Rufino Donato Quijada transitó una vida de extremos. Captado por el movimiento terrorista peruano Sendero Luminoso desde joven. Convertido en proxeneta luego. Consumido por el alcohol y las drogas por años. Estaba sin mayor futuro para muchos, hasta que Dios lo liberó.
Desde su juventud, Rufino Donato Quijada Cruz tomó las armas de Sendero Luminoso, una organización terrorista que desangró al Perú, desde la década del 80 hasta fines de los 90. Su afán por imponer la ideología comunista, lo llevó a cometer decenas de atentados terroristas contra las comunidades campesinas del país; así como cientos de desapariciones y aniquilamientos que lo condujeron a la cárcel.
Unos años después cayó en el mundo del proxenetismo, las drogas y el alcohol. Sin embargo, al encontrarse totalmente destruido y con un matrimonio al borde del abismo, Rufino clamó a Dios y lo hizo un hombre nuevo.
El camarada Nemis
El accionar terrorista de Rufino, nacido el 19 de agosto de 1970, empezó a sus 15 años de edad, cuando escapó de su casa en la provincia de Junín en el Perú, hacia un trayecto sin rumbo. Varios días después de caminar por caseríos aledaños a su pueblo natal Ondores, se encontró con una cuadrilla de hombres y mujeres, pertenecientes al Partido Comunista Peruano, Sendero Luminoso (PCP - SL), que por ese tiempo reclutó a centenares de jóvenes y atentó contra las comunidades andinas del país.
“Te hemos estado siguiendo por más de 15 días y sabemos todo de ti”, fue lo primero que Rufino escuchó al ser llevado a casa de un primo suyo, donde escuchó todo lo que supieron de él, además del paradero de sus padres y sus menores hermanos. Al sentirse acorralado, siguió escuchando los planes destructivos de este grupo armado, que con su ideología comunista se quiso imponer en todo el Perú, bajo el pretexto de la lucha de clases. Una vez que terminaron de hablarle y convencerlo, Rufino se enroló en el comando subversivo como el camarada Nemis. Al instante, una escopeta y un pasamontañas lo hicieron parte de la organización terrorista.
“Una de las formas con que me convencieron fue que no creían en Dios. Me dijeron que la religión era el opio del pueblo y que Cristo también fue un revolucionario en su época… Me sentí bien con ellos, porque yo también era ateo”, revela Rufino.
Muertes y atentados
Una de las primeras acciones del camarada Nemis, quien era el menor de todo aquel comando de aniquilamiento, fue acudir a las asambleas convocadas por el mando político en distintos pueblos de la región campesina. Allí fue doctrinado con la ideología del Movimiento Revolucionario Internacional y su férreo propósito de acercar el campo a la ciudad, fundamentada por el líder del movimiento.
Una vez integrado al mando militar, sus primeras tareas consistieron en formar grupos de base en cada pueblo, así como ejecutar todo tipo de atentados como volar puentes y torres de alta tensión que dejaban sin energía eléctrica a varios caseríos del lugar; así como aplicar la justicia popular contra abigeos, dirigentes comunales y políticos, maestros, religiosos, periodistas, policías, militares y contra todos aquellos que no acataban las normas del grupo terrorista.
“Una vez casi mato a un pastor porque era alcalde de una provincia y no quiso renunciar al cargo. El pastor estuvo dispuesto a morir, pero no lo maté yo, sino otro… Ahora entiendo que estando en Cristo morir es ganancia y no tememos lo que el hombre nos pueda hacer”, recuerda Rufino.
Perseguido por la justicia
Un año y medio después, y tras dejar una estela de terror en la sierra central del Perú, Rufino con 16 años de edad, fue capturado por la policía en el momento menos esperado. Lo sorpresivo sucedió 24 horas después, cuando el fiscal –quien también perteneció a las huestes senderistas–, lo puso en libertad para menoscabar sus nexos con el terrorismo. “Camaradita no te preocupes. ¡Mañana te vas!”, le dijo el funcionario.
Tres meses después de su liberación, emigró con uno de sus compañeros hacia el departamento de Huánuco; y desde allí nuevamente empezó con sus acciones guerrilleras, como tomar puestos policiales y atentar contra pequeñas agrupaciones civiles que ponían resistencia. A muchos de ellos –incluido a niños– los ejecutaron en presencia de toda la población. “Sendero Luminoso tiene mil ojos y mil oídos”, les decían.
