“Y se le cayeron las cadenas de las manos”
(Hechos 12:7)
Por: Pr. Julio César Barreto
El hombre no fue hecho para las
cadenas sino para las alas. Su destino es la libertad y no la esclavitud. En
una de las calles más céntricas de Madrid, cayó un águila con una cadena
colgada en una de sus patas. Trataba de
alzar vuelo pero no podía. Las cadenas no le sientan bien a las águilas
imperiales. Pensar que un ave, cuyo mundo está en el espacio que rodea las altas
cumbres haya venido a caer en un medio urbano es bien triste. Y para peor, en vez de devolverla a la
libertad se le encerró en la jaula de
un parque para toda la vida.
¡Pobre águila imperial ya para
siempre sin cielo, sin horizonte! Como esta ave en desgracia hay muchas
personas, con la diferencia de que las cadenas no las han colgado otros sino
ellos mismos. De tiempos bien lejanos se cuenta de un hombre cuya profesión era
Herrero, el cual se jactaba de forjar en su yunque unas cadenas tan fuertes que
ningún hombre podía libertarse de ellas. Pero sucedió que ya al término de sus días
cometió un grave delito por el cual fue sentenciado a cadena perpetua en un
calabozo, atado con grillos y cadenas. Un día, mientras rumiaba su desgracia,
se le ocurrió examinar las cadenas que le ataban y descubrió que no eran otras
sino unas de "las que él mismo había forjado".
Violentar las leyes del Cielo y
las de la Tierra encadena al hombre. Tratará de libertarse pero ya no podrá.
Hay que tener mucho cuidado con las cadenas. Al principio será fácil pero una
vez que han sido forjadas ya se hará difícil desatarlas. Esas cadenas
se van haciendo poco a poco. Un eslabón hoy y otro mañana. Al fin el hombre
esclavizado habrá perdido las fuerzas y la voluntad. Su única esperanza estará es que alguien más fuerte que las cadenas
pueda libertarlo. Pero aun así será necesario
que esa persona desee ser libre y muestre arrepentimiento por su error. ¿Existe alguien capaz de romper las
cadenas que oprimen a los hombres y a
las naciones enteras? Claro que existe!
Se llama: Jesús. Él dijo: “Conocerán la
verdad, y la verdad les hará libres” (Juan 8:32).
Jesús está día a día rompiendo
las ataduras de multitudes que están clamando con desesperación diciendo:
¡Abajo Cadenas!
Fuente consultada: Luces encendidas (Editorial Mundo Hispano)
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