sábado, 7 de mayo de 2016

Las tentaciones que venció Isabel

Las tentaciones que venció Isabel
Desde la infancia todo resultaba gris en la existencia de Isabel Delabra. Maltrata por su madre, violada por su medio hermano y transformada en prostituta para poder sobrevivir. Traicionó a su propia hija. Parecía condenada a pecar, pero Dios se apiadó de ella. Y un día encontró salvación.
Marlo Pérez
 
Una tarde del año 2,005, Isabel Delabra de 45 años se encontraba en su casa en la ciudad de Tampico, México. De pronto, el novio de su segunda hija Margarita tocó la puerta para preguntar por ella. Al no encontrarla, ingresó y empezó a conversar con Isabel acerca de su prometida y sus proyecciones futuras. Al transcurrir la tarde, la confianza entre ambos se diluyó por otros rumbos, donde los tabúes y las distancias permitidas entre suegra y yerno quedaron atrás; y sin pensarlo empezaron a despojarse de sus restricciones, para entregarse a una pasión prohibida que terminó sin palabras.
 
Al caer la noche, el novio de Margarita salió con tal rapidez de la casa, que a Isabel no le dio tiempo para recoger las prendas regadas en el interior de su casa. Al terminar de recogerlas se vistió con la misma rapidez con que su yerno lo hizo; pero no continuó más, se tiró al suelo y se echó a llorar con una pesada agonía, que le oprimió la cabeza y el pensamiento. Había pecado contra Dios y contra su hija.
 
Pero esta no fue la primera vez que Isabel había perdido la vergüenza. Décadas atrás dejó todo su pudor al lado para ejercer el meretricio ilegal. Esto a raíz del abandono de su primer esposo y el constante rechazo que su madre siempre le mostró desde su infancia. Con los años, Isabel comprendió que este oficio no le trajo ningún beneficio.
 
Cruda infancia
María Isabel Delabra Rivera, nació el 22 de agosto de 1,960 en la ciudad de Veracruz, en México. Su pobreza la llevó a las calles a vender chifles, humitas doradas, cacahuates y otros productos oriundos de la  ciudad. Fue criada por su madre junto a sus ocho medios hermanos que compartieron habitación con ella, y a comparación de todos los demás, fue sometida a duros castigos y escalofriantes rituales que quedaron impregnados en su cuerpo y mente.
 
“Mi madre me usaba mucho en la brujería... Me daba miedo, cuando me colocaba dentro de un círculo en lumbre y danzaba alrededor mío; luego me golpeaba el cuerpo con muchas hierbas…”, recuerda.
 
Unos años después, al partir a la ciudad Monterrey en el estado de Nuevo León, Isabel con ocho años de edad, recuerda que fue ultrajada por un vecino suyo, cuando fue a comprar unos productos en la tienda del pervertido sujeto. Unos años después, uno de sus hermanos mayores también abusó de ella, y no cesó hasta que Isabel cumplió los 16 años de edad y se abalanzó sobre él, pero acabó desmayada de un golpe.
 
Dos horas después del incidente, su medio hermano fue apresado y llevado a una dependencia policial, mientras que Isabel fue trasladada al hospital del lugar. Al despertar su madre la culpó por insinuarse ante aquel muchacho drogadicto, lo que generó en ella una gran indignación y repudio; sin embargo la desgracia no quedó allí, ya que unos años más tarde el desalmado salió de la cárcel y violó a uno de los hermanos menores de Isabel. Actualmente es homosexual.
 
A sus 17 años, Isabel ya no soportó más vivir al lado de su madre y dentro de ese ambiente donde respiró mucho dolor y abuso. Este sentimiento acumulado, permitió que se escape de su casa, así como todos sus hermanos y hermanas lo hicieron desde la adolescencia.
 
Al marcharse de su hogar se casó con un muchacho, pero al cabo de un año la abandonó por su incapacidad de traer niños a este mundo. La arrojó a la calle y a buscar sustento en el lugar menos pensado, donde su dignidad de mujer quedó mancillada.
“Sin Dios uno ve la vida fácil, por eso tuve que recurrir a la prostitución…”, comenta.
 
Mujer de la vida
A sus 18 años de edad, Isabel buscó asilo en una de las casas de citas del municipio de Monterrey donde se ejercía la prostitución. Allí se convirtió en una chica de la vida alegre y aprendió hacerse de un nombre y un espacio, para ganar dinero atendiendo a la gran cantidad de hombres que requerían de sus servicios sexuales.
 
Lo inesperado ocurrió cuatro más tarde, cuando a Isabel le sobrevinieron náuseas y vómitos que la alertaron. Rápidamente se atendió por uno de los galenos que custodiaban la buena salud de las trabajadoras sexuales y le detectaron un embarazo de tres meses. En el momento Isabel no pudo explicar el milagro biológico, solo entendió que debía alejarse del lugar, porque el municipio no le permitió ejercer la prostitución con un niño bajo el vientre.
 
Fue entonces que retornó a la casa de su madre en el estado de Veracruz, para que esta le prestara 500 pesos para un aborto inducido; pero al ver que no accedió a su petición, ingirió más de un racimo de hierbas amargas para quitarse a la niña de sus entrañas. Sin embargo, sus intentos abortistas desaparecieron el 15 de diciembre de 1,979, cuando alumbró a su primogénita llamada Michel, quien fue dejada con su abuela para ser también víctima de su mala crianza.
 
