lunes, 11 de abril de 2016

CERCA DE DIOS EN EL ALTIPLANO (Testimonio)



Marlon Pérez
Sus primeros acercamientos hacia el cannabis ocurrieron a los trece años de edad cuando observó a su hermano mayor y varios de sus amigos, consumiéndolo. Le ofrecieron una pipa repleta de la sustancia y lo aceptó. Fumó y sintió una extraña sensación que lo sedujo no solo en ese momento, sino en los días, semanas y meses posteriores.
El chico se llamaba Heriberto Limbert Arauco Pardo. Había nacido el 7 de julio de 1969 en la provincia andina de Ñuflo de Chaves en el departamento de Santa Cruz, Bolivia. Desde sus doce años de edad, él y su hermano quedaron a cargo de su abuela, ya que sus padres trabajaban en una mina muy distante de la ciudad.
Un año después de sus primeras experiencias con la droga, Limbert ingresó al tercer grado de intermedia en el Colegio Nacional Mixto San José de la ciudad de Oruro, y conoció a un estudiante mucho mayor que lo llevó a involucrarse aún más en el mundo de la marihuana.
Este muchacho lo introdujo a un grupo de pandilleros que eran encabezados por “Molleja”, un tipo que se dedicaba a abastecer marihuana en colegios, parques y plazas de la ciudad boliviana.
Fue atrapado en las redes de esta mafia, y comenzó a distribuir esta sustancia entre sus compañeros de aula por lo que comenzó a ganar algo de dinero. Más adelante, extendió sus tentáculos en otros colegios, contactándose con dos amigos suyos a los que les ofreció la misma ocupación. Vio que era fácil vender droga a los escolares. Todos ellos eran hijos de buenas familias, pero drogadictos.
A sus 16 años, él y varios de sus revendedores fueron capturados por la policía con algunas pipas de marihuana en sus bolsillos y mochilas. Al ser llevados a la comisaría, uno de sus contactos consiguió cerca de dos mil bolívares y salieron en libertad en menos de un día.
Universidad de la vida
Cuando terminó de estudiar en el colegio, se dedicó a vender más droga. Para eso tuvo que viajar hasta el lugar de provisión, en la región de Los Yungas, ubicado al noroeste de la ciudad de La Paz. En este lugar le proveían grandes cantidades de plantones del cannabis que comenzó  a distribuir a los miles de jóvenes de la ciudad boliviana.
En esas idas y venidas conoció a un hombre al que llamaban ‘Kilin’, el cual le mostró otros compuestos narcóticos como la pasta básica y además otros alucinógenos que comenzó a consumir con adicción.
A lo largo de los meses posteriores, muchos de sus amigos terminaron presos, adictos o intoxicados por tanta droga. Limbert pretendió huir de ese mundo y postuló a la Universidad Técnica de Oruro (UTO) para cambiar su futuro. Sin embargo, sus esfuerzos resultaron en vano ya que su fuerte adhesión a las drogas lo convirtió en un estudiante inestable y poco provechoso.
A los 24 años de edad se trasladó a la facultad de Arquitectura donde conoció a varios universitarios acaudalados y adictos como él. Un año después, pasó a la facultad de Economía y posteriormente a Antropología, donde él y un grupo de estudiantes cayeron por segunda vez con varios paquetes de marihuana y pasta básica de cocaína.
Tras las investigaciones, todos ellos fueron acusados de proveedores en el centro universitario, por lo que fueron puestos a disposición de las autoridades. Para su mala fortuna, la Asamblea Legislativa de Bolivia de ese tiempo, estableció la ley N° 1008, que determinaba pena de cárcel para cualquier persona que fuere encontrado con una cantidad mínima de estupefacientes y lo comercialice. La condena no contempló ningún tipo de beneficios penitenciarios para el joven y sus amigos,
Al caer nuevamente en la cárcel, pensó que todo había terminado para él. Afortunadamente, ninguno, fue remitido a narcóticos. En ese momento, fue la primera vez que pensó en el Señor y le pidió su ayuda. A los pocos días, todos fueron absueltos misteriosamente.
Al salir en libertad, buscó contacto con una mafia dedicada a la falsificación de dólares con los que empezó a fabricar los billetes falsos, para hacerlos pasar como verdaderos en varios establecimientos comerciales de la ciudad. Fue en esas circunstancias que Limbert cayó por tercera vez en manos de la policía.
Estuvo varios meses en el reclusorio y cuando salió volvió a la venta de estupefacientes en un ‘night club’ de la ciudad donde una gran la cantidad de jovencitas menores de edad ofrecían sus servicios sexuales. Cada noche sentía una presencia demoniaca, porque dentro del night club se celebraban ritos satánicos, conocidos como ‘koas’...
  • Ese lugar fue un verdadero antro de perdición- refiere.
Cortándose la vida
Pasado un tiempo y agotadas todas sus esperanzas de hallar la paz y la felicidad, Limbert intentó morir de sobredosis inhalando una gran cantidad de cocaína, pero la muerte no acudió a su llamado desesperado.
En una segunda oportunidad, pretendió cortarse las venas, pero la voz de su abuela le vino a la mente recordándole que solo los cobardes se matan.
  • Sé que era Dios hablándome a través de mi abuela- confiesa.
Después de estos incidentes, retornó a los night club y a los conocidos ‘boliches’ (discotecas) donde siguió traficando. Allí, más de una prostituta o algún drogadicto, intentó matarse cortándose las venas o lanzándose del segundo piso. En muchos rostros de la gente que acudía al lugar, había desesperación y pedido de auxilio.
Los gedeones
En 1998, Limbert intentó cambiar su vida trabajando como taxista en el auto que su padre le ofreció y así transcurrió algún tiempo hasta que cierto día ocurrió un hecho fortuito. Estaba caminando por el patio de su casa cuando, de pronto, encontró la conocida Biblia de los Gedeones. Lo recogió y comenzó a leerlo con mucha reverencia.
Hasta ese momento nadie le había hablado de Dios. La palabra de Dios lo impactó y al cabo de algunos minutos terminó derramando lágrimas.
  • Era la primera vez que experimentaba tanta paz- dice.
A partir de ese instante todo cambió para el joven. Pocos meses después buscó una iglesia cristiana donde se entregó al cristianismo y se despojó de todos sus vicios. Al poco tiempo, conoció Miriam Campos con la que se casó y tuvo cinco hijos: Jazzet, Berenice, Jemima, Sulamita y Areli.
Cerca a Dios en el Altiplano
Actualmente, todos difunden el Evangelio en el municipio autónomo de San Julián, en el país altiplánico.

Fuente: impactoevangelistico.net

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Al Maestro con cariño