Si tuviera que decantarme por el lugar que, con toda probabilidad, me impactó más de toda Guatemala diría que éste se trata del mercado de Almolonga. En el corazón de un pequeño pueblo de mayoría quiché situado en el Departamento de Quetzaltenango se levanta más temprano que el sol un mercado de hortalizas y frutas donde se venden los productos recolectados en esta parte del mundo. Un mundo cargado de infinidad escenas emocionales en las que el objetivo de la cámara no puede dar abasto para retratar el colorido y la verdad que se respira en los rostros y atuendos típicos de una población indígenaviviendo su día a día. En Almolonga no hay trampa ni cartón, tan sólo el inmenso y apreciado valor de lo cotidiano.
Y, como sobran las palabras, he pensado que sería mejor disfrutar juntos de un paseo fotográfico por elmercado de Almolonga y saborear instantes que no se han separado un minuto de mi memoria. Las personas, siendo ellas mismas, son las que mejor nos pueden contar de qué se trata el que personalmente se trata mi rincón preferido de Guatemala.
EL MERCADO DE ALMOLONGA: LA HUERTA DE CENTROAMÉRICA
El pueblo de Almolonga no se caracteriza por su monumentalidad. Salvo la fachada encalada de la iglesia del Apóstol San Pedro, de claro estilo colonial, no hay razones arquitectónicas por las que uno debería volcarse en una visita desde la ciudad vecina de Quetzaltenango. Pero cada día, cada mañana, y muy temprano además, se celebra un mercado de alimentación al aire libre frente al consistorio municipal en el que la gente quiché, ataviada mayoritariamente con la vestimenta tradicional, comercia con los productos de la tierra. Dicen que las montañas y laderas que rodean Almolonga, beneficiadas por el clima, la altura y la actividad volcánica que resopla en su interior, son un autentico milagro. Razón no falta para creerlo puesto que tienen en la zona cuatro cosechas al año, lo cultivado crece muy por encima de la media (las zanahorias y los tomates duplican y, a veces, triplican el tamaño normal) y el sabor de hortalizas y verduras es incomparable.
Esta “milagrosidad” en los cultivos ha provocado que a Almolonga se le diga que es la huerta de Centroamérica y que lleve a sus cebollas, pepinos, calabacines, alubias, zanahorias a la mesa de muchas casas no sólo de Guatemala sino también de El Salvador, uno de los principales receptores de las recolecciones quichés.
Colarnos en la multitud una mañana cualquiera. Ese era nuestro objetivo en Almolonga para vivir por dentro este crisol de colores, olores y sabores con la compañía de la gente local que nos acogió como uno más, olvidándose en todo momento de las cámaras de fotos en un lugar para nada turístico de Guatemala. Eso es lo mejor de Almolonga, que no ha sucumbido en absoluto para convertirse en un circo y que las cosas parecen haber cambiado muy poco en los últimos tiempos. Sigue siendo auténtica, los foráneos somos bien recibidos y las escenas que se desarrollan son indescriptiblemente hermosas.
El mercado de Almolonga en imágenes
No me extiendo más. Estoy convencido que es mejor hablen solas las imágenes para explican todas y cada una de las razones por las que el mercado de Almolonga es uno de mis imprescindibles en Guatemala.
El de Almolonga se trata de uno de los mercados indígenas más destacados y auténticos de toda América Latina
Junto a la iglesia de San Pedro y el Ayuntamiento se sitúa cada mañana este mercado de frutas, verduras y hortalizas.
Mujer pesando las alubias a la antigua usanza, con una báscula de las de toda la vida. Nunca fallan.
Las zanahorias de este mercado son extremadamente grandes. Son parte del milagro de Almolonga.
Las madres van al mercado con sus niños pequeños a la espalda. Y se portan muy bien.
El color es siempre el protagonista en el fotogénico mercado de Almolonga.
Los tocados de las señoras son de lo más elaborado. Y todos ellos están preparados para poder llevar peso en la cabeza.
El mismo tocado de antes pero cumpliendo su función de sostener parte de la compra.
Corrillo de mujeres en el mercado de Almolonga cuando ya apenas les quedan verduras que vender.
No son sólo las señoras las que se ocupan de vender frutas y hortalizas. Muchos hombres se ocupan de estos puestos improvisados, pero a éste se ve que le queda mucho género todavía que quitarse de encima.
Anciana de etnia quiché sin haber encontrado aún lo que estaba buscando.
Los niños fueron los más interesados por nuestra visita. Este pequeño que apenas podía hablar sabía, además de su nombre, dos palabras: Real Madrid.
La gente fue muy amable con nosotros en todo momento. Nos detuvimos con varias personas para conversar. Almolonga es un lugar demasiado cotidiano como para convertirse en una atracción turística. Mientras sea así es una excelente opción para rodearse de verdades.
El mercado de Almolonga es uno de los lugares del mundo en los que más he disfrutado tomando fotografías.
Podría mostraros las casi trescientas fotos que me traje de este rincón de Guatemala pero sería ya demasiado. Se me nota mucho cuando un lugar me gusta en concreto y aún hoy recuerdo Almolonga con una sonrisa. Soy un auténtico apasionado de visitar mercados cuando estoy de viaje puesto que es precisamente en éstos donde encuentro la esencia y forma de ser de un país o una región del mundo. Y al igual que Otavalo, en Ecuador, o el mercado de pescado de Tanji, en Gambia, este mercado de Almolonga me demostró el carácter abierto y afable de la gente de Quetzaltenango y toda Guatemala. Y que aquí todo sigue siendo tal cual fue siempre, lo que resulta una gran satisfacción en los tiempos que corren.
No existe mejor monumento en el mundo que el de la gente corriente, la gente anónima… que al fin y al cabo es la máscara de las personas excepcionales.
Fuente: elrincondesele.com
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