“No quise tener una hija sin padre; sobre todo que después se entere que su madre fue una prostituta”, dice Isabel.
Cuatro años después y alejada temporalmente de la prostitución, Isabel recogió a su hija de los brazos de su madre y se marchó a la ciudad marítima de Tampico, al noreste de México. Allí residió junto a sus otros dos pequeños: Margarita y Reynaldo que quedaron huérfanos de padre. En esta nueva ciudad, empezó a notar las graves consecuencias que su madre impregnó en el interior de su primogénita. Esto le recordó su maltratada infancia.
 
Con 27 años de edad, Isabel trabajó en todo tipo de labores para sacar adelante a sus hijos y no retornar más meretricio; pero la vida le dio un duro revés en el año 1,987, cuando trabajó en una conocida empresa de bebidas, donde conoció a un hombre casado del que se enamoró y del que nació su cuarta hija: Elizabeth. Acabó despedida de la multinacional porque una de las normas prohibía las relaciones amorosas entre empleados. Isabel no tuvo más opción que retornar a las calles.
 
Desde aquel año hasta la llegada del nuevo milenio, Isabel tuvo que dedicarse a la prostitución para pagar las rentas mensuales de su casa y la secundaria de sus hijos adolescentes. La única forma de camuflar su verdadero oficio y callar los comentarios de los curiosos, fue trabajando por las mañanas vendiendo ropa usada en las diferentes colonias de la ciudad mexicana. Sin embargo, unos años más tarde, la vergüenza le cayó encima.
 
Relaciones prohibidas
A inicios del 2,005, Isabel conoció al pretendiente de su hija Margarita, la que en ese momento tenía unos 17 años de edad. Con el tiempo, la confianza y la camaradería entre suegra y yerno fueron muy cordiales, hasta que todo ello se desbordó; y en el momento menos esperado ambos  sucumbieron ante la carne y el deseo.
 
Al entender su terrible pecado, Isabel fue invadida por un sentimiento de culpa que la llevó a la iglesia cristiana donde su hija Margarita constantemente la invitaba, pero ella siempre se negaba. Esto formó un gran nudo en su garganta, y volvió a recordar su niñez cuando su madre le daba las mismas excusas. La historia volvió a repetirse, se decía continuamente.
 
Al encontrarse con el pastor de la congregación, fue persuadida de confesar su falta delante de su hija y delante de Dios, para que le perdonara de todos sus pecados. Fue así que meses después al salir de un servicio dominical, se dirigieron hacia un parque de la ciudad e Isabel tomó las manos de su hija y desnudó su verdad frente a ella. Al instante, las temblorosas manos de la muchacha se desligaron de Isabel, y al terminar de escuchar todo lo que tuvo que revelarle, estalló en cólera y la llamó con todo tipo de adjetivos.
 
“Al llegar a mi casa, me puse de rodillas al suelo y tragué el polvo de la tierra, pidiéndole al Señor que me perdone y que no me quitara la vida, sin que mi hija me perdonara primero”, recuerda.
Perdonada por Dios
A los pocos días, la casa de Isabel en la ciudad de Tampico, se convirtió en un verdadero centro de batalla, donde Margarita descargó una lluvia de improperios contra su madre, que no cesó de caer durante varias semanas. Bajo esta represalia, Margarita logró destruir la alicaída reputación de su madre, que hasta ese momento fue conocida como una prostituta en retirada. Sus vecinos no dieron tregua a esta discusión.
 
“Allí comprendí las cosas que hice y cuanto había caído y no me di cuenta… Comprendí que Dios fue quien me hizo entender lo sucedido”, recuerda Isabel.
Durante todo ese tiempo, la intervención divina fue fundamental para la reconciliación entre ellas, que movió al pastor de aquella iglesia a buscar a Margarita y hacerle comprender el grave daño que le causaba a su madre arrepentida. Fue así que siete meses después, Margarita buscó y perdonó el agravio de su madre, con un efusivo abrazo que nunca más volvió a separarlas.
 
Hoy, María Isabel Delabra Rivera con 64 años de edad y retirada completamente del meretricio, se encuentra apoyando la obra del Movimiento Misionero Mundial en la ciudad fronteriza de Laredo en el estado de Tamaulipas; junto al hombre con quien se casó en los caminos del Señor y quien la acompaña hasta la actualidad.
 
Ampliados
Unos años después, al partir a la ciudad Monterrey en el estado de Nuevo León, Isabel con ocho años de edad, recuerda que fue ultrajada por un vecino suyo, cuando fue a comprar unos productos en la tienda del pervertido sujeto. Unos años después, uno de sus hermanos mayores también abusó de ella, y no cesó hasta que Isabel cumplió los 16 años de edad.
 
Durante todo ese tiempo, la intervención divina fue fundamental para la reconciliación entre ellas, que movió al pastor de aquella iglesia a buscar a Margarita y hacerle comprender el grave daño que le causaba a su madre arrepentida. Fue así que siete meses después, Margarita buscó y perdonó el agravio de su madre, con un efusivo abrazo que nunca más volvió a separarlas.

Fuente: impactoevangelistico.net


 

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