martes, 26 de julio de 2016

¿Doble Discurso?







 Por: Julio César Barreto

Un hombre que le cree a Dios, aprende a conducirse según es enseñado por Él. De tal modo que piensa (o al menos procura hacerlo) de acuerdo a un patrón muy distinto al que tenía antes de ser un cristiano. Ese mismo hombre, en tanto que le es posible, procura hablar a otros acerca de su nueva vida, acerca de su fe en Cristo, y de todo aquel cúmulo de bendiciones que le han sobrevenido por causa de su filiación a Dios y a su nueva familia (la Iglesia), conformada esta por todos los creyentes alrededor del mundo entero.

Ese hablar puede traducirse en un Discurso (Razonamiento pronunciado en público), ante pocas o muchas personas. La impresión o el efecto que producirá dicho discurso, dependerá de los que se encuentren entre el público en general, es decir; unos son creyentes, otros no lo son. Otros son creyentes, pero su proceder no está ajustado a lo que se haya dicho en la disertación, pero no lo reconocen, sino que buscarán en el Predicador las fallas, pero nunca mirarán dentro de si mismos, que puede ser donde más bien esté el mal.  

Entendiendo (dando por descontado) que lo que el tal hombre diga desde el púlpito sea enteramente cónsono con lo que está escrito en el libro de Dios (las Sagradas Escrituras), y que es una persona de correcto proceder, de buen testimonio, al cual no haya acusación probatoria.
   
Sí ese Predicador después de una o más disertaciones, es juzgado por algunos de sus oyentes, como un hombre de "doble discurso". Tiene que haber una prueba para tal aseveración, no pueden estar basadas esas acusaciones en base a prejuicios, suposiciones, pruebas falsas, por resentimientos hacia esa persona, etc..  El Apóstol Pablo tuvo que enfrentar un caso de "doble discurso", cuando el Apóstol Pedro incurrió en hipocresía: (Gálatas 2: 11-14) TLA

Cuando Pedro vino a la ciudad de Antioquía, me enfrenté a él y le dije que no estaba bien lo que hacía.  Pues antes de que llegaran los judíos que Santiago envió, Pedro comía con los cristianos que no son judíos; pero, en cuanto llegaron los judíos, dejó de hacerlo, porque les tenía miedo.  

Pedro y los judíos disimularon muy bien sus verdaderos sentimientos, y hasta el mismo Bernabé les creyó.  ¡Esa conducta iba en contra del verdadero mensaje de la buena noticia! Por eso, hablé con Pedro delante de todos los miembros de la iglesia de Antioquía, y le dije: «Tú, que eres judío, has estado viviendo como si no lo fueras. ¿Por qué, entonces, quieres obligar a los que no son judíos a vivir como si lo fueran?»

En este caso la actuación de Pablo fue correcta, puesto que era censurable la actitud de Pedro y de algunos otros que juntamente con él incurrieron en hipocresía.

El cuidado que debemos tener es el de no acusar de hipocresía a alguien que realmente no lo sea, sino que es acusado falazmente, lo cual es un acto de injusticia, que por supuesto no agrada a Dios, y que traerá sus consecuencias para los que mintiendo acusan a un Predicador de tener dos mensajes contrapuestos el uno del otro.

Pablo tuvo razón para proceder y hasta dejó constancia de lo que estaba sucediendo, y lo que le obligó moralmente a reclamarle a Pedro. ¡Ojalá! que cuando alguien acuse a un hombre "Predicador" de tener "doble discurso", lo hagan teniendo la razón de su parte y sus conciencias no les acuse, sino que tengan paz de parte de Dios. 

Entonces si ellos tuvieren razón en cuanto a su acusación, lo que debería proceder, es enfrentar cara a cara al señalado y reclamarle (con las pruebas en las manos, y delante de testigos) acerca de su mal proceder, para que así este pueda defenderse, presentar sus argumentos en defensa, o si definitivamente es infractor, reciba así la oportunidad de reconocer su falta, arrepentirse y pedir perdón a los agraviados, solicitar que oren por él, con la finalidad de ser restaurado al gozo pleno del Señor, y de esa manera pueda seguir siendo un activo y eficaz siervo de Dios.

Con esta actitud correcta ganarían todos, tanto el "Predicador" (sí se demostrare fehacientemente su falta), y ganarían los acusadores, porque todos se habrían sometido a la voluntad de Dios, que es nuestra santificación.

¿Doble Discurso? ¡Ya sabes qué hacer!

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