Por: Julio César Barreto
Cementerios existen
en el mundo entero. Cada ciudad, cada pueblo, cuenta con uno o varios de
ellos. Ya sabemos lo que yace bajo tierra en esos lugares: una gran
cantidad de sepulcros; en cada una de ellos reposan los restos mortales de
quienes fueron: unos pobres, otros
adinerados, unos intelectuales muy famosos, o personas con escasa instrucción
académica, unos cuerdos, otros no lo fueron tanto. Todos fueron a dar al mismo
lugar. Algunos le llaman: “El Lugar del Olvido”.
Sin embargo, no todos
los cementerios son lugares olvidados. Algunos se han convertido en
lugares de peregrinación muy concurridos. Esto porque en
su suelo descansan los restos de algunos notables. Un ejemplo entre
muchos lo encontramos en Europa, concretamente en España, donde hay algunos
camposantos que son auténticos lugares de concentración de patrimonio
histórico y artístico (se encuentran allí tumbas modernistas, arquitectura
moderna, restos romanos, etc.). Existe inclusive una ruta Europea que concentra
los más bellos cementerios, con reconocimiento de la Organización Mundial del
Turismo.
Algo es digno de destacar, y es
que los cementerios pueden ser muy bonitos, muy concurridos, pero todos tienen
un común denominador; en ellos yacen los cuerpos de los que un día
vivieron. Pero
conozco un Sepulcro fuera de serie, en realidad podría llamarse “El Sepulcro
más Hermoso”. Está en Jerusalén y jamás será olvidado. ¿Qué lo hace sin
igual? ¡Está vacío! Y
por increíble que parezca, aunque no hay contenido de algún cuerpo en él. Es famoso porque albergó por 3 días y 3 noches el cuerpo del
Mesías (Jesús de Nazaret).
“El primer día de la
semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas
que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas.
Y hallaron removida la
piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor
Jesús.
Aconteció que estando
ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con
vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a
tierra, les dijeron: ¿Por qué
buscáis entre los muertos al que vive?
No está aquí, sino que
ha resucitado. Acordaos de lo que os
habló, cuando aún estaba en Galilea,
diciendo: Es necesario
que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea
crucificado, y resucite al
tercer día” (Lucas 24: 1-7).
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