¿Qué delito no había cometido Kledis Macías? Delincuencia y proxenetismo. Traición a su esposa e hijo. Lo prohibido parecía atraerlo. En ese espacio creció. Sin misericordia con nadie. Nadie creía en su salvación. Sólo Dios aguardó por él. Y llegó el momento de salvar su vida. Marlo Pérez
Kledis observó como muchos de sus amigos empezaron a gozar de buena reputación, grandes casas, autos y demás lujos, ya que se convirtieron en “chulos” o mantenidos por mujeres prostitutas. Abandonó a su esposa y viajó a la ciudad de Cuenca para enamorar a más de una mujer, para prostituirlas y vivir de ellas. Su estrategia consistió en engañarlas con la promesa de llenarlas de ropa de reconocidas marcas y un auto del año en menos de tres meses.
Veintiún días después de su conversión, Kledis recibió la llamada de su esposa, quien se encontraba viviendo en Guayas. Desde ese momento, el amor perdido entre ambos empezó a nacer; sobre todo cuando se reencontraron en la ciudad de Guayaquil, donde se reconciliaron dentro de la casa del Señor. Actualmente, Kledis, su esposa y sus dos pequeños están más unidos que nunca, salvados por la mano de Dios.
Kledis nunca se consideró un ejemplo para nadie. Su vasta experiencia en el mundo de la delincuencia y el proxenetismo lo convirtieron en un hombre frívolo y de escasos sentimientos, que lo llevó a escapar de la justicia y abandonar sin misericordia a su esposa embarazada en la cárcel, por un delito que ella nunca cometió.
Un año después de salir en libertad, Kledis reconoció su error y buscó a su esposa y a su recién nacido, para pedirles perdón. Dios había obrado en él. Lo había transformado en un hombre de bien y en un padre ejemplar, del que muchos se admiran hasta el día de hoy.
La esposa encarcelada
Los motivos que empujaron a Kledis Elicito Macías Loor a abandonar a su esposa Angélica Collao García de 16 años de edad, y entregarla prácticamente en manos de las autoridades, ocurrieron en el 2008, después que ella fue a visitarlo a la ciudad de Cuenca y donde pasaron toda una semana pregonándose amor eterno.
Al terminar la semana y en el momento que ella compraba sus pasajes para retornar a la ciudad de Quevedo de donde es oriunda, la policía de inteligencia la arrestó por estar coludida con Kledis, más conocido como “patucho”.
En el momento Angélica no entendió el incidente, pero poco después le explicaron el prontuario de Kledis, un peligroso delincuente inmiscuido en robos, asaltos, proxenetismo, trata de blancas y que huía de la justicia de su país. Angélica no pudo creerlo.
Minutos más tarde, Kledis retornó con mucho sigilo al terminar terrestre y no encontró a Angélica. Sus sospechas se divisaron cuando escuchó que habían arrestado a una mujer con las características de su esposa. En el momento, Kledis huyó del lugar y se olvidó de ella, quien se encontraba en estado de gestación.
En tanto se fugaba a otra ciudad, Kledis se remontó al pasado y recordó cuando su padre también los abandonó a él y a su madre, a sus siete años de edad. De repente, ese incomodo y molesto nudo en la garganta no lo dejó respirar en todo el camino.
En el abandono
Kledis, nacido en octubre de 1989, se introdujo dentro de este mundillo desde sus 13 años de edad, fecha en que desligo de sus padres y fue a vivir a casa de sus abuelos paternos en Quevedo, la ciudad que lo vio nacer.
“Me refugié en casa de mis abuelos, después que mi padre nos abandonó a mí y a mi madre, para irse con otra mujer… Eso fue un duro golpe para mí, porque no fue la primera vez que mi padre hizo eso”, recuerda.
Al vivir con sus abuelos, dejó de estudiar y trabajó como cobrador de buses de transporte público, donde conoció a varios jóvenes de su edad, que lo único que les importó en el mundo fueron las fiestas, las mujeres y el alcohol.
Cuatro años después, Kledis con 17 años de edad, conoció a su esposa Angélica de 14 años, con la que tuvo una relación amorosa a escondidas de sus padres; quienes fueron cristianos evangélicos y nunca vieron con buenos ojos al pretendiente de su hija.
Ante esta negativa, Kledis convenció a Angélica a escapar de su casa para unirse con él en los santos vínculos del matrimonio, sin sospechar que este vínculo se rompería unos años después.
“Antes de abandonar a mi esposa, tuve apendicitis y mis residuos se regaron por todo mi cuerpo. Al estar solo con el 1% de posibilidades para vivir, mis suegros oraron por mí y Dios me sanó, pero yo me volví un hombre ingrato que se volvió a las cosas del mundo y a la vida fácil”, agrega.
