Por: Julio César Barreto
Y llevaron el arca de Dios de la casa de Abinadab en un
carro nuevo; y Uza y Ahío guiaban el carro.
Y David y todo Israel se regocijaban delante de Dios con todas sus fuerzas, con
cánticos, arpas, salterios, tamboriles, címbalos y trompetas. Pero cuando llegaron a la era de Quidón, Uza extendió su mano al arca para
sostenerla, porque los bueyes tropezaban.
Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió, porque había extendido
su mano al arca; y murió allí delante de Dios. Y David tuvo pesar, porque Jehová había quebrantado a Uza; por lo que llamó
aquel lugar Pérez-uza, hasta hoy. Y David temió a Dios aquel día, y dijo: ¿Cómo he de traer a mi casa el arca de
Dios?
(1 Crónicas 13: 7-12)
Esta lectura despierta por si misma varias interrogantes,
tales como:
¿Qué sucedió realmente aquel día? ¿Por qué mató Dios a Uza, si tan solo (como algunos pueden
pensar) trataba de que el arca no cayera al suelo? ¿Quién falló?
¿Por qué tanto interés del rey David por traer el arca de
Dios a Jerusalén? ¿Podemos extraer de este relato alguna enseñanza aplicable a
nuestra actualidad?
Después de la liberación del pueblo de Israel de Egipto,
descrita en el libro de Éxodo, Dios revela en el siguiente libro de Levítico,
los detalles de cómo el hombre podría aproximarse y mantener la comunión con
Él.
Audio contentivo de esta disertación dada por el Pr. Julio
César Barreto:
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