Por: Julio César Barreto
La fe liga nuestra alma con
el Dios infinito. El Señor tuvo que reprender con frecuencia a los discípulos
por su falta de fe. El Apóstol Pablo señaló en Romanos capitulo 4 que al que
tiene fe, esto le es contado por justicia. Somos llamados de las tinieblas a la luz admirable de Jesús,
para que agrademos a Dios y eso es justo y agradable a la presencia de nuestro
Creador, ya que la humanidad lo que hace es todo lo contrario.
A Dios le complace que
seamos a su imagen y semejanza: “mansos y humildes”, pero con cuanta frecuencia
esto se nos hace cuesta arriba. Sin embargo, deberíamos mirarnos en el espejo
de personajes bíblicos, que solo aparecen fugazmente. ¿Por qué el Espíritu
Santo previó que se hablara de ellos en unos pocos versículos? Tengo que decir que el camino de la fe está
lleno de obstáculos, entre ellos se encuentra la soberbia, el orgullo, la
prepotencia. Estos son solo algunas de esas piedras de tropiezo que los seres
humanos se encuentran en su camino hacia la fe. Cuando alguien logra vencer
estos monstruos, a veces gigantes, ha logrado una gran victoria, ha alcanzado
un nivel de fe que en la misma medida en que se continúe perseverando, llegará
a ser tan grande o más que los ejemplos que me voy a permitir citarles. Veamos
algunos casos maravillosos:
Juan el Bautista (Profeta):
A pesar de su posición de líder espiritual del
pueblo de Israel, siendo un hombre conocido, respetado por el pueblo. Su
posición como Profeta, no se le subió a la cabeza. Juan no se dejó cautivar por
el falso orgullo, ni por la destructiva
prepotencia. Cuando le correspondió dar testimonio de Jesús, fue ampliamente
franco, sencillo, humilde y dijo:
Yo a la verdad os bautizo en agua para
arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de
llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Mateo 3:11)
Fíjese que el Profeta dijo: “yo no soy digno de llevar su calzado”.
Entendemos esta palabra “Digno”, como alguien
muy distinguido, digno de algo, honor.
Pero Juan no sucumbió a la tentación de aprovechar su circunstancia de
ser un hombre público, conocido y respetado por el pueblo, para el
auto-exaltarse, al contrario, tuvo la suficiente fe para creer, que el que se
humilla será exaltado, pero los que se exaltan serán humillados.
El Centurión – (Militar):
Este hombre ostentaba una posición importante dentro de la comunidad judía;
era un militar de alto rango (Centurión). A juzgar por lo que nos dice Mateo en
su Cap. 8, este hombre tenía un corazón sensible, amaba a su criado y a pesar
de ser extranjero, amaba a Israel, al punto que construyó una sinagoga para los
judíos. Con cuanta frecuencia vemos en nuestra sociedad y en cualquier lugar
del planeta que los hombres cuando alcanzan estas posiciones, en el ámbito de
la milicia, se infatúan, se vuelven prepotentes (con contadas excepciones),
pero este no fue el caso de este Centurión. El envía una embajada de ancianos y
amigos para que le rueguen a Jesús a fin de que le sane a su criado, y ¿ qué
sucedió aquel día cuando estos hombres llegaron ante Jesús con dicha petición?
Y el siervo de
un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
Cuando
el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos,
rogándole que viniese y sanase a su siervo.
Y
ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que
le concedas esto;
Porque
ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
Y
Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión
envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de
que entres bajo mi techo;
Por
lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo
será sano.
(Lucas
7:1-10)
El Centurión era un hombre de fe, la misma que lo condujo a ser una persona
humilde y por esto el Señor lo alabó diciendo:
Al
oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le
seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Los ancianos que el Centurión envió a Jesús con su
petición, lo consideraron un hombre justo y dieron testimonio de ello ante
Jesús, pero el mismo Centurión no se consideraba digno (que te alaben otros y
no tu mismo).
Esta postura terminó por beneficiar finalmente al
criado enfermo, el cual fue sanado de su enfermedad. Esto nos indica que la fe
nos ayuda a ser humildes, a comprender que es necesario que seamos sencillos,
mansos, humildes de corazón y hallaremos descanso para nuestras almas y como
valor agregado, esto redundará en beneficio de nuestro entorno familiar y
social en general. En tal sentido soy un firme convencido de que la fe en Dios y en el poder de Su Palabra, son definitivamente una valiosa ayuda para lograr este cometido, de ser humildes a semejanza de nuestro amado Señor Jesús. Que el Señor nos
ayude a entender esto y a ponerlo por obra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario