Cristian Morán
Si yo fuera el enemigo de la iglesia, trataría de hacer desaparecer el Apocalipsis de Juan. Lo mismo diría de la Biblia entera, pero en un sentido especial querría esconder el último libro de ella.
¿Y por qué querría hacer esto? Porque es un libro que abre los ojos. El nombre mismo se traduce como «revelación», y lo que revela tiene el potencial de estimular esa fibra que, por diseño de Dios, hace perseverar a la iglesia aun en medio de las circunstancias más temibles y dolorosas que puedan rodearla (justamente, aquellas que Satanás usa con la esperanza de desalentarnos).
El libro, por supuesto, aún está en nuestras biblias, pero partí diciendo que nos lo han «robado» porque, con una misteriosa eficacia, es como si lo hubieran puesto fuera de nuestro alcance: nos han enseñado a temerlo. Comúnmente hay personas que temen leer los juicios que describe, pero el temor que nos han inculcado es diferente: es un temor a no poder comprenderlo. ¿De dónde sale la idea de que es un libro sólo para los expertos?
En gran medida, proviene de quienes han intentado explicar el libro y que, en el mundo del estudio bíblico, se conocen como «comentaristas». Hay comentaristas buenos y «menos buenos», pero no debería causarnos sorpresa que alguien haya descrito a estos últimos diciendo: «Aunque San Juan vio muchos monstruos extraños en su visión, no vio criaturas tan salvajes como algunos de sus propios comentaristas» (G.K. Chesterton, Orthodoxy).
El Apocalipsis, sin embargo, fue escrito para revelar (no para esconder), y por lo tanto, la pregunta no es si en verdad revela, sino qué y cómo lo hace —muchas veces no encontramos las respuestas hasta que hacemos las preguntas correctas—. En otras palabras, ¿qué deberíamos (y no deberíamos) esperar de este libro?
Recordemos que el Apocalipsis pertenece a la Biblia (¡aunque suene obvio!), y siendo así, tengamos presentes dos cosas: que su principal propósito es fortalecer la fe (no satisfacer nuestra curiosidad), y que proviene de un Dios cuyo plan es uno solo a lo largo de toda la Biblia.
Los símbolos, por tanto, no son una especie de juego para hacerte adivinar personajes o fechas, sino que comunican un aspecto que no habías visto (y en ese sentido, revelan). Piensa, por ejemplo, en una bestia coronada que ataca a los creyentes (Ap 13:1-8): la imagen, por sí sola, busca despertar nuestra antipatía hacia ella, y por lo tanto, ya entendiste algo: que los hijos de Dios sufren una especie de hostilidad por parte de una autoridad que, inhumana por naturaleza, jamás será tu amiga. ¿No es esa la sensación que tienes cuando observas que, en la sociedad sin Dios, las estructuras de poder terminan jugando en contra de quienes promovemos los valores cristianos? El símbolo, entonces, confirma esta sensación, pero Dios, en su deseo de alimentar nuestra fe, revela también cuál es el destino de la bestia: ser destruida (Ap 19:11-21). ¿Necesitas, para ser alentado, saber exactamente qué gobernante de la historia encarnaría este símbolo? ¡No! Y tampoco es el objetivo. Los símbolos, contrario a lo que algunos piensan, no sirven únicamente para enmascarar información: en Apocalipsis revelan.
Mencioné, además, que Apocalipsis proviene de un Dios cuyo plan es uno solo, y aunque esto también suene obvio, nos permite recordar una segunda guía: que el Apocalipsis es coherente con los libros bíblicos que lo anteceden. Sus visiones, a veces, dan origen a especulaciones incontrolables, pero si recordamos lo que Dios ya nos ha revelado (¡incluso, a veces, con los mismos símbolos!), interpretaremos el libro con mucha más seguridad.
Hay una última cosa que quisiera mencionar para animarte a leerlo (porque ese es mi objetivo), y es que Juan «cuenta varias veces la misma historia». Nuestra tendencia, comúnmente, sería leer desde el capítulo 4 en adelante como si fuera una sola gran cadena de acontecimientos, pero ciertos elementos nos muestran que en realidad está retratando el mismo período varias veces seguidas (aunque de distintas maneras). Con más espacio, podríamos entrar en detalles, pero haremos algo mucho más entretenido: sólo mencionaré las divisiones para que lo compruebes personalmente:
Introducción (cap. 1)
Exhortaciones a las siete iglesias (caps. 2—3)
Siete sellos (4:1—8:1)Siete trompetas (8:2—11:19)Siete historias simbólicas (caps. 12—14)Siete copas (caps. 15—16)Juicio sobre Babilonia (17:1—19:10)La batalla final (19:11-21)El reinado de los santos y el juicio final (20:1—21:8)La nueva Jerusalén (21:9—22:5)
Exhortaciones y bendición final (22:6-21)
Exhortaciones a las siete iglesias (caps. 2—3)
Siete sellos (4:1—8:1)Siete trompetas (8:2—11:19)Siete historias simbólicas (caps. 12—14)Siete copas (caps. 15—16)Juicio sobre Babilonia (17:1—19:10)La batalla final (19:11-21)El reinado de los santos y el juicio final (20:1—21:8)La nueva Jerusalén (21:9—22:5)
Exhortaciones y bendición final (22:6-21)
Concéntrate en las siete secciones centrales. A medida que el libro avance, las recapitulaciones serán más breves y concentradas en el fin, pero si tienes en cuenta los momentos en que Juan «vuelve a cero», sé que notarás el efecto. ¿Debería esto sorprendernos? La verdad es que no del todo. En la literatura visionaria esto no era nuevo, y el propio libro de Daniel (que Juan usó como un referente) es un ejemplo más antiguo de esto (hay paralelos entre los capítulos, e incluso dentro de un mismo capítulo).
Lee, entonces, el Apocalipsis. No dejes que te «roben» el libro, y en lugar de eso, compártelo con otros. Difundirlo forma parte de su objetivo (como Juan mismo lo entendió; cap. 10), y quienes llevan su contenido a la práctica cuentan con una promesa especial de bendición (1:3). Este es un mundo amenazante: ¿Quieres esperar a Jesús con la fuerza que nos da la certeza de su regreso victorioso? Lee el Apocalipsis. Dios lo concibió expresamente con ese fin.
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