sábado, 20 de febrero de 2016

El agua que Él le ofrecía no era agua de este mundo *

                                 

Hace unos dos mil años, en Palestina, una mujer fue un día tranquilamente a un pozo comunal a buscar agua. Se trataba del famoso Pozo de Jacob, llamado así en honor al patriarca que lo cavó. La mujer era samaritana, de la ciudad de Sicar. Según parece, su vida hasta aquel momento había sido un fracaso. En su historial figuraban cinco matrimonios. Todos los habitantes del pueblo la conocían y tenían una opinión formada de ella. Para soportar los chismes, había adoptado una fachada de mujer fuerte.



Junto al pozo, aquella atribulada mujer se encontró con un extraño. Le sorprendió que le hablara, pues era judío, y las costumbres judías prohibían el trato entre judíos y samaritanos. El hombre le pidió que le sacara agua del pozo. A ella no le importaba hacerlo; pero como era atrevida, le pidió una explicación. ¿Cómo era que hacía caso omiso de las normas sociales y le dirigía la palabra?




El hombre le dijo que si supiera quién le pedía aquel gesto de bondad, sería ella la que le pediría agua a Él. Evidentemente Él no tenía con qué extraer agua: ¿cómo podía entonces darle agua a ella? ¿Estaba bromeando? ¿Se proponía conquistarla? Decidió hacerle más preguntas.




 La mujer vio que Jesús conocía su pasado. Enseguida averiguó que el hombre con quien hablaba era Jesús, el Mesías prometido, enviado por Dios para salvar al mundo. El agua que Él le ofrecía no era agua de este mundo, sino el agua viva, refrescante y renovadora del Espíritu de Dios, una fuente inagotable de amor, gozo, paz, paciencia, bondad, compasión, fe y muchas otras virtudes.


Los minutos que pasó con Jesús junto al pozo la transformaron. De un momento a otro sintió muy cercana la presencia de Dios. Su amor la tocó en lo profundo. Sin mayores esfuerzos estableció un contacto íntimo con Él, y era sumamente sencillo: lo único que tenía que hacer era abrirle el corazón. Ese día aquella mujer no solo se conectó a la fuente de energía divina, sino que enseguida decidió conectar a todos los habitantes de la ciudad. Puede que éstos inicialmente pensaran que estaba un poco chalada, pero la escucharon; y luego que fueron a escuchar a Jesús, terminaron creyendo también.

Dios está deseoso de iniciar ahora mismo una nueva relación contigo.Te acepta tal como eres. Y mañana seguirá estando a tu lado para llevarte aún más lejos. A Él le encanta renovarlo todo, incluidas las personas.


Lo único que tienes que hacer para acceder a esa ilimitada reserva de agua viva es pedirle ayuda a Dios mediante una sencilla oración:



     Jesús, creo en Ti. Te ruego que entres en mi vida, que me perdones todo el mal que he hecho y que me concedas el amor, el poder y la vida eterna que prometiste a cuantos clamaran a Ti. Amén.


Titulo Original: *El Pozo Secreto
Fuente: http://reflexiones.xtreemhost.com/

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