Por: Julio César Barreto
¡Qué privilegio tuvo Moisés! Hablaba a Dios “Cara a cara”. Aunque no haya méritos en
hombre alguno para que Dios le conceda tal prerrogativa, sabemos por las
Escrituras que Moisés no fue cualquier hombre. Me refiero al hecho de las
propias palabras de Jehová, cuando habló con Arón y María:
“María y Aarón hablaban mal de su hermano Moisés porque se
había casado con una mujer que no era hebrea sino etíope. Y dijeron: ¿Acaso
Dios le ha hablado sólo a Moisés? También nos ha hablado a nosotros.
Dios oyó lo que habían dicho, y se molestó al oírlo porque
Moisés era la persona más humilde del mundo. Entonces Dios llamó a Moisés, a
Aarón y a María y les dijo: Vayan los tres al santuario. Cuando fueron los tres, Dios bajó en la
columna de nube y se puso a la entrada del santuario; llamó entonces a Aarón y
a María, y cuando ellos se acercaron les dijo:
Óiganme bien. ¿Por qué se atreven a hablar mal de Moisés?
Ustedes saben que cuando yo quiero decirles algo por medio de un profeta, le hablo a éste por medio de
visiones y de sueños. Pero con Moisés, que es
el más fiel de todos mis servidores, hablo cara a cara. A él le digo las
cosas claramente, y dejo que me vea" (Números 12: 1-8 TLA).
¿Nos dice eso algo a nosotros hoy en día? Creo que si. El
Espíritu Santo habita en cada creyente y hemos sido sellados por Él. Esto
también ha sido un inmenso privilegio que nuestro Dios nos ha concedido.
Significa ni más ni menos, que el Señor queriendo estár muy cerca de nosotros, decidió morar en nuestro corazón. De esta manera ha hecho de cada uno de nosotros un templo santo,
para su gloria y su honra:
“En El también vosotros, después de escuchar el
mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído,
fuisteis sellados en El con el Espíritu Santo de la promesa, que nos es dado
como garantía de nuestra herencia, con miras a la redención de la posesión
(adquirida de Dios), para alabanza de su gloria” (Efesios 1: 13-14).
Lo
otro que nos enseña el ejemplo de Moisés, fue su mansedumbre y su fidelidad.
Jesús dijo: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán
descanso para sus almas” (Mateo 11:29).
Nos
caería muy bien imitar el ejemplo de Jesús (Perfecto) y el de hombres
(Imperfectos) como el caso de Moisés, que sin embargo con todos sus defectos
logró ubicarse dentro del parámetro de
Perfecto en cuanto a la mansedumbre y su fidelidad a su Dios. Igual ejemplo el
de Job, del cual dijo Dios:
“Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi
siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto,
temeroso de Dios y apartado del mal?” (Job 1:8).
¿Si me entendiste, verdad?
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