“Oren sin cesar” 1 Tes. 5:17
Por: Julio César Barreto
Orar no es un simple ejercicio de emitir palabras. Muchas veces hemos
escuchado decir: “Orar es hablar con Dios”. Esa es la definición genérica, la
más sencilla manera para tratar de explicar algo de mucha relevancia. La
oración puede transformar la historia de los pueblos, el curso de una vida,
algo que hace que podamos tener control de los acontecimientos, al punto de
derribar muros gigantes, detener el Sol y la Luna y hasta derrotar gigantes.
Llegó un momento en que los
discípulos de Jesús sintieron la necesidad de conocer eso que ellos tantas
veces vieron a su Maestro hacer; Él oraba, y de verdad, con intensidad, con
frecuencia. Ellos entonces se acercaron a él y le dijeron: “enséñanos a orar”
(Lucas 11:1).
Nunca es tarde cuando la dicha
llega, dice un refrán popular, de igual manera cabe decir: “Nunca es tarde cuando por fin
aprendemos y aplicamos los importantes principios que pueden hacer que nuestra
oración no se quede flotando en el
perímetro del lugar donde hemos orado, sino que ella tenga poder y sea capaz de
traspasar los cielos.
LA ORACIÓN NOS SEÑALA QUE REINAREMOS CON CRISTO
Los sacerdotes del Antiguo
Testamento tenían tres deberes esenciales:
·
Servir al Señor en el Santuario.
·
Enseñar al pueblo la ley de Dios.
·
Consultar al Señor por el pueblo.
Dentro de las funciones del
servicio al Señor en el Santuario, estaba la de ofrecer el incienso aromático en
el Altar del Incienso, tanto por la mañana como por la tarde delante de Jehová
(Éxodo 30: 1-10). Todo esto era una figura de la oración que debemos presentar
a Dios cada día, tal como lo dijo el salmista: “Suba mi oración a ti como el
incienso” (Salmo 141:2).
La oración no solo es intercesión, también es adoración a nuestro gran
Rey. Jesús le dijo a sus discípulos: “Yo les asigno un reino, como mi Padre
me lo asignó a mi” (Lucas 22 28-30).
Como reyes, pero sobretodo como
sacerdotes de Dios que somos, estamos llamados a cumplir con nuestro sagrado
deber de presentar cada día el olor grato y fragante de la oración a nuestro
Dios (Apoc. 1:5-6 – Apoc. 5:10 – 1Pedro 2: 9-10).
No olvidemos que en el cielo está
el Tabernáculo original, del cual el que Moisés hizo en la tierra era figura
del verdadero.
¿RESPONDE DIOS A TODAS LAS ORACIONES?
La respuesta es: Si. ¿Entonces por qué muchos cristianos se
desalientan cuando oran y no reciben (aparente) respuesta La? Vamos a ver esto con discernimiento
espiritual.
1.
La respuesta de Dios es: NO
Moisés (Deut.
3: 23-29)
“Y oré a Jehová en aquel tiempo,
diciendo: Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu
grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra
que haga obras y proezas como las tuyas? Pase yo, te ruego, y vea aquella
tierra buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano. Pero
Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me
escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto.”
2. La respuesta de Dios es: Si (pero hay que
esperar).
Abraham (Gen. 15; Gen. 21). 25 años tuvo
que esperar pacientemente Abraham para ver realizado por fin el cumplimiento de
la promesa dada por Dios.
ORACIONES ESTORBADAS
Algunas
oraciones no reciben ni un SI ni un NO,
porque simplemente no llegan, es decir, son bloqueadas (estorbadas).
Veamos 2 ejemplos:
1. Enemistades en el seno del hogar, las
cuales perturban la oración. (1 Pedro 3:7)
“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con
ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a
coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan
estorbo”
2. La oposición de las fuerzas espirituales
de maldad en las regiones celestes. (Daniel 10: 12-13).
“Entonces
me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón
a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus
palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del
reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de
los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de
Persia”.
Jesús
nos dejó el más poderoso ejemplo. Sí Él oraba qué decir de nosotros.
Daniel oraba 3 veces al día (Daniel
6:10). La oración nos prepara para reinar con Cristo, porque mientras ejercemos
en esta tierra de los vivientes nuestro oficio sacerdotal, y elevamos nuestro
incienso diariamente (oración), nos estamos proyectando hacia nuestro glorioso
futuro cuando reinaremos con Cristo y le serviremos y adoraremos para siempre,
porque Él es el Cordero de Dios que vive y reina para siempre.
Nota:
Este artículo no es una investigación
exhaustiva acerca de las causas por la que Dios dice No o Si a nuestras
oraciones, tampoco lo es acerca de las oraciones estorbadas. La idea es motivar a mis lectores a investigar en oración y lectura de la Palabra de Dios
acerca de este tema.
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