Al retornar a su pueblo natal a los 17 años de edad, un hecho lo conmocionó hasta el espanto. Todo ocurrió una noche, cuando Rufino quedó cuidando la vivienda donde habitaban, y todos los demás salieron para tumbar una torre de electricidad en el distrito de Carhuamayo. A la mañana siguiente, las radioemisoras informaron la muerte de los encapuchados, al haberlos encontrado totalmente despedazados, presuntamente por una mala maniobra de los explosivos, que detonaron sorpresivamente. “Si hubiese ido con ellos seguramente hubiera muerto, pero el Señor me guardó hasta en esos momentos”, expresa.
Pasado unos meses, Rufino se reunió con otras bases senderistas para seguir con sus planes subversivos, hasta que fue nuevamente capturado. La prensa informó del hecho, pero no tuvo mayor relevancia, ya que días después fue liberado gracias al abogado de la organización terrorista que lo limpió de toda culpa.
Épocas de terror
A fines de la década del ochenta, Sendero Luminoso fue considerado como el principal perpetrador de crímenes en el Perú. Las desapariciones, asesinatos y la orden para ejecutarlos, fueron parte de la estrategia armada contra el Estado y la sociedad, que cobró la vida de más de 69 mil peruanos. Otras organizaciones criminales como el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) también formaron parte de esta lista.
Por esta razón, los gobiernos de esas épocas establecieron grupos de inteligencia paramilitar y desplegaron miles cuadrillas de soldados por todo el país, para dar con la ubicación de cada uno de los terroristas como Rufino, quien anduvo libre por las calles de Junín.
Fue así que a finales del año 1989 en la ciudad de la Oroya, el camarada Nemis fue capturado por tercera vez, en medio de una redada donde lo confundieron con un asaltante. Al revisar sus antecedentes, los agentes de la Dirección Nacional Contra el Terrorismo (DINCOTE) trataron de comprometerlo en el atentado ocurrido a un banco y varias torres de alta tensión en la provincia, el cual pretendió sabotear el encuentro del Presidente del Perú de ese entonces, Alan García Pérez y otras autoridades, en las celebraciones por la Batalla de Junín (6 de agosto de 1989).
Al ser comprometido con los hechos delictivos, lo condenaron a seis años de cárcel y fue trasladado al Centro Penitenciario de La Oroya y luego al penal Huamancaca Chico en la ciudad de Huancayo, para su sentencia definitiva por asalto a mano armada, que al final se redujo a tres años. Allí logró contactarse y reunirse con muchos de sus compañeros senderistas que también purgaron pena.
El 12 de setiembre de 1992, un hecho trascendental entusiasmó a todo el Perú. El máximo líder y cerebro de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán Reynoso, fue capturado en medio de una operación de inteligencia, que lo halló desprovisto en una residencia en la ciudad de Lima. Esta captura, además de significar un duro golpe a la organización terrorista, contribuyó a que Rufino –unos meses después de salir de prisión– huyera hacia la capital del Perú, para apartarse del conflicto armado y desaparecer todo su pasado.
Rufino el proxeneta
Unos meses después, Rufino se encontró en la urbe capitalina y trato de rehacer su vida viviendo con su tío y trabajando en lo primero que hubo. Fue así que tras unas semanas, se alistó para trabajar en el oficio más antiguo del mundo y se convirtió en proxeneta y administrador de hasta cinco burdeles en el centro de la ciudad.
Rufino –quien se hizo conocer como Rubick– se dedicó a este oficio hasta los 27 años de edad, fecha en que conoció a María Marcardupu Ramos, una madre soltera con cinco hijos, y la que fue su esposa después de diez años de convivencia.
En el 2007, a solo un año de estar casados, el matrimonio de Rufino y María se resquebrajó, debido a los constantes problemas que debilitaron su relación, sobre todo por los usos y abusos de Rufino por las drogas, el alcohol y la delincuencia. A pesar que intentó volver con ella, nunca pudo conciliar el sueño, ni siquiera en su propio hogar. “A pesar de tener una casa y un negocio propio, mis amigos me preguntaban porque dormía en las calles. Yo les decía que en estos lugares descansaba mejor… Estaba volviéndome loco”, refiere.
El cambio de Dios
Al encontrarse solo y vagando por las calles de Lima, Rufino empezó a ser frecuentado por varios de sus amigos cristianos evangélicos que notaron su deterioro mental. Mientras uno y otro lo invitaron a varias de sus iglesias, se dejó convencer por un creyente del Movimiento Misionero Mundial en Lima, quien lo invitó un 27 de febrero de 2009 y donde dejó de ser el mismo. Desafortunadamente su matrimonio nunca prosperó, pero Rufino sí cambió.
“Me he encontrado con muchos ex terroristas por las calles, así como muchos amigos que me conocieron cuando trabajé en los prostíbulos. Todos se admiran de mí, porque ahora me ven con mi corbata y mi Biblia… ¡Realmente Dios me cambió!”, expresa.
Fuente: impactoevanglistico.net
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