sábado, 18 de abril de 2020

Los “Hijos de Dios” y las “Hijas de los Hombres” de Génesis 6







Moisés Pinedo 



“¿Quiénes son los ‘hijos de Dios’ y las ‘hijas de los hombres’ a quienes Génesis 6 hace referencia? ¿Y quiénes son los ‘gigantes’ en el mismo contexto?”.

Respuesta:
Génesis 6 relata las condiciones previas a la destrucción del mundo antiguo por medio de las aguas del Diluvio de Noé. Este periodo de caos espiritual profundo y generalizado (vs. 5) vino como consecuencia directa del matrimonio mixto entre los “hijos de Dios” y las “hijas de los hombres” (vs. 2). Se ha especulado extensamente en cuanto a la identidad de ambos grupos, como también de su descendencia impía (vs. 4).

LOS HIJOS DE DIOS

Una tradición popular sensacionalista y dudosa sugiere que los “hijos de Dios” fueron 200 ángeles del cielo que miraron y codiciaron a las hijas de los hombres, y descendieron y las tomaron como esposas, uniéndose con ellas y procreando gigantes (El Libro de Enoc, 6:1-6; 7:1-3—Charles, 1913, 2:191-192). Pero esta tradición forma parte de un registro completo que nunca ha sido reconocido como inspiración divina, cuya estructura y coherencia es deficiente, sugiriendo periodos y autores diferentes que no pueden ser determinados de manera satisfactoria (vea Kitto, 1846, 1:630-631). Lo que es más importante, la idea de que ángeles se unieron físicamente con seres humanos para producir descendencia se encuentra en conflicto con el contexto de Génesis 6 y otras partes de la Escritura. Considere algunos puntos:

No hay indicación o conexión a seres angélicos en el contexto inmediato. El relato describe una escena de interacción puramente humana—se hace referencia a la multiplicación del hombre (vs. 1), la desaprobación divina para con el hombre (vs. 3), la maldad del hombre (vs. 5), la desilusión divina en cuanto a la creación del hombre (vs. 6) y la destrucción inminente del hombre (vs. 7).

El texto sugiere una relación conyugal entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres (vs. 2; cf. Mateo 24:38). Sin embargo, Jesús declaró que los ángeles no son capaces de tales uniones (Mateo 22:30; Marcos 12:25). Esta “incapacidad” está ligada a su naturaleza espiritual (Lucas 20:34-36; cf. Hebreos 1:14)—una naturaleza que imposibilita reproducción sexual, sea con su propia especie o la especie humana. Como Keil y Delitzsch han señalado, este punto “es completamente suficiente por sí mismo para excluir cualquier referencia a los ángeles” (1872, 1:131).

Si los ángeles fueron los autores originales de la corrupción prediluviana, ¿por qué el juicio divino por medio del Diluvio cayó sobre la raza humana, y la raza humana completa (¡los ángeles supuestamente se corrompieron solamente con las mujeres!)? ¿No se esperaría que el “Juez de toda la tierra” hiciera “lo que es justo” (Génesis 18:25)?
Es improbable que el escritor inspirado hiciera referencia a “ángeles infieles” como “hijos de Dios”. De hecho, la Biblia nunca usa tal designación para ellos.

El libro de Génesis se enfoca en los orígenes y la descendencia de la humanidad, no de los seres angélicos. Se narra el origen y el desarrollo de la humanidad hasta los eventos del diluvio (1-9); luego se reanuda el desarrollo de la generación humana por medio de la descendencia de Noé (10-24); y finalmente se registra los sucesos de la generación humana conocida como el pueblo de Dios por medio de la descendencia de Abraham (25-50). No hay lugar en Génesis para un relato paralelo de una generación sobrenatural. [NOTA: Estos mismos puntos también descartan la proposición menos popular (aunque igualmente extravagante) que sugiere que estos “hijos de Dios” fueron seres humanos poseídos por ángeles quienes les forzaron a unirse a las hijas de los hombres (cf. Hughes, 2004, pp. 125-126)].

