miércoles, 25 de noviembre de 2015

UN DESAFÍO PARA LAS MUJERES

 





Por: John Pipper

Quisiera desafiar a cada mujer para:
  1. Que sus vidas enteras —cualquiera sea el llamado de cada una— sea para la gloria de Dios.
  2. Que confíen de tal manera en las promesas de Cristo, y que la paz, el gozo y la fortaleza que produce esa confianza en ellas llenen sus almas hasta rebosar.
  3. Que la plenitud de Dios inunde los actos de amor diarios que hacen para que así las personas que las rodean vean esas buenas obras y den la gloria a su Padre que está en el cielo.
  4. Que sean mujeres de Biblia, que amen, estudien y obedezcan la Palabra de Dios en cada área que ésta enseña; que la meditación que tienen en las verdades bíblicas sea la fuente de su esperanza y fe; que continúen creciendo en entendimiento a través de las etapas de sus vidas, sin pensar que el estudio y el crecimiento son sólo para otras personas.
  5. Que sean mujeres de oración, para que la Palabra de Dios les sea revelada, que el poder de la fe y la santidad descienda sobre ustedes y que su influencia espiritual sea cada vez mayor en el hogar, en la iglesia y en el mundo.
  6. Que sean mujeres con un profundo conocimiento de la soberanía de Dios para que eso sea el cimiento de todos los procesos espirituales que vivan; que piensen profundamente en las doctrinas de la gracia, que amen y crean aun más estas cosas.
  7. Que estén comprometidas completamente en el ministerio, sea cual sea el rol específico que desempeñen; que no desperdicien su tiempo viendo telenovelas, leyendo revistas para mujeres o realizando pasatiempos sin sentido, de la misma manera que los hombres no debieran perder el tiempo en ejercitarse excesivamente o en hacer cosas sin propósito en el garaje. Rediman su tiempo por Cristo y para su reino.
  8. Que, si están solteras, aprovechen su soltería en completa entrega a Cristo sin dejarse paralizar por el deseo de casarse.
  9. Que, si están casadas, apoyen creativa, inteligente y sinceramente el liderazgo de sus esposos siempre y cuando la obediencia a Cristo no se vea comprometida; anímenlos en el rol que Dios estableció para ellos como cabeza del matrimonio; influéncienlos espiritualmente, ante todo, por medio de la paz, la santidad y la oración.
  10.  Que, si tienen hijos, acepten la responsabilidad junto a sus maridos (o solas, si es el caso) de criarlos para que tengan su esperanza puesta en la victoria de Dios, compartiendo con sus esposos la enseñanza y la disciplina y dándoles a los niños  esa crianza y cuidado especial que sólo ustedes pueden entregar.
  11. Que no asuman que el trabajo secular es un desafío mayor o tiene una mejor utilidad para sus vidas que el sinnúmero de oportunidades de servicio y de ser un testimonio en sus hogares, en sus vecindarios, en sus comunidades, en sus iglesias y en el mundo. Que no sólo se cuestionen si se dedicarán a sus carreras o a ser madres a tiempo completo; al contrario, que consideren seriamente qué es lo mejor para el reino, ¿ser una empleada a la que le dicen qué hacer para que el negocio de sus jefes prospere o ser un agente libre para Dios que sueña cómo hacer que el negocio de él prospere con los tiempos, en los hogares y con la creatividad de ustedes? Que tomen decisiones no en base a lo que está de moda en el mundo o a las expectativas de vida de una profesional joven con dinero, sino que a lo que fortalece a la familia y a lo que hace avanzar la obra de Cristo.
  12. Que se tomen tiempo (con sus maridos, si es que están casadas) para planificar diversas formas de vida ministerial en cada etapa de sus vidas. Éstas se dividen de acuerdo a varios factores: edad, capacidad, soltería, matrimonio, oportunidades de trabajo, hijos en casa, hijos en la universidad, nietos, jubilación, etc. Ninguna etapa tiene todas las cosas buenas. La vida finita está compuesta por una sucesión de soluciones incompletas. Encontrar la voluntad de Dios y vivir para la gloria de Cristo al máximo en cada etapa es lo que trae éxito; no el que cada etapa parezca como la de otras personas o que tal etapa tenga lo que tendrá la siguiente.
  13. Que desarrollen una mentalidad y estilo de vida guerrero. Que nunca olviden que la vida es corta, que cada día millones de personas están entre el cielo y el infierno, que el amor al dinero es un suicidio espiritual, que tener como meta el ascender socialmente (mejor ropa, autos, casas, vacaciones, comida, pasatiempos) es un sustituto pobre y peligroso del objetivo de vivir para Cristo con todas tus fuerzas y de ampliar tu gozo en el ministerio a las necesidades de las personas.
  14. Que en todas sus relaciones con los hombres busquen la guía del Espíritu Santo para poder aplicar la visión bíblica de la masculinidad y la feminidad. Que desarrollen un estilo y una conducta que haga justicia al rol que Dios le ha dado únicamente al hombre de ser el responsable de un liderazgo amoroso al relacionarse con las mujeres —un liderazgo que involucra protección, cuidado e iniciativa—. Que como mujeres piensen creativamente y con una sensibilidad cultural (como debiese ser) en establecer el estilo y el tono de su interacción con los hombres.
  15. Que vean lo que la Biblia dice sobre lo que es apropiado e inapropiado para hombres y mujeres en la forma en que se relacionan, no como una restricción a su libertad, sino que como una receta sabia y amable de cómo descubrir la verdadera libertad del ideal de Dios sobre la complementariedad. No midan sus potenciales por los pocos roles que no les corresponden, sino que por el sinnúmero de roles que sí tienen. Apaguen el televisor y la radio para poder pensar... 



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