lunes, 9 de noviembre de 2015

3 IDEAS A LA HORA DE HABLAR/ESCRIBIR/TUITEAR

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Por: Steven Morales

Hace unas semanas estaba sentado frente a mi computadora y leí un artículo que me gustó tanto que decidí tuitear algo al respecto.
El artículo (que desde entonces ha sido traducido y publicado en Coalición) habla sobre el peligro de ser una persona no enseñable y explica cómo el evangelio produce la humildad necesaria para poder aprender de Dios y los demás.
Entonces, tuiteé lo siguiente:
No ser enseñable es ser anti-evangelio. Es pensar que Jesús no te puede moldear aún más a Su imagen a través del aprendizaje.
Al leerlo otra vez me vino una sola cosa a la mente: lo increíblemente negativo que sonaba ese tuit. No me había dado cuenta cuando lo había escrito momentos antes, pero al darle un segunda leída era claro que estaba comunicando de una manera innecesariamente negativa.
Borré el tuit inmediatamente y escribí este en su lugar:

¿Ves la diferencia?
Justo ese mismo día estaba hablando con un amigo sobre mi tuit negativo. De esa conversación salí con tres breves pensamientos sobre la manera en que debemos comunicarnos, a través de tuits u otros medios.

1. Hagamos afirmaciones precisas, pero no las edifiquemos sobre nuestras perspectivas negativas de los demás.

Muchos de nosotros tratamos de comunicar un mensaje de gracia sin extender ni un chín de gracia. Tal vez sea porque queremos darle un shock factor a nuestro mensaje, pero demasiadas veces comunicamos de una manera innecesariamente negativa para agarrar la atención de nuestra audiencia.
Decimos, “Hay mucha gente que piensa _________, cuando deberían de pensar __________”. “Si no aceptas ___________, entonces no entiendes la Biblia”. “Si haces ____________, probablemente eres un hereje”.
Ahora, no estoy diciendo que es inherentemente incorrecto comunicar un mensaje negativo, pues es imposible proclamar las buenas noticias de Jesús sin primero presentar las malas noticias del pecado. Y creo que necesitamos siempre recordar los efectos negativos del pecado para verdaderamente poder apreciar los buenos resultados del evangelio. Más bien a lo que me estoy refiriendo tiene más que ver con la manera en que comunicamos nuestro mensaje.
Seamos honestos. A muchos nos gusta comunicar agresivamente a través de las redes sociales porque es más fácil captar la atención de la gente con algo negativo que positivo (sin mencionar que todos somos más valientes detrás del teclado de nuestra computadora o celular que en persona). Decimos la verdad, pero casi siempre en comparación con aquellos que están en lo incorrecto, resultando en un mensaje que busca su validez no principalmente en su propio argumento, sino en el error del argumento del otro. Pero, ¿no es lo mismo? Si existe una verdad, siempre habrá un falsedad para contradecirla, ¿no? Claro que sí. Pero cuando solo argumentamos de una manera que destaca los errores de otros, inmediatamente aislamos a las personas que más necesitan escuchar nuestras palabras.
Mejor, además de ser honestos, seamos clementes. Reconozcamos que debemos hacer lo correcto, no de una manera en que nos comparamos con los que no lo están haciendo, sino porque simplemente eso es lo que Dios nos ha enviado a hacer.
Mostremos la gracia de Dios no solo con lo que decimos, sino también con cómo lo decimos. Esto me lleva directamente al segundo pensamiento:

2. Dejemos que el evangelio defina el método, no solo el mensaje.

Este es uno de los puntos que recalcamos con los pastores en mi iglesia una y otra vez: nuestros métodos, no solo nuestro mensaje, también predican. Al colocar el evangelio en el centro de nuestras vidas, teología, y prácticas, veremos que el mismo transforma no solo lo que decimos, sino también la manera en que lo decimos.
Para nada nos sirve enseñar en nuestra iglesia que debemos ser una comunidad que comparte sus vidas el uno con el otro si no somos los primeros en practicarlo. Para nada nos sirve llamar a la gente al arrepentimiento si no somos los primeros en modelar una vida que constantemente regresa a la cruz.
Lo mismo se puede decir de la manera en que comunicamos en las redes sociales o en conversaciones personales. Si tengo un mensaje de gracia, pero lo comunico sin gracia, entonces lo único que le estoy comunicando al mundo es que (1) realmente no creo en ese mensaje o (2) el mensaje realmente no es efectivo para cambiarme, perjudicando así la validez del mismo.
Necesitamos comunicar el evangelio, no solamente con nuestras bocas, sino también con nuestras vidas.

3. El hecho de que soy un pecador significa que al comentar/examinar/escribir/etc., debemos pensar más en la persona de “nosotros” que “ustedes”.

El evangelio nos impulsa a ser introspectivos. Esto significa que la primera persona a la que debo examinar soy yo. ¿Cuantos de nosotros hemos tomado la Palabra y la aplicamos a la vida de otras personas antes que la nuestra? ¿Cuantas veces hemos leído o escuchado algo y pensado en el pecado de los demás?
He visto demasiados tuits (y muchos míos) que empiezan con “Muchos hacen esto… cuando deberían hacer lo otro”. Puede que el pensamiento sea cierto, pero tal vez es hora de que aplicar el evangelio a nuestros errores, en lugar de comparar nuestros puntos fuertes con los errores de otros. “A menudo caigo en el error de pensar que ____________, pero el evangelio me recuerda que ________________”.
Que Dios nos muestre tanta gracia en nuestra vida que sea imposible para nosotros no extenderla hacia aquellos que nos rodean a través de nuestras conversaciones, amistades, e incluso nuestros tuits.
Ícono usado bajo licencia CC BY 3.0.
Fuente:
http://blogs-es.thegospelcoalition.org/steven-morales/3-ideas-a-la-hora-de-hablar-escribir-tuitear/

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