Lo que escribo a continuación ha sido adaptado de una corta charla que di el pasado 2 de octubre. He aquí 10 cosas que ojalá hubiera sabido cuando inicié el pastorado.
1. Ojalá hubiera sabido que la gente que difiere conmigo en doctrinas que amo a menudo puede amar a Dios y buscar su gloria con igual amor, y en algunos casos más amor, y fervor de lo que yo lo hago. El orgullo intelectual que alimenta tales engaños puede ser devastador para el ministerio y, de manera invariable, minar cualquier esfuerzo de unidad cristiana entre las diversas tendencias denominacionales.
2. Ojalá hubiera sabido acerca de la frustración inevitable que llega cuando pones tu confianza en aquello que crees son buenas razones por las que la gente debería mantenerse leal a tu ministerio y al presente de tu iglesia. Ojalá hubiera estado preparado para los sentimientos de traición y desilusión que llegaron cuando aquellos en los que personalmente había invertido tanto amor, tiempo y energía, simplemente se van, a menudo con las excusas más inconsistentes y endebles.
3. Ojalá hubiera sabido cuán profundo e incesante es el dolor de mucha gente (por no decir de la mayoría de la gente). El haber sido criado en una familia verdaderamente funcional, en la que todos conocieron a Cristo y se amaron unos a otros, fue en gran manera una barrera de indiferencia al dolor de muchas personas que nunca conocieron esa bendición. Durante muchos años asumí ingenuamente que si yo no estaba sufriendo, ellos tampoco. Ojalá me hubiera dado cuenta de que el púlpito no es un lugar para esconderse de los problemas y el dolor de la congregación. Este es un lugar para dirigirse a ellos, compadecerse de ellos, y aplicarles la palabra de Dios.
4. Ojalá hubiera sabido la verdad transformadora de Sofonías 3:17 mucho antes de que Dennis Jernigan me la mostrara. Me siento honrado cuando la gente me agradece por escribir un libro en particular, con comentarios tales como: “Esto fue muy útil”, o “Me permitiste ver esta verdad en una nueva luz”, o cosas similares. Pero de un solo libro, The Singing God, alguien ha dicho “Realmente cambió mi vida”. Esto no es un intento vano de vender más libros, sino un recordatorio de que la mayoría de los cristianos (incluyendo pastores) están convencidos de que Dios está molesto o airado con ellos. Ojalá hubiera sabido antes lo mucho que a Dios le gusta cantar Dios sobre ellos (y sobre mí).
5. Ojalá hubiera sabido de qué manera las respuestas de la gente hacia mí afectarían a mi esposa. Durante muchos años asumí falsamente que su piel era tan gruesa como la mía. Independientemente de la personalidad de una mujer, en raras ocasiones ella sufrirá menos que él a causa de la crítica dirigida hacia él.
6. Ojalá hubiera sabido cuán vital es el entenderse a uno mismo y el ser tanto realista como humilde en lo que encuentras. No tengas miedo de ser un introvertido o un extrovertido (o alguna combinación de los dos). Al rodearte con gente muy diferente de ti, debes estar dispuesto a tomar medidas que compensen tus debilidades y que compensen tus deficiencias, y además que te reten sanamente a ser honesto acerca de lo que puedes y no puedes hacer.
7. Ojalá hubiera sabido que es posible ser complementariamente bíblico e incluir mujeres en casi cada área del ministerio de la iglesia local. Durante mis primeros años en el ministerio, estuve gobernado en gran parte por el temor de que permitir mujeres en cualquier forma dentro del ministerio sería cruzar una línea bíblica imaginaria -aún cuando la biblia nunca impone tal restricción en su participación—. Tendía a hacer aplicaciones injustificadas al descontextualizar principios explícitos y llevarlos hacia cosas ausentes o innecesarias. Aparte de la autoridad de alto nivel en la iglesia local (el papel de anciano) y la responsabilidad primordial de exponer y aplicar las escrituras, ¿es la Biblia clara en relación a poner límites a las mujeres? Confíen en mí, hombres, las necesitamos mucho más que lo que creemos.
