Ustedes son mi carta, escrita en sus corazones, carta
abierta y leída por todo el mundo. (2 Cor. 3:2)
Por: Julio César Barreto
Se dice que una mujer china que acababa de aprender a leer,
oró diciendo: “Señor, vamos a trabajar entre muchas personas que no saben leer.
Señor, haz que nuestras vidas sean Biblias abierta, para que aquellos que no
puedan leer el Libro, puedan leerlo en nosotros” (1).
Esta anécdota me parece excelente, porque tiene que haber alguna forma (siempre) de
poder comunicarle a las personas, de la mejor manera posible la Buena Noticia.
Y por cierto que no nos encontraremos tan sólo con personas que no saben leer
ni escribir, sino con muchas que sabiendo hacerlo, son analfabetos
espirituales, a los cuales deberíamos poder enseñarles el camino a la Verdad.
Esta metáfora usada
por Pablo en su segunda carta a los Corintios,
fue para significarles que Dios no está dándole a nadie cartas de
recomendación. La evidencia de su respaldo son las cartas que están escritas en
el corazón, las cuales todos conocen y pueden leer. Son aquellas vidas transformadas que vienen a
ser como cartas de recomendación, que respaldaban el trabajo misionero que efectuaba Pablo en esa
ciudad.
De igual manera, hoy cada creyente es esa carta abierta, la
cual puede leer libremente cada persona, y por medio de esa lectura (fe,
conducta, perseverancia) pueden llegar a tomar una decisión que les conduzca a
salir de la ignorancia espiritual.
Jesús a través de una vida
inmaculada, pudo confrontar a sus opositores
y decirles con toda confianza:
“Otra vez, los jefes judíos
quisieron apedrear a Jesús, pero él les dijo: —Ustedes me
han visto hacer muchas cosas buenas con el poder que mi Padre me ha dado. A
ver, díganme, ¿por cuál de ellas merezco morir?... De nuevo
ellos intentaron encarcelar a Jesús. Pero él se les escapó,y se fue de nuevo al otro lado del río Jordán, al lugar donde Juan el
Bautista había estadomuchas personas fueron a
verlo, y decían: «Juan el Bautista no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo de Jesús era verdad.» Y mucha gente de aquel lugar creyó en Jesús”. (Juan 10:32)
Pablo defendió de esta manera su ministerio (su trabajo de sembrar la buena noticia en la ciudad de Corinto), entre los que ponían en duda su autoridad como Apóstol (un enviado de Dios para predicar Buenas Noticias, el Evangelio). No olvidemos que este mundo pone en duda que los creyentes seamos auténticamente enviados de Dios para predicar las Buenas Nuevas (Evangelio), por lo que muchas veces (por más que hablemos), ellos no creerán. A menos que seamos como “Cartas abiertas”, leídas por todos.
Que nuestras vidas convertidas, rectas, honestas, mansas,
transparentes, sean la mayor evidencia de que hay un Dios que nos ama, y que
nos dio un Salvador, que es Cristo Jesús; el dueño de estas cartas. Las cuales Él ha sellado con su Espíritu Santo y las ha enviado a todas las naciones. Si me entendiste, ¿verdad?
(1) The Homiletic Digest
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