sábado, 12 de diciembre de 2015

CÓMO PREPARARTE PARA PREDICAR UN SERMÓN EXPOSITIVO

Cómo prepararte para predicar un sermón expositivo

A todo pastor le toca predicar, pero ¿cómo saber qué tema o pasaje escoger? ¿Cómo saber la mejor manera de comunicar la Palabra de Dios? La predicación es una tarea demasiada importante como para dejarla en las manos de un simple hombre pecador y, como dije anteriormente, el pastor no puede preparar su sermón sin primero preparar su propio…

Existen varios métodos de predicación, siendo dos los más populares: el sermón temático y el sermón expositivo. El sermón temático se desarrolla alrededor de un tema particular que el predicador quiere llevar a la congregación. Su uso es importante cuando el Espíritu de Dios nos ha mostrado una necesidad específica en la iglesia local que debe ser tratada con prontitud (ej. relaciones matrimoniales sanas, la doctrina de la salvación, etc.), o cuando estamos predicando de manera itinerante y solo estaremos ministrando a un grupo de hermanos por un par de días a la vez. En este caso, buscamos pasajes bíblicos que apoyen y expandan en el tema en particular y montamos un bosquejo que nos ayude a resaltar los puntos principales que queremos traer. ¡Y es aquí donde nos podemos meter en problemas! Es de suma importancia que evitemos a toda costa imponer los puntos que vamos a traer y luego buscar textos o pasajes aislados que “refuercen” nuestra meta. El dicho “cada hereje tiene su texto” ¡ciertamente sale de esta práctica! Si no somos cuidadosos en nuestra exegesis y exposición del texto, terminaremos haciendo que la Biblia diga lo que nosotros queremos decir y no lo que el Espíritu dijo a través de ella. Por ello me inclino más por la predicación expositiva.
La predicación expositiva tiene como propósito proclamar, exponer, o enseñar el tema central de cada porción bíblica, dentro de su contexto histórico, gramatical y doctrinal. Para ello nos acercamos al texto bíblico sin ninguna agenda personal, e intentamos interpretarlo estudiando su contexto histórico y lingüístico, así como su posición dentro de la historia de la salvación, ello para poder capturar su mensaje principal a la audiencia original. La idea es preguntarnos: ¿Quién escribió el texto? ¿A quién iba dirigido? ¿Qué ocurría en ese tiempo? ¿Cuál es la época bíblica-histórica en la que se escribió? ¿Cuál es el problema que se estaba tratando de resolver? ¿Cómo el Espíritu de Dios manejó el asunto? Tan pronto descubrimos la intención original del texto, entonces vamos a contestar una serie de preguntas adicionales: ¿Cómo se relaciona el problema de esta gente con nuestra actualidad? ¿Estamos confrontando una situación similar en la congregación o la ciudad? ¿Qué le dijo el Espíritu a ellos? Como Dios es el mismo ayer, hoy y por lo siglos, ¿qué me está diciendo el Espíritu a mí hoy? ¿Cómo aplico el evangelio a mi situación actual? En síntesis, un bosquejo expositivo puede quedar de la siguiente manera:
  1. Introducción
    • Oración por unción de Dios para el mensaje
    • Lectura del pasaje
    • Un avance del tema a tratar
  2. El problema y la solución
    • Resumen del contexto histórico, cultural, y bíblico
    • Análisis del problema que está tratando el escritor
    • La prescripción del Espíritu para la solución del conflicto
  3. La aplicación
    • Nuestra situación actual comparada
    • La prescripción bíblica del Espíritu para el día de hoy
    • Ejemplo o testimonio
  4. Conclusión
    • Texto o pasaje de reflexión final
    • Resumen de los puntos principales y la solución de Dios
    • Una invitación a aplicar la solución a nuestras vidas
    • Oración de intercesión pastoral
Para mí, la parte más emocionante de este proceso es el tiempo de intercesión personal por las almas que serán impactadas con el mensaje. Es el momento donde nos rendimos a Dios, reconociendo que somos nada, que ninguna cosa podemos aportar, que nos es imposible tocar el alma de la gente, y que nos urge Su intervención. Después de todo el esfuerzo, las lecturas, el pensamiento, y las horas de preparación, nos damos plena cuenta de que solo hemos traído “cinco panes y dos peces”, los cuales apenas sirven para alimentarnos a nosotros mismos, pero jamás cubren la necesidad que tendremos de frente cuando nos paremos en el púlpito. Solo Dios puede tomar nuestra ofrenda sacrificial, bendecirla y multiplicarla para la nutrición de los que nos escuchan y para Su gloria. Ese día subimos al púlpito en plena certeza de que nada tenemos para suplir la gran necesidad de la congregación, pero que el que está con nosotros es infinitamente mayor que la suma de todos los problemas que tenemos sentados en las bancas.
Tiendo a ver el ministerio de la predicación como el trabajo de un mesero de restaurante. Nuestra función no es preparar el menú ni la comida, sino solo llevar el plato ya servido desde la cocina hasta la mesa de los comensales. No podemos modificar ni adulterar la comida que transportamos, y nuestro manejo de la misma tiene que ser con muchísimo cuidado. Asimismo, no estamos autorizados a integrar nuestras ideas ni propósitos en el menú de Dios en su Palabra, sino que estamos expresamente llamados a manejar la Palabra de Dios con cuidado y respeto, sirviendo la sabiduría de Dios desde el texto bíblico al corazón de cada oyente. Dios es quien preparó la Palabra, y el que produce la salvación en el corazón.
Seamos fieles a nuestro llamado. Como le dijo Pablo a su fiel estudiante Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de que avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Ti. 2:15).

Fuente: PASTOR GADIEL

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