viernes, 13 de noviembre de 2015

LA FE NOS AYUDA A SER HUMILDES

   

Por: Julio César Barreto

La fe liga nuestra alma con el Dios infinito. El Señor tuvo que reprender con frecuencia a los discípulos por su falta de fe. El Apóstol Pablo señaló en Romanos capitulo 4 que al que tiene fe, esto le es contado por justicia. Somos llamados  de las tinieblas a la luz admirable de Jesús, para que agrademos a Dios y eso es justo y agradable a la presencia de nuestro Creador, ya que la humanidad lo que hace es todo lo contrario.

A Dios le complace que seamos a su imagen y semejanza: “mansos y humildes”, pero con cuanta frecuencia esto se nos hace cuesta arriba. Sin embargo, deberíamos mirarnos en el espejo de personajes bíblicos, que solo aparecen fugazmente. ¿Por qué el Espíritu Santo previó que se hablara de ellos en unos pocos versículos?  Tengo que decir que el camino de la fe está lleno de obstáculos, entre ellos se encuentra la soberbia, el orgullo, la prepotencia. Estos son solo algunas de esas piedras de tropiezo que los seres humanos se encuentran en su camino hacia la fe. Cuando alguien logra vencer estos monstruos, a veces gigantes, ha logrado una gran victoria, ha alcanzado un nivel de fe que en la misma medida en que se continúe perseverando, llegará a ser tan grande o más que los ejemplos que me voy a permitir citarles. Veamos algunos casos maravillosos:


Juan el Bautista (Profeta):

 A pesar de su posición de líder espiritual del pueblo de Israel, siendo un hombre conocido, respetado por el pueblo. Su posición como Profeta, no se le subió a la cabeza. Juan no se dejó cautivar por el falso orgullo, ni por  la destructiva prepotencia. Cuando le correspondió dar testimonio de Jesús, fue ampliamente franco, sencillo, humilde y dijo:

  Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. (Mateo 3:11)

Fíjese que el Profeta dijo: “yo no soy digno de llevar su calzado”. Entendemos esta palabra “Digno”, como alguien  muy distinguido, digno de algo, honor.  Pero Juan no sucumbió a la tentación de aprovechar su circunstancia de ser un hombre público, conocido y respetado por el pueblo, para el auto-exaltarse, al contrario, tuvo la suficiente fe para creer, que el que se humilla será exaltado, pero los que se exaltan serán humillados.


El Centurión – (Militar):

Este hombre ostentaba una posición importante dentro de la comunidad judía; era un militar de alto rango (Centurión). A juzgar por lo que nos dice Mateo en su Cap. 8, este hombre tenía un corazón sensible, amaba a su criado y a pesar de ser extranjero, amaba a Israel, al punto que construyó una sinagoga para los judíos. Con cuanta frecuencia vemos en nuestra sociedad y en cualquier lugar del planeta que los hombres cuando alcanzan estas posiciones, en el ámbito de la milicia, se infatúan, se vuelven prepotentes (con contadas excepciones), pero este no fue el caso de este Centurión. El envía una embajada de ancianos y amigos para que le rueguen a Jesús a fin de que le sane a su criado, y ¿ qué sucedió aquel día cuando estos hombres llegaron ante  Jesús con dicha petición?

Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
Porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
Por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
(Lucas 7:1-10)


El Centurión era un hombre de fe,  la misma que lo condujo a ser una persona humilde y por esto el Señor lo alabó diciendo:

Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

Los ancianos que el Centurión envió a Jesús con su petición, lo consideraron un hombre justo y dieron testimonio de ello ante Jesús, pero el mismo Centurión no se consideraba digno (que te alaben otros y no tu mismo).


Esta postura terminó por beneficiar finalmente al criado enfermo, el cual fue sanado de su enfermedad. Esto nos indica que la fe nos ayuda a ser humildes, a comprender que es necesario que seamos sencillos, mansos, humildes de corazón y hallaremos descanso para nuestras almas y como valor agregado, esto redundará en beneficio de nuestro entorno familiar y social en general. En tal sentido soy un firme convencido de que la fe en Dios y en el poder de Su Palabra, son definitivamente una valiosa ayuda para lograr este cometido, de ser humildes a semejanza de nuestro amado Señor Jesús. Que  el Señor nos ayude a entender esto y a ponerlo por obra. 





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