Entonces, si “hijos de Dios” no hace referencia a ángeles, ¿a quiénes hace referencia? Esta designación se aplica apropiadamente y extensamente en las Escrituras a la humanidad piadosa (e.g., Salmos 82:6; Proverbios 14:26; Mateo 5:9; Juan 1:12; Romanos 8:14; 1 Juan 3:1). Además, la perspectiva del escritor inspirado y sus destinatarios originales sostiene esta interpretación: los israelitas también se consideraban “hijos de Dios” por medio de la promesa (Éxodo 4:22; Deuteronomio 14:1; cf. Romanos 9:7-8).

Específicamente en Génesis 6, “hijos de Dios” (vs. 2) hace referencia a la descendencia piadosa de Set, aquellos que “comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (4:26), cuyo linaje se lista en el capítulo previo. Esta generación piadosa pronto degeneró al mezclarse con las “hijas de los hombres”.


LAS HIJAS DE LOS HOMBRES

Una vez que se ha determinado adecuadamente quiénes son los “hijos de Dios”, la tarea de determinar a este nuevo grupo propone menos dificultades. La deducción lógica es que si “hijos de Dios” hace referencia a la generación piadosa de Set, entonces “hijas de los hombres” debe hacer referencia a la descendencia impía de Caín. El contexto escritural confirma esta conclusión:
No es una coincidencia que los capítulos previos presenten el registro de ambos grupos, implicando una diferencia marcada. 

El capítulo 4 presenta la descendencia de Caín, destacando la impiedad generalizada y extrema por medio de Lamec (vss. 19-24). El capítulo 5 presenta la descendencia de Set, destacando la piedad general por medio de personajes como Enoc (vss. 22-24) y Noé (vss. 29-32; cf. 6:9). Se debe tener en cuenta este contexto al interpretar la multiplicación humana al comienzo del capítulo 6.
Según una aplicación espiritual, Caín “[s]alió…de delante de Jehová” (4:16) y nunca regresó a Él. Por ende, produjo una descendencia apartada de Dios y puramente carnal—con un sentido inferior humano carente de todo deseo de regresar a su Creador. Entonces, no es una sorpresa que se designe a las mujeres en tal generación como “las hijas de los hombres”.

Las Escrituras revelan una diferencia marcada entre la descendencia piadosa y la descendencia impía. Esta era una característica entendida desde muy temprano en la historia de la humanidad, y especialmente era un factor decisivo en las uniones matrimoniales. Por ejemplo, Abraham no quiso que su hijo piadoso se uniera con una de las hijas impías de los cananeos (Génesis 24:3). Isaac y Rebeca no quisieron que sus hijos tomaran mujeres de las hijas de Het, así que enviaron a Jacob a Padan-aram (Génesis 27:46-28:9); por otra parte, Esaú era rebelde y había tomado mujeres heteas, quienes “fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca” (26:35). Los padres de Sansón se angustiaron cuando su hijo decidió tomar por mujer a una filistea impía (Jueces 14:1-3). Y los siervos fieles de Dios amonestaron al pueblo escogido a no emparentar con mujeres impías (cf. Nehemías 13:25-26). Todas las indicaciones contextuales sugieren que Génesis 6 es un caso temprano de esta clase de unión indeseable.

Las Escrituras también revelan que una consecuencia directa y principal de tales uniones mixtas entre justos e impíos era la perversión de los estándares religiosos y morales, lo cual implicaba desaprobación y castigo divino (cf. Números 25; 1 Reyes 11:3-11; Esdras 10; Nehemías 13). La escena en Génesis 6 encaja completamente con este patrón, y por ende, llega a ser una advertencia bíblica temprana para generaciones piadosas futuras.


LOS GIGANTES DE LA TIERRA

La misma tradición mencionada anteriormente sugiere que los gigantes fueron la descendencia de esta unión entre ángeles y seres humanos, y les asigna una altura ridícula de algo de 150 metros. También registra que “consumieron todos los productos de los hombres”, y que luego “devoraron a la humanidad” (Libro de Enoc, 7:3-5).

En contraste, Génesis 6 registra la presencia de “gigantes” en un tiempo previo así como contemporáneo a la unión entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres:
Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre (vs. 4, énfasis añadido).

Por tanto, aunque pudo haber “gigantes” en la progenie de los hijos de Dios y las hijas de los hombres, el texto no garantiza la conclusión de que ellos fueron sus descendientes exclusivos. Entonces, ¿quiénes fueron?

Dentro de los límites razonables, la Biblia confirma la existencia de “gigantes”. Por ejemplo, Goliat “tenía de altura seis codos y un palmo” (1 Samuel 17:4)—casi tres metros. Aunque esta altura todavía es impresionante, no es completamente increíble, especialmente si se considera que en 1940 se midió a Robert Pershing, quien quedó registrado en el libro de Récord Guinness con una altura de 2.72 metros (vea “El Hombre Más Alto”, s.d.).

No se cuestiona la probabilidad de que estos “gigantes” fueran hombres de estaturas literalmente grandes, pero la palabra nefilim (traducida “gigantes” en la RVR60) no está limitada a este significado. Strong presenta los significados “matones” o “tiranos” antes de “gigantes” (1995, p. 95). Adam Clarke sugirió un significado general de este término como “personas de gran…coraje, maldad, etc.” (s.d., 1:69). Jamieson, Fausset y Brown señalaron que “[e]l término en hebreo no implica tanto la idea de gran estatura como implica la idea de ferocidad temeraria, carácter impío y desafiante, quienes esparcieron devastación y matanza de una manera extendida” (1884, 1:12, itálicas en original).


CONCLUSIÓN

En vista de la preponderancia de evidencia textual, se puede llegar a las siguientes conclusiones justificadas en cuanto al episodio de la maldad de los hombres en Génesis 6:

El término “hijos de Dios” hace referencia a la descendencia piadosa de Set, hijo de Adán y Eva (Génesis 5), no a un grupo de seres angelicales que decidieron dejar su morada para cohabitar conyugalmente con las mujeres de la Tierra.

El término “hijas de los hombres” hace referencia a las mujeres impías que constituían la descendencia de Caín, una generación desprovista de cualidades espirituales positivas (Génesis 4).

El término “gigantes” hace referencia a un grupo de hombres que destacó por su valentía, ferocidad y violencia, más que por su estatura. Y aunque también pudieron ser parte de la descendencia de los hijos de Dios y las hijas de los hombres, no se les puede limitar a tal progenie, y no se les puede clasificar como la descendencia de supuestos progenitores angélicos o sobrenaturales. Ciertamente, ningún pasaje en la Biblia (incluyendo 2 Pedro 2:4 y Judas 6) sostiene una relación conyugal entre seres angélicos y humanos.


Referencias:

Clarke, Adam (sine data), Comentario de Clarke: Génesis-Deuteronomio [Clarke’s Commentary: Genesis-Deuteronomy] (Nueva York: Abingdon).

Charles, Robert, ed. (1913), Los Textos Apócrifos y Pseudoepigráficos del Antiguo Testamento [The Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament] (Oxford, Inglaterra: Clarendon).

“El Hombre Más Alto” [“Tallest Man Ever”] (sine data), Guinness World Records, http://www.guinnessworldrecords.com/records-3000/tallest-man-ever/.

Hughes, Kent (2004), Génesis: Comienzo y Bendición [Genesis: Begining & Blessing] (Wheaton, IL: Crossway).

Jamieson, Robert, et.al. (1884), Un Comentario Crítico, Práctico y Explicativo sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento [A Commentary: Critical, Practical and Explanatory, on the Old and New Testaments] (Toledo, OH: Jerome B. Names).

Keil, Carl y Franz Delitzsch (1872), Comentario Bíblico Sobre el Antiguo Testamento [Biblical Commentary on the Old Testament] (Edimburgo, Escocia: T & T Clark).

Kitto, John, ed. (1846), Una Ciclopedia de Literatura Bíblica [A Cyclopædia of Biblical Literature], (Nueva York: William H. Moore).

Strong, James (1995), Nuevo Diccionario Conciso de Strong de las Palabras en la Biblia Hebrea [New Strong’s Concise Dictionary of the Words in the Hebrew Bible] (Nashville, TN: Thomas Nelson).


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