martes, 8 de agosto de 2017

FRENTE AL TERRORISMO

                             
Perdió ambas piernas en un atentado suicida. Hoy se dedica a convencer a jóvenes extremistas para que resistan a la llamada de la violencia 


                                            Frente al terrorismo - Selecciones



Jacques Koch

EN EL AULA DEL COLEGIO  de la región de Klaten (Indonesia), hace un calor sofocante pero los alumnos reunidos la mañana del 19 de octubre de 2013 están acostumbrados a ese calor. También están acostumbrados a la pobreza, la corrupción y la falta de oportunidades. El sentimiento de injusticia les convierte en objetivos fáciles para los reclutadores de las organizaciones extremistas violentas.
Se quedan en silencio cuando un atractivo holandés de 38 años, con prótesis en ambas piernas, entra en el aula. El holandés habla con calma pero con autoridad. “Perdí las piernas hace ocho años”, dice Max Boon. “Un terrorista suicida hizo explotar la bomba que llevaba adherida al cuerpo en la sala de conferencias del hotel de Yakarta donde me encontraba. El suicida tenía 18 años, un chico joven: como vosotros”. Max ha vuelto a Indonesia para evitar que a otras personas les ocurra lo mismo que a él. Los alumnos le escuchan atentos.
Max Boon nació y se crió en la ciudad holandesa de Venray, a unos 160 kilómetros al sureste de Ámsterdam. De niño, jugaba al fútbol con los refugiados indonesios que vivían en su ciudad, y comenzó a interesarse por su cultura y su historia. Además, las historias de un amigo de la familia que había pasado tiempo en Indonesia cuando el archipiélago se independizó de los Países Bajos, despertaron más su interés. Boon se licenció en Estudios y Gestión Indonesios en la Universidad de Leiden, y eso lo acercó aún más a su sueño de convertirse en hombre de negocios en Indonesia. Viajó al país por primera vez en 1997, como parte de sus estudios.
En julio de 2009, Max, de 33 años, trabajaba como asesor de empresarios extranjeros en Yakarta. Estaba a punto de inaugurar su sesión informativa semanal en el hotel Marriott, cuando un joven entró en la sala para “darle algo a su jefe”, según había contado al personal del hotel. Pero lo que hizo fue activar la bomba que llevaba pegada al cuerpo, matándose a sí mismo y a otras cuatro personas e hiriendo a otras 16, entre las que se encontraba Max.
Cuando Max recuperó la consciencia tres semanas después en un hospital de Singapur, su madre estaba allí. “Max, te han tenido que amputar las piernas”, le dijo. Con su apoyo, decidió vivir lo mejor que pudiera.
Cuando volvió a Holanda, tardó años en recuperarse y aún hoy sigue con rehabilitación. Sufrió quemaduras en el 70% de su cuerpo. Hicieron falta muchas operaciones para salvarle el maltrecho brazo derecho y para eliminar la metralla de su cuerpo. Tiene un tornillo alojado tan cerca del corazón que los médicos dicen que es demasiado peligroso extraerlo. Un año después del atentado, le salió de la oreja un trozo de porcelana del servicio de mesa del Hotel Marriott En la actualidad camina con prótesis de alta tecnología en ambas piernas.
Mientras yacía en la cama del hospital de Singapur, Max leyó un artículo sobre el terrorista suicida que había perpetrado el atentado. Dani Dwi Perana acababa de terminar la escuela secundaria. Era aficionado al baloncesto, servicial y amable. Como procedía de un hogar roto era fácilmente impresionable y había caído en las manos de un clérigo musulmán radical que lo había convencido para que sacrificara su vida en la guerra santa, la yihad. Sus familiares aborrecían lo que Dani había hecho.
Max vio el mensaje de video que Dani había grabado antes de saltar por los aires en el atentado junto a las víctimas. “Esto no es un suicidio”, decía a la cámara. “Espero ir al cielo. Es la forma de aterrorizar al enemigo”.
Ahí estaba, ese joven amable y sonriente. “A Dani le lavó el cerebro una banda de criminales”, afirma Max. Al igual que su atacante había sido anónimo para él, él había sido igualmente anónimo para el terrorista. Si Dani hubiese visto el gran dolor que había causado con su atentado, ¿lo habría reconsiderado?
Esa idea hizo que Max se marcara un nuevo objetivo en la vida.
Se metió en Internet para estudiar el fenómeno del terrorismo. Descubrió que las víctimas no habían sido movilizadas para luchar contra él. Max se dirigió a los expertos del Centro Internacional de lucha contra el Terrorismo (ICCT) de la Haya, y con su apoyo volvió a Indonesia para poner en marcha el Proyecto Voces de las Víctimas, en el que trabaja junto a víctimas de atentados terroristas visitando escuelas en zonas donde saben que los alumnos son vulnerables a los reclutadores extremistas.
En 2013 Ali Fauzi se unió a Max en su primera gira por las escuelas de la región de Klaten. Fauzi, de 42 años, es un antiguo terrorista. “Yo enseñaba a fabricar bombas,” dice Ali. “Uno de mis alumnos fabricó la bomba que mutiló a Max”.
Al principio fue difícil para Max, pero ha perdonado a Ali. “El hecho de que yo me sintiera víctima de una gran injustica no significa que tenga que odiar a este hombre, que ha decidido cambiar su vida.”
La primera ponente en el primer colegio que visitaron fue una madre joven que había sufrido graves quemaduras en uno de los atentados de Bali. A Max le gustó que su historia llegara a los alumnos, algunos de los cuales le habían sorprendido antes de la conferencia con su abierta admiración por los terroristas. Ali Fauzi se vio abrumado por la emoción y tuvo que abandonar la sala.
Dice que el trabajo que hace Max es impresionante. “Me da fuerzas para trabajar por la paz,” afirma.
En la actualidad, Voces de las Víctimas forma parte de una organización más amplia llamada Aliansi Indonesia Damai (AIDA), que significa Alianza para una Indonesia en Paz. La fundación enseña a las víctimas del terrorismo a informar en las escuelas y presta ayuda psicológica y económicamente. Pero Max sigue centrado en evitar que la juventud se radicalice. Este año tiene programado visitar al menos 20 escuelas.
El experto en terrorismo Peter Knoope continúa apoyando con entusiasmo el esfuerzo de Max. “¿Una gota en el océano? No, Max puede convertir esto en una auténtica marea”, afirma Knoope. “Tiene la energía para triunfar”.
“Indonesia tiene potencial para ganar la batalla contra el terrorismo”, afirma Hasibullah Satrawi, director de AIDA. “Podemos ayudar a hacer del país un lugar más pacífico”.

Fuente: readersdigestselecciones.es

Nota de Julio César Barreto: 
"Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios". (Mateo 5: 9)



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