Los chulos
Al recuperarse y retornar a su vida normal, Kledis observó como muchos de sus amigos empezaron a gozar de buena reputación, grandes casas, autos y demás lujos, ya que se convirtieron en “chulos” o mantenidos por mujeres prostitutas. Una forma de vivir muy arraigada entre los jóvenes de esa época.
Ante ello, Kledis abandonó a su esposa y viajó a la ciudad de Cuenca para enamorar a más de una mujer, para prostituirlas y vivir de ellas. Su estrategia consistió en engañarlas con la promesa de llenarlas de fiestas, diversión, ropa de reconocidas marcas y un auto del año en menos de tres meses.
Una vez terminado el plazo en que acabaría este ilícito acuerdo, Kledis desconocía sus palabras y mostraba su verdadero rostro ante aquella mujer y a las otras dos féminas que se sumaron a sus planes. Desde aquella fecha todas ellas fueron presa de los maltratos y abusos de “patucho”.
Unos años después, Kledis con 20 años de edad, conoció a un hombre llamado “el ahijado”, quien lo introdujo al mundo de la delincuencia y el hampa, con la banda de “los empalmeños” quienes sembraron el terror y la inseguridad en varias ciudades del Ecuador.
Al ingresar a esta organización delictiva, a Kledis lo colocaron como chofer de los delincuentes, recibiendo 300 dólares por cada asalto que cometieron. Luego se especializó en el asalto a mano armada, robando autos lujosos, locales comerciales y todos lo que estuvo en su mira. Esta banda también se dedicó a extorsionar a personalidades de alto rango, a quienes los secuestraron y los mataron. Por estas y otras fechorías, el nombre de “los empalmeños” y de Kledis, alias “patucho”, empezó a escucharse en todas las comisarias de aquella región.
Trata de blancas
Kledis alimentado por las ansias del dinero, nuevamente empezó a reclutar a otras muchachas para que ejerzan la prostitución. En esta ocasión recurrió a menores entre los 14 a 16 años de edad, quienes fueron las más requeridas por el público varonil. Con ellas se paseó por varias ciudades como Quito, Ambato, La Libertad y Guayaquil.
“Por cada una ellas ganaba semanalmente entre 900 a 1,200 dólares… Cuando no me entregaban el deficiente dinero, las agarraba a golpes y las encerraba por varios días en el cuarto de un hotel y sin nada de alimentos”, revela Kledis.
Tras varios meses de arduo seguimiento, la policía de inteligencia desarticuló esta mafia al encontrarlas en un hotel de la ciudad de Azuay, al sur del Ecuador. Allí rescataron a varias jovencitas, las que inmediatamente sindicaron a Kledis como su proxeneta.
Al encontrarse en requisitoria, Kledis se dirigió a la ciudad de Cuenca para seguir con su accionar, sin pensar que su esposa lo ubicaría para reconciliarse con él y restaurar su matrimonio. Una semana después, ella cayó presa y Kledis la abandonó por segunda vez.
“El dinero, las mujeres, las drogas y la opulencia, nunca me hicieron feliz. Me sentía vacío, solo y lleno de temores...”, recuerda.
Aunque muchas veces la policía de inteligencia intervino los burdeles clandestinos que Kledis levantó, este fugaba sin dejar rastro alguno.
Pasado los meses, en octubre del 2010, su esposa alumbró a su primogénito llamado Elian en aquella prisión y semanas después salió en libertad y fue a vivir con sus padres a Quevedo. Al enterarse, Kledys abandonó uno de sus burdeles ubicado en la ciudad de Salinas y fue a buscar a su esposa y a su hijo.
“Sentía un odio sin sentido hacia mi esposa, quizás porque no reconocí mis errores, ni me humillé ni le pedí perdón por todo el infierno que vivió ella en la cárcel estando embarazada”, relata.
Reconciliados
Un mes después, Kledis se alejó de sus labores clandestinas y trabajó con su madre en un negocio familiar. En ese trayecto conoció a un cristiano del Movimiento Misionero Mundial, quien lo llevó a la casa de Dios y le presentó a Jesucristo como el único que podía cambiar su vida y darle solución a todos sus problemas. Momentos después, se entregó al evangelio.
Veintiún días después de su conversión, Kledis recibió la llamada de su esposa, quien se encontraba viviendo en Guayas. Desde ese momento, el amor perdido entre ambos empezó a nacer; sobre todo cuando se reencontraron en la ciudad de Guayaquil, donde se reconciliaron dentro de la casa del Señor. Actualmente, Kledis, su esposa y sus dos pequeños están más unidos que nunca.
“Mi vida dentro de los caminos del Señor serán los mejores momentos de mi vida... La palabra de Dios enderezó mis caminos”, dice con convicción.
Fuente: http://impactoevangelistico.net/
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