de mayo de 2018

¿Uso mis talentos para bendecir o para impresionar?







Algunos recibieron el talento para tocar música extraordinaria. Otros tienen el don de la palabra. Otros tienen la visión para ver las necesidades de las personas que los rodean. Y otros quizás sienten que no han recibido tantos talentos.

No todos fuimos creados con las mismas capacidades, pero hemos recibido la misma posibilidad para hacer el bien. Existen diferentes maneras en las que puedo usar los talentos que he recibido. Puedo bendecir a otros…o puedo ser egoísta, o buscar elogio y admiración. Debo purificarme a mí mismo… ¿Cuáles son mis metas y mis propósitos? ¿Qué hay en mi corazón?

“¡Mírame! ¡Mira lo que sé hacer!” Quizás no lo digo en voz alta, pero debo reconocer que probablemente lo pienso con frecuencia. Mis ojos miran hacia las personas que me rodean para ver cuál es su reacción y qué es lo que dicen, “¡Wow, si eres bueno haciendo eso!” ¿Pero, me doy cuenta cuanta intranquilidad y egoísmo proviene de esto? Si pienso que mis habilidades son suficientes para conducirme a una vida alegre y feliz, entonces perdí el enfoque de mi meta.

Usar mis talentos para Dios

 

¿Cuál es el motivo por el que Dios me confió los talentos que tengo? ¿Qué quiere él que haga con ellos? Esto se explica en Filipenses 2: 3: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.” Podemos usar nuestros talentos para servir a Dios, y una parte de esto es servir a los demás – con humildad estimar a los demás superiores a uno mismo.

La humildad no es muy popular en estos días. El espíritu de este tiempo ya nos enseña desde muy joven a enaltecernos. Lo aprendemos de los famosos y de las estrellas del deporte a quienes les gusta difundir que son muy hábiles. ¿Me voy a  dejar influenciar de esto, de manera que espero o incluso exijo honra de los demás cuando hago bien alguna cosa? Disfrutar la admiración de otras personas puede ser atractivo, pero detrás del telón hay una vida que solo se vive para recibir honra, es una fama superficial y las recompensas  desaparecen en un instante.

“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de persona.”  Colosenses 3:23-25.

No hay paz si busco honra de los demás. Esto solo me llena de egoísmo y finalmente todos mis pensamientos giran en torno a mí mismo: si los demás me comprenden; ¿qué dicen los otros de mí? Etc. Este egoísmo me impide crecer en amor a Dios y en amor hacia los demás. Pero ¿Cómo puedo liberarme de esta obsesión interminable conmigo mismo que tantas veces me significa un obstáculo para demostrar verdadero amor y preocupación por los demás?

Se me ha dado

 

“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener…”  Romanos 12:3.

Cuando mi cabeza comienza a hincharse de orgullo, debo recordar que todo lo que tengo se me ha dado. También debo recordar que mis talentos terrenales no tienen ningún valor en la eternidad. El valor que sale de mis talentos no es el talento en sí mismo. A pesar de todo esto ¿sigo creyendo que tendré una mejor oportunidad para entrar al cielo si por ejemplo soy hábil para hablar? Lo que realmente tiene valor es que vivo una vida para Dios, y que le sirvo a Él simplemente en fe y obediencia. Lo que realmente cuenta es el amor que les demuestro a los demás. Los talentos que Dios me dio, sean grandes o pequeños, pueden ser usados con este propósito.

¿Cuál sería mi reacción si un día me quitan todos mis talentos? Si me lastimo la pierna de tal manera que ya no puedo practicar deporte, o me quebré la mano y ya no puedo tocar mi instrumento ¿cuál sería mi comportamiento entonces? ¿Los que me rodean seguirán sintiendo una calidez sincera y un amor que resplandece de mis acciones, o sentirán amargura?

¿Qué es lo que me motiva?

 

“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Colosenses 3:2.

Debo ser sincero en cuanto al uso que hago de mis talentos. Mayormente lo puedo ver en la forma en la que reacciono. Si doy vueltas esperado que otros me elogien, entonces estoy enfocado en las cosas terrenales – busco mi propia honra y satisfacción. Sale un sabor amargo de aquellas acciones motivadas por el egoísmo. Pero si realmente uso mis talentos como posibilidad para servir a Dios y bendecir a los demás, entonces pueden ser de un valor verdadero y duradero. Para mí es de mucha importancia ser muy sincero conmigo mismo en este punto. Mis talentos no deberían significar una piedra de tropiezo para mí.

Si realmente ocupo mis talentos como una posibilidad para servir a Dios y bendecir a los demás, entonces realmente pueden ser de un valor verdadero y duradero.

¿Qué pasa si siento que no he recibido tantos talentos? Muy pronto puedo ser tentado a la envidia al ver que alguno de mis hermanos hace esto o aquello sin esforzarse. Debo cuidar mi corazón de esto. En Santiago 3:16 dice: “Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa.” Los celos llevan a pelea. Si no puedo alegrarme cuando otros usan sus talentos para bendecir, entonces mi orgullo y mi envidia obstaculizan el camino.

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” 1 Pedro 4:10-11. Dios me conoció mucho antes de crear la tierra, y él me creó intencionalmente tal cual soy con un plan para mi vida. La idea es que utilice bien mis talentos, de manera que agrade a Dios antes que a mí mismo. Si utilizo bien mis talentos, éstos pueden ser herramientas fantásticas para edificar la hermandad y para bendecir y enriquecer la vida de las personas que me rodean.

Cuando llegue el momento de encuentro con mi creador entonces todos los talentos van a desaparecer, pero los resultados de vivir en obediencia a sus mandamientos permanecerán como eterno testimonio. Lo que cuenta es de qué manera sirvo a Dios, si soy agradable para Él y qué hago con lo que recibí al momento de servirle. ¡Que mi vida sea una vida vivida para la honra de Dios, una vida llena de contenido celestial y de bendición!

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