8. Ojalá hubiera sabido que está bien hablar de dinero. No tengas miedo de hablar de dinero. Solo asegúrate de ser humilde y bíblico, y de que no lo haces con el objetivo de un aumento de sueldo para ti mismo (a menos de que desesperadamente lo necesites). Por demasiados años permití que, en mi desprecio por los defensores del evangelio de la prosperidad, se silenciara mi voz acerca de la importancia de la gestión financiera en el crecimiento y la madurez cristiana. No formulé una estrategia para llamar a la gente a la generosidad económica de por vida sin sonar egoísta.
9. Ojalá hubiera sabido sobre la ilusión de la llamada “confidencialidad”. Pobre del hombre que pone su confianza en la confidencialidad. Puedes y debes controlar la información que te llega, pero nunca se puede controlar la información que sale de ti. Una vez que la información está fuera y en las manos de los demás, nunca asumas que va a permanecer allí, a pesar de sus promesas más vigorosas de silencio. Sé prudente y exigente sobre a quién comprometes bajo confidencialidad, bajo qué condiciones (que es rara vez o nunca incondicional), y en lo que se refiere a los temas y/o individuos a tratar. “Sam, tú no pareces tener mucha confianza en la naturaleza humana, ¿verdad?”. No es que no me fíe de la naturaleza humana. ¡En realidad estoy bastante aterrorizado de esa naturaleza! En lo que yo confío es en la enseñanza de la Escritura acerca de la naturaleza humana.
10. Ojalá hubiera sabido acerca de los efectos destructivos de la inseguridad en un pastor. Esto tiene que ver menos con que haya luchado con esto de manera personal, sino más bien debido al efecto que he visto en otros. ¿Por qué es tan dañina la inseguridad?  
  • La inseguridad hace que sea difícil reconocer y apreciar los logros de los demás en el equipo de trabajo (o en la congregación). En otras palabras, el pastor inseguro es a menudo incapaz de ofrecer un estímulo genuino a otros. El éxito de ellos se convierte en una amenaza para él, a su autoridad y su estatus a los ojos de la gente. Por lo tanto, si usted es inseguro es probable que no ore para que otros puedan florecer. 
  • La inseguridad conducirá a un pastor a alentar, apoyar y alabar a otro pastor solo en la medida en que este último sirva a la agenda del primero y no reste valor a su imagen. 
  • Un pastor inseguro probablemente resentirá la alabanza o la afirmación que otros miembros del personal reciban de la gente en general. 
  • Para el pastor inseguro, la crítica constructiva no se recibe bien, sino que se percibe como una amenaza o franco rechazo.  
  • Debido a que el pastor inseguro es incapaz de reconocer el fracaso personal o la falta de conocimiento, a menudo es imposible de enseñar. Él se resistirá a aquellos que realmente le buscan para ayudarle o para traerle información o ideas que él no tiene. Por consiguiente, su crecimiento espiritual se atrofiará. 
  • El pastor inseguro típicamente es de mano dura en su trato con los demás.  
  • El pastor inseguro a menudo es controlador y dado a la microgestión. 
  • El pastor inseguro raramente faculta o autoriza a otros a realizar tareas para las que están especialmente cualificados y con talento. Él no dará a conocer a otros, sino más bien los restringirá.
  • El pastor inseguro es dado a los arrebatos de ira.
  • En su esencia, la inseguridad es fruto del orgullo.
En resumen y en síntesis, la inseguridad es resultado de no creer en el evangelio. El antídoto para los sentimientos de inseguridad, entonces, es certeza de que el valor y dignidad de uno están en las manos de Dios, no en las de otros, y que nuestra identidad se expresa en lo que somos en Cristo. Solo a medida que profundizamos nuestra comprensión de su amor sacrificial por nosotros vamos a encontrar la confianza liberadora para afirmar y apoyar a los demás sin temor a sus éxitos o amenazas.
Traducido por Omar Jaramillo.