Por: Julio César Barreto
Las crisis generan miedo, angustia, incertidumbre, ansiedad,
entre otros síntomas. La humanidad entera a través de todas las
generaciones la ha experimentado. Las
causas que originan las adversidades son variadas, pero todas tienen algo en común; todo comienza cuando el ser humano infringe
las leyes.
En cuanto a los creyentes y en relación con este tema, es
conveniente plantearnos las siguientes consideraciones:
¿Afectan
las crisis a los creyentes y por qué?
Es prácticamente inevitable que las personas (aun los
creyentes) no sean alcanzadas por la
adversidad.
Jesús dijo:
“En el mundo
tendrán aflicciones; pero tengan confianza, yo he vencido al mundo” (Juan
16:33).
El apóstol Pedro en tal sentido dijo dos puntos muy
importantes cada uno:
1 No se
sorprendan cuando vengan las dificultades
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha
sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por
cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en
la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría".
(1 Pedro 4:12-13).
El Apóstol se tomó la previsión de aclarar que los creyentes
no deben padecer por hacer lo malo (lo cual es evidente puesto que estamos puestos para lo contrario;
hacer lo bueno).
“Así que, ninguno de
vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo
ajeno; pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique
a Dios por ello”. (1 Pedro 4:15-16).
2 El
propósito por el cual Dios permite las crisis en el creyente
Pedro dijo que la adversidad es la manera como nuestra fe es
puesta a prueba:
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco
de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas
pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el
oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza,
gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. (1 Pedro 1:6-7).
Es
importante tener una correcta perspectiva de la situación
El siervo de Eliseo sintió miedo cuando observó el gran número
de soldados del ejército Sirio, que habían venido a capturar al profeta Eliseo.
Esa era su limitada perspectiva, pero
Eliseo tenía una más amplia, por eso ante su temerosa pregunta, le responde:
“Entonces envió el rey allá gente de a caballo, y carros, y
un gran ejército, los cuales vinieron de noche, y sitiaron la ciudad. Y se
levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército
que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su
criado le dijo: ¡Ah, señor mío! ¿qué haremos?
Él le dijo: No tengas miedo, porque más son los que están
con nosotros que los que están con ellos. Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh
Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del
criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de
carros de fuego alrededor de Eliseo”. ( 2 de reyes 6:15-17).
El
hombre de estado británico William Wilberforce comentó en cierta ocasión,
"Los objetos de la vida presente llenan el ojo humano con una falsa
magnificación debido a su inmediatez". Los problemas y lo que conllevan a
menudo actúan como esa bruma para obscurecer nuestra situación presente. Nos
mantienen distanciados de mirar las cosas en la perspectiva adecuada.
La Biblia dice que los redimidos están
sentados con Cristo en las regiones celestiales (Efesios 2:6).
La perspectiva de alguien sentado
en el cielo es como la de un niño pequeño que mira por la ventana de un avión
durante el despegue del aeropuerto. Los edificios y los carros se encogen a
medida que el avión gana altitud y todo lo que antes parecía muy grande cuando
el niño estaba en la tierra, ahora tiene el tamaño de un juguete.
Así es como nuestros problemas
terrenales nos deben parecer cuando consideramos el tamaño de nuestro Dios y la
región en donde estamos sentados con Cristo.
¿Qué hace Dios cuando estamos en
crisis?
1.
Él hace que las dificultades actúen
a nuestro favor:
“Y sabemos que a los que aman a
Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados”. (Romanos 8:28).
2.
Nos saca del
pozo de la desesperación:
“Pacientemente esperé a Jehová,
Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
Puso luego en mi boca cántico nuevo,
alabanza a nuestro Dios.
Verán esto muchos, y temerán,
Y confiarán en Jehová.
Bienaventurado el hombre que puso en
Jehová su confianza”
(Salmo 40:1-4).
Amados en la gloriosa fe de nuestro Señor Jesucristo; los que
creen en Dios y en el poder de Su Palabra, verán su gloria en medio de la
tormenta.
Ningún problema, ninguna crisis, es más grande que nuestro Dios.
Las crisis son en realidad oportunidades para crecer
espiritualmente y como personas, siempre con la ayuda del Espíritu Santo.
En medio de las dificultades, las crisis mas fuertes, ahí está el Señor con nosotros como Poderoso Gigante, para defendernos, para sustentarnos. él nunca falla.
En medio de las dificultades, las crisis mas fuertes, ahí está el Señor con nosotros como Poderoso Gigante, para defendernos, para sustentarnos. él nunca falla.
Quiero concluir esta reflexión con las palabras de Pablo a los
romanos, que dice:
Como está escrito:
“Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más
que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy seguro de que ni la
muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente,
ni lo por venir,
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús
Señor nuestro”
(Romanos 8:36-38).
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