viernes, 30 de octubre de 2015

El viaje de Billy Preston


Barcelona, 20 de diciembre de 2010. Cuando Johnny Cash decidió contar con Billy Preston para su particular versión de "Personal Jesus", debió considerar las similitudes que tenían en común: ambos habían hecho todo lo posible por huir de la presencia del Dios en el que creían. La canción de Depeche Mode, liberada de su original halo sintético, suena en esta versión como si la estuviese interpretando el mismo Jonás, anti-héroe bíblico por excelencia, en una sucia taberna de Tarsis.


  Billy Preston


William Everett Preston nació en una familia disfuncional de Houston, Texas, el 2 de septiembre de 1946. Un año después de su nacimiento su madre se divorció y lo llevó a él y a sus tres hermanas a Los Ángeles, donde comenzó a trabajar en una funeraria y a tocar el órgano en la iglesia Victory Baptist Church. 


Esta afición de la madre hizo posible que desde los tres años Billy Preston pudiese familiarizarse con el piano y que a la temprana edad de siete años pudiese llegar incluso a dirigir en la iglesia a un coro de 150 personas. Con 16 años grabó su primer disco de gospel titulado "Sixteen Years Old Soul", pero ya llevaba 4 años colaborando con músicos de la talla de Mahalia Jackson, James Cleveland o Andraé Crouch.

Como se rodeó el famoso Jonás de una extraña tripulación en el barco que tomó a Tarsis, así parecía querer rodearse el bueno de Billy Preston de una interminable relación de músicos de toda clase de creencias como Ray Charles, Little Richard, Bob Dylan, TheRolling Stones, Eric Clapton o Red Hot Chilli Peppers. No obstante la relación más relevante fue sin duda la que mantuvo con The Beatles, y más concretamente con George Harrison, con quien compartió la grabación de "That"s The Way God Planned It" o la composición de la exitosa "My Sweet Lord". George Harrison y Billy Preston compusieron esta canción durante el viaje que hicieron juntos a Copenhage, Dinamarca, en diciembre de 1969. "With You I"m Born Again", otro de sus éxitos con título sincretista, lo grabó en 1980 con Syreeta Wright, musulmana criada como él en una iglesia bautista, que había trabajado como profesora de meditación trascendental durante la década de los 70.

Los ideales que registraba en los regulares discos de gospel que editó hasta el 2001, o en las canciones de amor, como aquella que escribió para Joe Cocker, una preciosa balada titulada "You are so beautiful", no parecían estar a la altura de su propia vida personal. Con 45 años Billy Preston era arrestado por agredir físicamente a un adolescente travestido con el que pretendía prostituirse. Sus problemas con la violencia, el alcohol y la cocaína fueron durante toda su vida origen de constantes internados en centros de rehabilitación y en la cárcel. Todavía con la edad de 51 años Billy Preston es condenado por el juez Bernard J. Kamins a la pena máxima de 3 años de prisión por posesión de cocaína con el objeto de -en palabras del juez-: "salvar su vida". Era previsible que en la cárcel aprovechase para dirigir el coro de gospel de la institución.

Podría decirse que a diferencia del profeta Jonás, sin embargo, Billy Preston no fue interrumpido en su viaje a Tarsis. Fuera ya de la cárcel, después de pasar años sufriendo hipertensión y enfermedad renal, con 59 años, Billy Preston decide voluntariamente ingresar en una clínica de rehabilitación de toxicómanos en Malibu, California, donde sufre un fallo respiratorio que le dejará en coma hasta el día de su muerte. 

Paradójicamente, poco antes de su muerte, Billy Preston decía en una entrevista: "La realización está sólo en el hecho de ser capaz de hacerlo, y esforzarse por hacer lo mejor que sea posible". Billy Preston no podía estar más equivocado en esta última reflexión. Si hay algo que se pueda deducir de la vida de cualquier persona es que esa optimista confianza en nuestra propia voluntad para hacer lo mejor posible no es siempre una garantía. 

Cuando los experimentados pescadores que seguían a Jesús agotaron todas sus habilidades, cuando ya estaban -sin embargo- a punto de morir ahogados bajo el furor de una terrible tempestad, clamaron a su maestro. Clamaron para salvar sus vidas de la misma forma que lo hicieron a sus dioses aquellos paganos que navegaban junto a Jonás en su viaje de huida a Tarsis, ignorantes de que no había salvación posible, ni en las leyes de la naturaleza, ni en las leyes del país, ni en las leyes religiosas, ni en cualquier otra ley propia o ajena que alguien pueda imaginar.

Jonás era un tipo de Jesús. Ambos duermen cuando les piden ayuda, ambos calman la tempestad, ambos pasan tres días encerrados. A semejanza de Jonás no es hasta que Jesús es entregado a la muerte en una cruz y resucita después de tres días que la salvación es posible. Aquellos discípulos de Jesús, que observaron atónitos cómo Jesús calmaba el mar, al igual que todos los personajes de la historia de Jonás, pasados los años, fueron muriendo uno tras otro. Aquella salvación de la tempestad fue sólo circunstancial; pero es con la muerte y resurrección de Jesús que, de una forma definitiva, se hizo posible la salvación más allá de los fracasos puntuales del hombre y hace posible, hoy, también la nuestra.






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