sábado, 12 de diciembre de 2015

7 RAZONES POR LA QUE AMO A LA IGLESIA




Por: Jairo Namnún

La vida cristiana se vive en comunidad. De manera particular, se vive en una Comunidad llamada Iglesia. Esa iglesia comprada por la sangre del cordero, que aunque hoy pareciera tener ciertas manchas, y que ciertamente está llena de pecadores (¡redimidos!), es la Blanca Novia del Cordero Santo. Aunque tengo más de 15 años en el evangelio, es en los últimos 8 o 9 años que he aprendido el verdadero valor de la iglesia. Aquí 7 razones por las que amo la iglesia:

1. Comunidad

“Así nosotros, somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros”, Romanos 12:5
La vida cristiana no se vive a solas. Necesitamos de los dones, el amor y el perdón de otros hermanos, y ellos necesitan el nuestro. Mis mejores amigos son parte de la comunidad de la fe. Una buena parte de mi familia lo es también. Mis mejores recuerdos tienen de una forma u otra a la iglesia de por medio. En un mundo perdido en el cual somos extranjeros y peregrinos, es de inconmensurable valor el contar con la comunidad de la fe, con aquellos que comparten nuestros anhelos y odian lo que nosotros odiamos.

2. Predicación de la Palabra

“Pero en caso que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad”, 1 Timoteo 3:15
Si eres parte de una iglesia sana, conoces de primera mano el poder de la predicación de Las Escrituras. Por supuesto, el Señor nos habla día a día a través de la lectura devocional de la Biblia y de aplicar la Biblia en nuestras conversaciones. Pero hay algo especial en poder escuchar la proclamación de un pasaje de la Escritura junto a la iglesia de Dios. Y esta bendición la tenemos al menos una vez por semana.

3. Ordenanzas

“…haced esto en memoria de mí”, 1 Corintios 11:24.
Con esto me refiero a las dos ordenanzas dadas por nuestro Señor Jesús y aplicadas por la Iglesia desde sus inicios: el Bautismo y la Santa Cena. Me encanta poder ser testigo de lo que representan las aguas del bautismo. Poder escuchar a mis nuevos hermanos confesar la gracia del Señor para sus vidas, cómo Él perdonó su pasado, los rescató del lodo cenagoso, y cómo ahora quieren servirle con sus vidas. Recuerdo con gozo el bautismo de muchos amigos, familiares, y aun estudiantes, y doy gracias a Dios porque Él continúa salvando de nuestro pecado. Por otro lado, la Santa Cena o Comunión es siempre un tiempo especial, puesto que me recuerda en cada ocasión el sacrificio de nuestro Señor. Sacrificio que fue por mí y mi pecado. Cuánto amor derramado en esa sangre: cuánta gracia revelada en ese cuerpo. Bendito sea Él, que me lo recuerda regularmente, y preparó un tiempo especial para recordarlo como congregación.

4. Respuesta a las interrogantes

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”, Juan 6:68.
Vivimos en tiempos terriblemente inciertos, donde un hombre puede llamarse mujer y una mujer puede matar a su hijo en el vientre y la sociedad le aplaude. El conocimiento altivo de los hombres todo el tiempo se levanta en contra de la verdad de Dios. Y nosotros mismos, los cristianos, muchas, muchas, muchas veces no sabemos qué hacer o qué pensar. Es por eso que doy gracias a Dios por el diseño de la iglesia, donde de diversas formas escuchamos y preguntamos y respondemos a las interrogantes del día a día. Amo los grupos pequeños y ministerios de jóvenes (¡que prediquen la Palabra!) y grupos de parejas y ese tipo de cosas, puesto que proveen de espacios con iguales para poder responder a inquietudes comunes y específicas. Por supuesto, estos espacios no sustituyen la reunión general: la complementan.

5. Servicio a la sociedad

“Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”, Mateo 5:16
La iglesia ha sido diseñada por Dios no solo para servir a los que están adentro, sino también a la sociedad necesitada afuera. Por supuesto, la principal forma en que hace esto es a través del evangelismo y discipulado. Los miembros de la sociedad llegan a la iglesia, son transformados por el evangelio, crecen en santidad, y toda su esfera de influencia es transformada. Pero la iglesia ha estado detrás de la abolición de la esclavitud y de importantes avances científicos. La moralidad de la Biblia ha servido para detener el aborto en decenas de países y para frenar la corrupción moral que, si bien no da salvación, es parte de la gracia de Dios que nos permite vivir “una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad” (1 Tim. 2:2). A eso le agregamos las cientos de miles de personas que han sido alimentadas y vestidas por alguna obra de alguna iglesia, y no puedo dejar de dar gracias a Dios por eso.

6. Uso de los dones y crecimiento

“Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común”, 1 Corintios 12:7
Recuerdo vívidamente mi primer sermón. Mi esposa (en aquel momento mi novia) estaba ahí, y dice que le gustó. Pero cuando miro atrás, sé que no fue una muy buena enseñanza. Sin embargo, doy gracias a Dios que aquella iglesia me dio la oportunidad de predicar, y doy gracias por todas las oportunidades que he tenido después de ahí. Lo que es más, aquel don de enseñanza y predicación, por la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo, se ha ido desarrollando en mí de manera tal que al menos algunas personas han sido edificadas por Dios a través de algún mensaje que Él me haya permitido predicar. Por mi parte, como ya he dicho en casi todos los puntos anteriores, yo he recibido la increíble bendición de escuchar la Palabra de Dios, ser aconsejado, ser fortalecido en mi fe y saber que hermanos están orando por mí. El ejercicio de estos dones en la iglesia es totalmente necesario para la vida del creyente, y a través de ellos vamos siendo formados a la imagen de Cristo, algo por lo que doy gracias.

7. Rendición de cuentas y disciplina

“Si tu hermano peca, ve y repréndelo…”, Mateo 18:15
Todos pecamos todos los días. Esa es la realidad de tener un cuerpo caído en un mundo caído. Lo penoso y peligroso es que nos acostumbramos a nuestro pecado y faltas, y muchas veces no nos damos cuenta cuando fallamos. Es por eso que doy gracias a Dios por la rendición de cuentas que provee la iglesia. El estar caminando la carrera de la fe con otros creyentes proporciona un espacio para que ellos hablen a nuestras vidas y nos ayudan a eliminar nuestros puntos ciegos. Requiere valentía el decirle a alguien que amamos, “por favor, ¿en qué puedo mejorar? ¿Ves algún área de pecado en mí?”. También requiere valentía el responder estas preguntas honestamente y en amor. Y doy gracias a Dios por los diversos hermanos que han hablado y aún hablan a mi vida de esta forma. Lo que es más, doy gracias a Dios por la realidad de la disciplina de la iglesia, porque levanta la santidad de Dios ante los ojos de los hombres, y genuinamente puede salvar el alma de aquellos que la reciben. Es una muestra de Su amor por la iglesia.


Pudiera dar gracias a Dios por estas cosas de manera teórica, porque sé que están en la Palabra. Pero para mí no es teoría: he experimentado estas cosas tanto en Sovereign Grace Church of Louisville (donde soy miembro durante mis estudios), y la Iglesia Bautista Internacional, nuestra iglesia en nuestro país y donde estamos anhelando regresar el año que viene. Doy gracias a Dios por estas congregaciones, y por todas aquellas iglesias que aman al Señor de la Palabra.


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