Por: Pr. Julio César Barreto /
No todas las cosas que pasan por la mente de los seres humanos son buenas. Algunos pensamientos son regulares, malos, perversos, completamente inútiles. Pero, hay que reconocer que existen en contraposición, buenos pensamientos, buenas ideas. Tanto lo uno como lo otro tiene inevitablemente sus consecuencias, es decir; los pensamientos luego se convierten en acciones y esto repercutirá en la vida de la persona.
Nuestra mente procesa mucha información y en base a ello tomamos decisiones, que pueden hasta salvarnos la vida. A manera de ilustración veamos esta anecdota que está emparentada con el genero de la parábola y que busca mostrarnos una realidad de nuestra vida y cómo debemos detenernos a pensar, a reflexionar, para luego tomar una decisión (que dependiendo de cuál sea la que tomemos) nos resultará de un gran provecho.
(*) Un
hombre estaba perdido en el desierto, destinado a morir de sed. Por
suerte, llegó a una cabaña vieja, desmoronada sin ventanas, sin techo.
El hombre anduvo por ahí y se encontró con una pequeña sombra donde
acomodarse para protegerse del calor y el sol del desierto. Mirando a su
alrededor, vio una vieja bomba de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia
allí, tomó la manivela y comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin
parar, pero nada sucedía.
Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y
entonces notó que a su lado había una botella vieja. La miró, la limpió
de todo el polvo que la cubría, y pudo leer que decía: “Usted necesita
primero preparar la bomba con toda el agua que contiene esta botella mi
amigo, después, por favor tenga la gentileza de llenarla nuevamente
antes de marchar”.
El
hombre desenroscó la tapa de la botella, y vio que estaba llena de
agua… ¡llena de agua! De pronto, se vio en un dilema: si bebía aquella
agua, él podría sobrevivir, pero si la vertía en esa bomba vieja y
oxidada, tal vez obtendría agua fresca, bien fría, del fondo del pozo, y
podría tomar toda el agua que quisiese, o tal vez no, tal vez, la bomba
no funcionaría y el agua de la botella sería desperdiciada. ¿Qué
debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y esperar a que saliese
agua fresca… o beber el agua vieja de la botella e ignorar el mensaje?
¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de aquellas
instrucciones poco confiables escritas no se cuánto tiempo atrás?
Al
final, derramó toda el agua en la bomba, agarró la manivela y comenzó a
bombear, y la bomba comenzó a rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba
continuaba con sus ruidos y entonces de pronto surgió un hilo de agua,
después un pequeño flujo y finalmente, el agua corrió con abundancia…
Agua fresca, cristalina. Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó
otra vez y tomó aún más de su contenido refrescante. Enseguida, la
llenó de nuevo para el próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la
pequeña nota y añadió otra frase: “Créame que funciona, usted tiene que
dar toda el agua, antes de obtenerla nuevamente”.
Amigo mio, en esta vida (a todos sin excepción) nos llegará el momento de experimentar "sed", no la de cuerpo físico sino la de adentro, la del alma, y que se prolonga a nuestro espíritu. Es entonces cuando nos llega una voz, con un mensaje maravilloso: "Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero
el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el
agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota
para vida eterna". (Juan 4:14)
Al escuchar este mensaje se presenta el dilema; ¡Qué hacer? ¿Voy Jesús?. Es entonces cuando por el Poder de Dios somos iluminados y surge en nuestro corazón la mejor idea de nuestra vida entera y decimos: ¡Tengo una buena Idea! ¡Iré a Jesús!.
Al escuchar este mensaje se presenta el dilema; ¡Qué hacer? ¿Voy Jesús?. Es entonces cuando por el Poder de Dios somos iluminados y surge en nuestro corazón la mejor idea de nuestra vida entera y decimos: ¡Tengo una buena Idea! ¡Iré a Jesús!.
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